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Luis Secco: “Los problemas económicos de la Argentina se resuelven con economía, y de la buena”

ECONOMÍA 02/04/2023 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior

Luis Secco, director de Perspectiv@s Económicas, anticipó hace mucho más de un año en una entrevista con este medio, previo al acuerdo que en marzo 2022 el ex ministro Martín Guzmán cerrara con el FMI, y que acaba de ratificar el ministro Sergio Massa con algunos cambios en las pautas de reservas por la coyuntura internacional, y en particular local por la sequía, que “no hay ninguna razón para creer que la inflación pueda ser controlada por el Gobierno”.

Ahora, en pleno año electoral, donde el consenso de las consultoras privadas prevé un cambio de signo político y de ideas socioeconómicas a partir del 10 de diciembre, el economista muy consultado por las empresas y los conductores de cámaras sectoriales analizó en diálogo con Infobae el escenario presente, el rol del Fondo Monetario Internacional y las posibilidades de tornar sustentable tanto la deuda del Tesoro como la del Banco Central.

— ¿Por qué se aceleró la tasa de inflación mensual y anual desde diciembre?

— El gobierno de Alberto Fernández profesa la creencia, como buena parte de la clase política argentina, de que el problema de la Argentina es político. Y que, por lo tanto, se pueden resolver los problemas económicos con política. La llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía fue una expresión acabada de esa creencia. Pero los problemas económicos de la Argentina se resuelven con economía y de la buena. Es imposible esperar que la inflación se reduzca casi mágicamente, como si se pudiera decretar que baje sin que sea necesario tomar medidas concretas a dicho fin. Y mucho menos aún si las variables nominales clave, bajo el control de las autoridades, crecen a tasas absolutamente incompatibles con el objetivo de desinflar. Tengamos presente que los pasivos líquidos del BCRA (la base monetaria más los pasivos remunerados) en los últimos diez meses han crecido a una tasa del orden del 115% anual y que el gasto público, después de un respiro en el último trimestre del 2022 (producto de “pisar” la caja para cumplir con la meta del FMI), ha vuelto a crecer por encima del 100% anual en el primer bimestre del corriente año.

— ¿Qué llevó a la economía al ingreso a un nuevo escenario recesivo, más allá de la sequía que afecta al agro en su conjunto, y el dato positivo de enero?

— Por ahora los datos no capturan en toda su magnitud el efecto de la sequía sobre la cadena de valor del sector agroexportador. Creo que hay varias razones que explican la recesión del cuarto trimestre de 2022. Las más relevantes para mí son: la inflación que erosiona el poder adquisitivo de amplios sectores de la población, lo cual afecta negativamente el consumo; la incertidumbre macro que lejos de reducirse sigue creciendo, y que afecta tanto las decisiones de inversión como de consumo; y algunos errores de política económica que afectan negativamente las expectativas y contribuyen a la incertidumbre macro.

Por ejemplo, en su afán de comprar tiempo, los sucesivos “dólar soja” y los tres canjes de deuda permitieron cierto respiro, pero a costa de agravar, por un lado, la escasez actual de dólares y, por el otro, a elevar la pared de vencimientos de la deuda en pesos en manos privadas que podría volverse a los mercados no oficiales del dólar (algo bastante normal en tiempos eleccionarios). Además, es evidente que el cepo importador afecta la actividad de muchos sectores productivos. Por cierto, la imposibilidad de hacerse de dólares al tipo de cambio oficial y tener que comprarlos a un tipo de cambio mayor en los mercados financieros en forma legal, ha contribuido también al incremento de los precios que hemos visto en los últimos meses.

— El ministro Sergio Massa dijo que la economía se reactivó en enero ¿Ve el mismo cuadro, los dos primeros meses del año son un buen referente de la actividad en perspectiva?

— No tenemos datos oficiales aún, pero la evidencia anecdótica no apunta en el sentido sugerido por el ministro. Algunos sectores mejoran su actividad durante la temporada estival y es probable que eso haya sucedido este verano. Pero son más los sectores que están estancados o que muestran caídas y la actividad agregada sigue planchada. Y esto, de nuevo, sin que los indicadores hayan capturado las consecuencias de la sequía en toda su magnitud. Algo que sucederá a partir del próximo trimestre. Con el panorama que tenemos por delante, es imposible que el PBI crezca este año. Algo que probablemente se hubiera producido, dadas las dinámicas y políticas en curso, incluso si el clima hubiese sido más benigno.

— “Tenemos que lograr que tipo de cambio, inflación, endeudamiento, vayan de la mano. Es lo que da tranquilidad al ciudadano y a los empresarios pyme”, dijo el ministro Economía luego de enfrentar duras críticas al canje forzoso de deuda en dólares por títulos públicos en poder de 111 organismos públicos, principalmente la Anses ¿Qué piensa?

