
Reservas, bandas y dólares privados: el nuevo test del esquema cambiario
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- El Gobierno redefinió el esquema cambiario con foco en la acumulación de reservas
- Las bandas se ajustarán por inflación, dando mayor flexibilidad al tipo de cambio
- El programa de compras de dólares es el eje central del nuevo enfoque
- La baja monetización abre margen para emitir sin presionar la inflación
- El comportamiento del ahorro en dólares del sector privado es el mayor interrogante
- Enero será el primer test de credibilidad para el nuevo régimen cambiario
La política cambiaria ingresó en una etapa de redefinición en la que el centro de la discusión dejó de ser la cotización diaria del dólar para desplazarse hacia una pregunta más estructural: si el Banco Central está en condiciones de acumular reservas sin desordenar el delicado equilibrio macroeconómico. El reciente anuncio oficial, que introdujo cambios en el mecanismo de actualización de las bandas y explicitó un programa de compras de divisas desde enero, marcó ese giro conceptual. La reacción inicial del mercado fue moderadamente positiva, con mejoras en activos financieros y bonos, aunque el dólar mostró cautela, reflejo de una confianza todavía incompleta.
El mercado leyó el movimiento como un paso en la dirección correcta, pero lejos de considerarlo definitivo. El trasfondo es conocido: un Banco Central con un balance frágil y un nivel de reservas propio insuficiente para sostener la estabilidad en el tiempo. En ese contexto, la clave ya no pasa solo por administrar el precio del dólar, sino por lograr que la oferta y la demanda de pesos y de divisas encuentren un punto de equilibrio sostenible. Con una economía que intenta consolidar la recuperación y un nivel de monetización históricamente bajo, el margen de error es acotado.
Uno de los cambios más relevantes fue la recalibración de las bandas cambiarias. A partir de enero, comenzarán a ajustarse mensualmente según la inflación observada, con un rezago de dos meses. El esquema implica un abandono parcial del dólar como ancla nominal rígida y le imprime mayor flexibilidad al régimen. Según los analistas, el techo de la banda se moverá algo más rápido que antes, sin saltos bruscos, con el objetivo de evitar una apreciación excesiva del tipo de cambio real, una preocupación que venía ganando peso en la City.
Sin embargo, la modificación de las bandas aparece más como una condición necesaria que suficiente. El mercado valoró la corrección técnica, pero rápidamente trasladó su atención a la consistencia general del programa y, sobre todo, a la capacidad de generar dólares genuinos. En ese sentido, el corazón del anuncio fue el programa de compras de reservas que comenzará a operar en 2026. La estrategia apunta a una acumulación gradual y previsible, con compras diarias acotadas y sin esterilización, alineadas a la demanda de dinero.
El esquema supone una expansión moderada de la base monetaria, desde niveles cercanos al 4,2% del PBI hacia un rango próximo al 4,8%. La premisa es clara: si la economía demanda más pesos, el Banco Central puede emitir para comprar dólares sin generar presiones inflacionarias. Desde esta óptica, el bajo nivel de monetización actual ofrece una ventana de oportunidad. A medida que la actividad repunte, la mayor demanda de dinero podría funcionar como ancla para fortalecer las reservas.
En este punto, los analistas no esperan que el reciente repunte inflacionario se consolide. La lectura predominante es que no existe un exceso estructural de pesos y que la política monetaria sigue bajo control. No obstante, el dólar continúa siendo una variable sensible. La suba inicial tras el anuncio fue interpretada como una señal de prudencia: el mercado todavía está dispuesto a dar crédito al esquema, pero exige coherencia y resultados tempranos.
El principal foco de incertidumbre, sin embargo, no está en el diseño técnico sino en el comportamiento del sector privado. El ahorro en dólares de individuos y empresas aparece como el factor decisivo. Si la dolarización se mantiene elevada, las necesidades de financiamiento externo podrían escalar a niveles exigentes, tensionando el programa de compras de reservas y reforzando la dependencia de la cuenta financiera.
La experiencia histórica pesa. En períodos de mayor confianza, la economía argentina logró financiar déficits externos importantes. Hoy, en cambio, el mercado se muestra más selectivo y exige señales claras de consistencia macroeconómica. Enero será el primer gran test: comenzará formalmente el programa de compras, jugará la estacionalidad de la demanda de dólares y se pondrá a prueba la credibilidad del nuevo esquema.
Así, la pregunta que inquieta a la City no es cuánto valdrá el dólar en un día puntual, sino cuántos dólares decidirá ahorrar el sector privado. De esa conducta dependerá, en buena medida, si el tipo de cambio logra transitar 2026 con mayor estabilidad o si vuelve a convertirse en el principal foco de tensión macroeconómica.





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