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LOS CORDOBESES SOMOS CORDOBAZO

A 50 años de la revuelta obrero-estudiantil que sacudió al país. Este 29 y 30 de mayo se cumple medio siglo de la protesta gremial y estudiantil de 1969 en la ciudad de Córdoba, que jaqueó a la dictadura de Juan Carlos Onganía.

POLÍTICA - 50 AÑOS DEL CORDOBAZO 29/05/2019 Ignacio VÉLEZ
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La noche del 29 de mayo de 1969 los barrios de la ciudad de Córdoba quedaron iluminados únicamente por fogatas. El combustible que venía de cada una de las casas, de los negocios, tenía algo particular que sumado generaba un fuego parecido a la audacia. Cuentan que por algunas horas se nombraron delegados de manzanas y que el barrio Clínicas o Alberdi se declaró zona liberada. Imágenes de un momento antes de la represión que vendría a apaciguar esa excepcionalidad llamada Cordobazo. Una huelga general activa de características insurreccionales donde la política puede narrarse desde los desplazamientos que reconstruyen sus protagonistas. Las reivindicaciones gremiales fueron el impulso.

El paro con movilización del 29 y 30 de mayo, que respondía de forma amplia y efectiva al convocado por las dos CGT a nivel nacional, era una toma de la ciudad de Córdoba pensada como una demostración de fuerza, un acto de resistencia frente a la dictadura de Juan Carlos Onganía que se había instalado en el poder el 28 de junio de 1966 después de dar un golpe de estado contra el gobierno de Arturo Illia. Los manifestantes realizaron una lectura de época.

La Argentina era la mayor potencia industrial de América Latina y creaba una clase obrera dinámica, participativa donde surgían las formas clasistas que se oponían a la burocracia sindical encabezada por la CGT Azopardo comandada por Augusto Timoteo Vandor. Las expresiones de la resistencia peronista se apropiaban y extendían los sentidos de ese movimiento en una clara actitud de distancia con el llamado de Juan Domingo Perón en el exilio de cautela y pasividad frente a la dictadura de Onganía. La CGT de los Argentinos establecida en 1968 llevaba las ideas del socialismo nacional a un método de acción sindical que lograba acuerdos con las posiciones clasistas de la izquierda obrera.

“El grueso de las direcciones sindicales estaba vinculado al partido peronista pero algunos estaban dispuestos a hacerle frente a la dictadura y otros pretendían que se los dejara participar en la vida gubernamental”, explica, medio siglo después, Taurino Atencio gremialista de Luz y Fuerza de Córdoba que por esos años trabajaba en la empresa de autopartes Transax. Y agrega: “El accionar en los lugares de trabajo se ejecutaba por los delegados electos que estaban en menor medida compenetrados con la lucha de clases. El número de los activistas era mayor y cumplía un rol preponderante para la movilización”.

La historiadora Mónica Gordillo (Universidad Nacional de Córdoba) describe un funcionamiento real de las bases, más allá de la estructura formal de los sindicatos, que tenía una conciencia anti burocrática y combativa con una inserción en el aparto sindical muy alta. Julio Godio (1939-2011) agrega que se trataba de un momento de repliegue vandorista. El sentimiento de época respondía a una interpretación clasista.

“Córdoba ha sido siempre bastante atípica”, explica desde el presente Soledad Quiroga dirigente del gremio docente. “Por un lado en Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC) éramos conducción en la delegación capital y formábamos parte, por simpatía y adhesión, de la CGT de los Argentinos dirigida por Raymundo Ongaro aunque no había sido votado formalmente en el conjunto del gremio. La CGT de Córdoba donde estaban Agustín Tosco de Luz y Fuerza, Elpidio Torres de SMATA y Atilio López de la UTA era una confederación combativa y venía de protagonizar una serie de luchas por jornadas laborales con una definición anti dictatorial. Podía haber líneas internas pero había una idea de unidad muy fuerte y, en esto, Tosco fue una figura clave”.

Adalbert Kieger Vasena llegó al Ministerio de Economía después de la huelga general de diciembre de 1966, era un ciudadano argentino estadounidense que trabajaba para el grupo Deltec que produjo la quiebra del frigorífico Swift. “La dictadura había congelado los salarios –señala Carlos Masera, dirigente de Sitrac Sitram–. Tucumán y Córdoba gozaban de cierto privilegio, se trabajaba cuarenta y cuatro horas semanales y se cobraban cuarenta y ocho. Onganía quiso emparejar con las demás provincias pero no mejorando a las otras sino empeorando a Córdoba y Tucumán”.

La mañana del 29 de mayo, los gremios se disponían a abandonar sus lugares de trabajo cerca de las once para llegar al centro y cumplir con el paro general. Cerca del mediodía un grupo de estudiantes irrumpe en el Palacio de Justicia y llama a los empleados a adherirse a la huelga. Se realizaban actos donde las arengas y consignas quedaban en un eco porque había que huir rápidamente de la represión. Los desplazamientos ayudaban a transmitir la información de lo que ocurría en los distintos puntos de la ciudad. “De la UEPC fuimos. Al principio era un activismo político, pero después me acuerdo que iban llegando otras maestras que no solían participar y para nosotras fue muy emocionante porque no habíamos marchado masivamente con trabajadores de otros sectores y vimos como se incendiaba la empresa Xerox estadounidense y la Citroën francesa, con los autos dados vuelta. Nosotras nos replegábamos por la calle Paseo Colón y la zona de La Cañada donde está la confitería La Oriental que fue atacada. Algunas se iban cuando se puso más violento: ‘Yo me voy porque no tengo transporte, no sé como voy a llegar’. Algunas cuentan que volvieron a su casas caminando”.