— No me queda claro qué quiso decir el ministro con que vayan de la mano. Pero si la idea es que las variables nominales crezcan a tasas similares, la presencia o ausencia de tranquilidad dependerá de la tasa a la cual se muevan. No es lo mismo una tasa baja que una alta, o una que se desacelera que otra que se acelera. Puede ser cierto que la tranquilidad dependa más de la nominalidad que de lo que le pasa a la actividad económica. Pero no conozco ningún argentino, trabajador o empresario que duerma tranquilo cuando la economía no crece y menos aún en un contexto en el que el estancamiento es de larga duración.

En cuanto al canje de deuda en dólares en manos de organismos públicos por otra en pesos, además ser muy costoso y cuya utilidad luce dudosa, reveló un nivel de preocupación enorme del Gobierno por la dinámica potencial de la brecha y del mercado de bonos soberanos. Al mismo tiempo volvió a quedar claro la desesperación por hacerse de pesos (en este caso a través de la operación de venta de Bonares) para financiar un gasto que crece a tasas infinanciables. Cada vez que el Gobierno festeja alguna operación de manejo de su deuda, tenemos que preocuparnos y no tranquilizarlos. Porque lo que festeja es que consiguió aire para no hacer lo que tiene que hacer (bajar el gasto y reducir su déficit fiscal) si realmente quisiera desinflar.

— El ministro anunció que “una auditoría de la Universidad de Buenos Aires (UBA) analizará el efecto del canje de bonos de la Anses, para definir si avanza con la medida o la excluye ¿Hay equipo para eso en la UBA? ¿Lo ve como el mejor árbitro?

— No me queda claro si se trata de una jugada para diluir y eventualmente frenar la operación, o si se trata de un intento de limpiarle la cara a una operación que no contó con la recepción esperada. No veo razones para dudar de los profesionales a cargo del dictamen. Pero, lamentablemente, las suspicacias están a la hora del día. Y ahora, hasta un dictamen bien hecho y fundado, cualquiera sea su resultado, puede ser puesto en duda. Una pena.

— ¿La Argentina cuenta con otras fuentes generadoras de divisas que permitan en lo inmediato compensar la menor oferta de dólares del agro por la sequía?

— No, es imposible en el corto plazo. Hay algunos sectores que generan divisas y que tienen un saldo comercial positivo. Pero si mira por grandes agregados, el sector de manufacturas de origen industrial y el sector energético tienen un saldo negativo; sólo la cadena de valor agroexportador (la producción primaria y sus manufacturas) genera más dólares de los que consume.

En el caso de la energía, aún cuando se pudiera poner en marcha el nuevo gasoducto Néstor Kirchner (que permitirá incrementar la disponibilidad de gas proveniente de Vaca Muerte) en el tercer trimestre del año, la balanza comercial energética de este año será nuevamente negativa (aunque menos negativa que en 2022 gracias a la fuerte caída del precio internacional de los productos que importa la Argentina). Claramente la energía y sus industrias derivadas y la minería están en condiciones de generar una gran cantidad de divisas, pero ambas requieren de inversiones importantes y de plazos de maduración más largos.

— Con la intervención oficial y sostenida pérdida de reservas en el BCRA la brecha cambiaria se redujo a la menor en 4 meses ¿Es un fenómeno permanente o transitorio?

— En mi opinión se trata de un fenómeno transitorio. La escasez de divisas se agravará y la tendencia a dolarizar las tenencias y el flujo de pesos irá creciendo a medida que nos acerquemos a las elecciones. Más tipos de cambio diferenciales (por producto o por sector) no son la solución y pueden dar algo de aire durante algunos días, pero no mucho más que eso. La oferta de dólares podría ser mayor y la demanda menor a un tipo de cambio más elevado, con un peso más depreciado.

Pero una devaluación si no es parte de un programa más integral resultará poco creíble y lejos de aumentar la oferta y reducir la demanda podría generar el efecto contrario. Para que sea exitosa una devaluación debe ser vista como la única y no como la primera de muchas. Y lo más probable es que una devaluación sin plan, en las actuales circunstancias, se vea de esta última manera. De ser así, podría convertirse en el gatillo que está esperando la crisis para arrancar con su fase de aceleración final. Me parece que las autoridades económicas son conscientes de eso y van a estirar todo lo posible la decisión de devaluar. Pero querer no es siempre sinónimo de poder.

— El equipo económico está abocado a “pesificar” la deuda pública. Ese proceso le ha permitido, a través de la “licuación” con la sostenida devaluación del peso, disimular el real aumento de la deuda total que agrega la del BCRA con Leliq y operaciones de Pases, en más del equivalente a 4 créditos vigentes del FMI ¿Qué efectos puede generar sobre la economía real y futuras emisiones de deuda?

