La reforma previsional de Llaryora: ajustar al jubilado y sonreír para la foto

OPINIÓN Jorge Levin
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JORGE LEVINPor Jorge Levin

En Córdoba siempre pasa lo mismo: cuando hay que hacer un esfuerzo, el esfuerzo lo hace el mismo de siempre. El jubilado. Ese que ya laburó toda su vida, aportó, cumplió, y ahora resulta que es el culpable del desastre. Porque acá nadie gobierna mal, nadie despilfarra, nadie se equivoca. El problema, según el libreto oficial, es que los jubilados viven demasiado y cobran demasiado. Una desubicación total.

Martín Llaryora presentó su reforma previsional con tono serio, cara de preocupación y palabras técnicas. Mucha planilla, mucho PowerPoint, mucha “sustentabilidad”. Pero cuando uno rasca un poquito, lo que aparece no es una reforma: es un ajuste, y de los más cobardes. Porque ajustar al que no puede protestar fuerte siempre fue fácil.

La Caja está en crisis, dicen. Claro que está en crisis. Hace años que la usan como caja política, como botín de campaña, como variable de ajuste encubierta. Pero cuando llega la hora de hacerse cargo, la solución mágica es siempre la misma: meterle la mano en el bolsillo al jubilado provincial. Nunca a la política. Nunca al gasto inútil. Nunca a los privilegios.

Llaryora habla de equilibrio fiscal, pero no toca un solo privilegio del poder. No reduce estructuras. No achica cargos. No elimina asesores. El equilibrio siempre se busca abajo, nunca arriba. Y después se preguntan por qué la gente desconfía.

"Ojo: cuando un gobierno empieza ajustando a los jubilados, no está resolviendo un problema financiero. Está mostrando su escala de valores. La Caja no está quebrada por los jubilados, está quebrada por la mala política.Cuando un gobierno empieza ajustando a los jubilados, no está resolviendo un problema financiero. Está mostrando su escala de valores."

Lo más preocupante no es solo el recorte en los haberes o el cambio en las reglas de cálculo. Lo grave es el mensaje: aportaste toda tu vida, pero el Estado no garantiza nada. Hoy te cambian las reglas, mañana te explican por qué es inevitable, y pasado mañana te piden comprensión. Siempre comprensión. Nunca perdón.

En Córdoba ya vimos esta película. Siempre se arranca con “no hay alternativa”, se sigue con “es por el bien del sistema” y se termina con jubilados haciendo malabares para pagar remedios. Y mientras tanto, el poder sigue intacto, cómodo, blindado.

Porque hay que decirlo claro: la Caja no está quebrada por los jubilados, está quebrada por la mala política. Por años de decisiones irresponsables, de manoseo institucional y de mirar para otro lado cuando había que ordenar.

Esta reforma no es valiente. No es moderna. No es justa. Es fácil. Fácil porque ajusta al que no corta rutas, no arma quilombo y no tiene micrófono permanente.

Y ojo: cuando un gobierno empieza ajustando a los jubilados, no está resolviendo un problema financiero. Está mostrando su escala de valores.

En Córdoba no falta plata. Falta coraje para tocar a los que nunca se tocan. Y mientras eso no pase, cualquier reforma previsional va a ser lo mismo de siempre: un ajuste con traje técnico y corazón frío.

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