A la una de la tarde la policía montada asesina a Máximo Mena en la esquina de Blas y Bulevar San Juan. Era un obrero mecánico y estudiante de 27 años. Esto provoca las embestidas de los activistas a los símbolos del poder económico y la burguesía que relata Soledad Quiroga. La participación popular se vuelve masiva y definitiva para provocar el repliegue de la policía.

“Yo trabajaba en la fábrica Transax (productora de caja de velocidades que luego sería adquirida por VW ) cuyos trabajadores estaban afiliados al sindicato de SMATA”, interviene Atencio. Y agrega: “Los delegados nos habían instruido para estar en el centro antes que pararan los ómnibus. Lo planeado era un acto al frente de la CGT, pero cuando corrió la voz de que habían matado a Mena, obrero de la Renault, el centro toma un cariz de violencia. En cada esquina se arman las fogatas. Los trabajadores de las fábricas y los empleados de comercio hacían abandono de trabajo, la policía había sido desbordada y se retiró hacia su base central. En un principio los núcleos de manifestantes procedían del mismo lugar de trabajo pero con la represión nos mezclamos sin distinción de procedencia. Todo el centro estaba taponado con los ómnibus y vehículos con las cubiertas desinfladas. Podemos decir que los clavos miguelitos cumplían una acción crucial. Nosotros nos preparábamos como todos los trabajadores para el enfrentamiento con la policía y a esa altura teníamos experiencia en la pelea, siempre nos llevaban ventaja, pues desde los caballos te encaraban y golpeaban. Cada sindicato preparaba elementos para defenderse y atacar en medio de los obstáculos que suponían los automóviles que ardían.Aunque la situación era caótica y había sido superado lo planeado por ambas CGT, los hechos no pasaron a otro nivel. Los estudiantes que participaron en forma masiva se las ingeniaban para establecer una forma de contacto con los manifestantes diseminados por la ciudad. A media tarde, como la mayoría de quienes estábamos en el centro, me retiré hacia las afueras. Cuando ingresaron los militares estaban traspirados, sucios y con la cara y manos llenas del tizne de las fogatas. La policía no estaba y alejarnos del centro no fue problema”.

La ciudad queda por unas horas vacía de fuerzas policiales. Faustino López, trabajador bancario, recordaba en una entrevista con la Agencia de Noticias Redacción cuando se cumplieron cuarenta años del Cordobazo que un vecino lo nombró jefe de manzana y le dio una honda para defenderla. La clase obrera que se había preparado para la huelga no tenía en sus planes la instrumentalización de la lucha armada.

“El día 30, la ciudad estaba ocupada por las fuerzas militares y comenzó la detención y el juzgamiento de buena parte de los dirigentes –continúa Atencio–. Entre ellos al compañero Tosco de Luz y Fuerza, Torres de Mecánicos y Canelles de la Construcción. Fueron sometidos a los tribunales militares y condenados a prisión en juicios sumarísimos”, dice el antiguo activista de Luz y Fuerza.

La planificación del Cordobazo puede descifrarse en la singularidad que alcanzó el vínculo entre obreros y estudiantes en el marco de una sociedad integrada. “Los estudiantes tenían un contacto permanente con las direcciones sindicales más afines y combativas siendo el Sindicato de Luz y Fuerza el preferido donde podían reunirse para organizarse, teniendo presente que las organizaciones estudiantiles fueron abolidas por los militares y en la universidad no podían hacerlo”, sostiene Atencio.

La investigadora del Conicet María Laura Ortiz sostiene que en los barrios fabriles existían coordinadoras donde la militancia continuaba y se expandía. Esta dinámica explica la adhesión e intervención directa del pueblo durante el desarrollo del Cordobazo.“Los trabajadores, al estar incentivados por el clima de protesta imperante, se intercambiaban escritos y planes de sus organizaciones, el barrio era el semillero para las informaciones aunque no existieran organizaciones. Todo se trataba y se disponía en los gremios ya que los partidos políticos mayoritarios habían desensillado, como decía El General”, explica Atencio.

Existía una forma de democracia obrera que no era muy compatible con las estructuras partidarias y con las distintas manifestaciones de la lucha armada. Esto puede haber influido en las dificultades para capitalizar la experiencia del Cordobazo en un armado político más duradero. La dictadura de 1976 entendió la potencia de esa forma de hacer política porque se preocupó por destruir la trama sindical. La misma preocupación tuvieron los gobiernos de tendencia neoliberal ya en democracia.

En el libro El Cordobazo, un trabajo muy citado por quienes investigaron aquellos días, James Brennan, el historiador estadounidense concluye y conecta este hecho con la dictadura de 1976, como un paso previo. “La presión militar del movimiento obrero fue una parte esencial de su programa de desindistrualización. Las juntas posteriores a 1976 derogaron el derecho de huelga, decretaron la ilegalidad de la CGT y las 62 organizaciones, quebraron a docenas de sindicatos, entre ellos las centrales de la UOM, Luz y Fuerza y SMATA, y secuestraron y asesinaron a miles de dirigentes y activistas sindicales y a simples trabajadores y trabajadoras. El programa económico y las políticas laborales castrenses lograron hacer lo que los peronistas, las empresas automotrices y los anteriores gobiernos militares no habían podido hacer, es decir, domar a Córdoba”.



Con información de Clarín 

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