— Yo diría que el equipo económico luce abocado a generar más ruido e incertidumbre que a otra cosa. Hace canjes de deuda que no terminan de resolver la concentración de vencimientos en un período eleccionario que normalmente se caracteriza por fuertes tendencias a la dolarización de fijos y stocks de pesos. Su política fiscal sigue siendo errática e inconsistente. Y manosea el balance del BCRA, llevando al extremo la cantidad de deuda pública en su balance, al seguir usándolo una y otra vez como su prestamista de última instancia. En estas circunstancias la escasez de divisas, las expectativas de devaluación del peso, la inflación, y las dudas acerca de la capacidad de renovar los vencimientos de la deuda en pesos seguirán acechando. Y la economía real no podrá evitar verse afectada ante lo potencialmente explosivo de la situación.

De todas maneras, creo que vale la pena aclarar que una política económica diametralmente opuesta a la actual, en el marco de un programa de estabilización y cambio de régimen económico, estaría en condiciones de hacer sustentables tanto la trayectoria de la deuda del Tesoro como la del BCRA. Tanto una como la otra dejarían de ser las bombas de las que tanto se habló en las últimas semanas. En este sentido, el enemigo está del lado de las acciones de un gobierno que tardíamente intenta mostrarse activo.

— A un año del nuevo acuerdo de Facilidades Extendidas con el FMI el gobierno argentino, y en particular el equipo económico ha recibido más elogios que críticas a la gestión, pese a que las reservas en divisas caen, la inflación se acelera, la actividad se enfría y el déficit fiscal vuela (se multiplicó por 13 en enero, y por 3 en febrero) ¿Cómo se explica?

— No es algo fácil de explicar. El FMI ha sido extremadamente condescendiente con la inacción y los errores de política económica de este gobierno. Hasta un punto que era imposible de imaginar hace no muchos años atrás. Puede que el organismo apunte a no tensar demasiado la cuerda con un deudor poco fiable y que ha demostrado que no le pesa demasiado incurrir en múltiples incumplimientos.

La complacencia tiene graves consecuencias a futuro: los problemas se agrandan, se vuelven cada día más gravosos e inmanejables y comprometen las chances de poder honrar los compromisos de deuda (entre ellos, los del mismísimo FMI). Pero más allá de los elogios del FMI, lo que no se entiende es cómo el Gobierno reduce su gestión a cumplir las metas del acuerdo. Como si eso fuera lo realmente importante. No es que hay cumplirlas porque si no nos abandona el Fondo. Hay que cumplirlas porque se trata de ser previsibles y porque su cumplimiento presupone que se están implementando políticas consistentes para ordenar la macro y reducir los desequilibrios.

Que el FMI acepte recurrentemente aliviar las metas por tal o cual motivo puede ser una señal de apoyo al gobierno, pero no es necesariamente lo que más le conviene a los argentinos.

— ¿Qué cabe esperar para los próximos meses en términos de brecha cambiaria, inflación, y actividad agregada?

— No puede descartarse que la inflación y la brecha cambiaria se aceleren en lo que falta del año. Tendremos muchos meses de inflación interanual superior al 100%, con una brecha mayor a la actual y muy probablemente con tendencia a seguir explorando nuevos umbrales. La actividad, como mencioné previamente, no podrá superar el mazazo que significará perder la mitad de la cosecha. El PBI podría caer alrededor de un 3% en el año con el consumo y la inversión deprimidos y sin que el gasto del sector público pueda compensar esa debilidad del resto de los componentes de la demanda agregada. Porque si se pretendiera acelerar el ritmo de expansión fiscal (algo “normal” en un año electoral y que luce estar detrás de los esfuerzos del gobierno por conseguir más financiamiento en pesos), la inflación haría de las suyas licuando rápidamente cualquier intento en esa dirección.

— ¿Una reflexión final?

— Va quedando cada vez más en claro para más argentinos que hace falta un cambio rotundo de las instituciones y políticas económicas si es que se quiere terminar con nuestra historia de crisis y fracasos recurrentes. Somos claramente divergentes respecto de los países con los que podíamos compararnos a principios del siglo pasado (Canadá, Australia); divergimos también cuando nos comparamos con países hasta hace algunas décadas más pobres que nosotros (como los del sur de Europa o del sudeste de Asia) o con nuestros vecinos latinoamericanos.

Argentina se divorció del mundo, en la segunda mitad del siglo pasado, justo cuando el crecimiento se aceleró a escala global. La pregunta es si ahora podremos dejar de divergir y si podemos aspirar al crecimiento y al desarrollo de nuestra economía.

No es la primera vez que una crisis nos pone frente una oportunidad histórica de cambio. Las anteriores las hemos desaprovechado. La demanda de estabilidad y cambio de parte de la sociedad es más ávida y debería transformarse en un mandato claro para quien termine siendo electo Presidente. Hay equipos técnicos reputados trabajando desde hace tiempo en la formulación de programas cuyos contenidos no difieren significativamente. Lo distintivo por ahora está en el terreno del cómo. Esto es, en cómo hacer para poder llevar adelante la estabilización y el cambio de régimen. Pero más allá de esa diferencia táctica, creo que esta vez podemos ser más optimistas; esta vez puede ser diferente.

FUENTE: INFOBAE.COM

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