
Las tensiones que marcaron una presidencia: Alberto Fernández y el vínculo roto con Cristina Kirchner
POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior

- Alberto Fernández repasó su relación conflictiva con Cristina Kirchner durante su presidencia.
- Las principales diferencias se concentraron en la política económica y el vínculo con el FMI.
- El ex presidente calificó de dogmáticas algunas de las propuestas que le planteaba su vicepresidenta.
- Cristina Kirchner explicitó la ruptura con cartas y mensajes públicos durante la gestión.
- Máximo Kirchner fue cuestionado por su rechazo al acuerdo con el Fondo y su renuncia como jefe de bloque.
- La falta de cohesión interna aparece como uno de los factores centrales del desgaste del gobierno.
Alberto Fernández volvió a poner en palabras una de las claves menos resueltas de su paso por la Casa Rosada: la relación con Cristina Fernández de Kirchner durante los cuatro años de gestión. Con el paso del tiempo y ya lejos del poder, el ex presidente ofreció una mirada retrospectiva sobre las diferencias políticas y personales que atravesaron a la fórmula del Frente de Todos y que, según su propio relato, condicionaron buena parte de la gobernabilidad.
La presidencia de Fernández estuvo atravesada por una sucesión de crisis que no dieron respiro. La pandemia de Covid-19 marcó el inicio del mandato y obligó a una administración de emergencia inédita. A ese escenario se sumaron luego el impacto global de la guerra en Europa del Este, una sequía histórica que golpeó con fuerza las cuentas externas y una serie de episodios que erosionaron la credibilidad del Gobierno, como el Olivos Gate y el escándalo del vacunatorio VIP. En paralelo a esos desafíos, se desarrolló un conflicto político interno que terminó por desgastar al oficialismo: la relación entre el presidente y su vicepresidenta.
Durante un tiempo, las diferencias se mantuvieron bajo una superficie de aparente unidad. Sin embargo, fue la propia Cristina Kirchner quien terminó por hacerlas explícitas. Con cartas públicas, discursos y frases que rápidamente se volvieron emblemáticas —“funcionarios que no funcionan”, “use la lapicera”, “tome el bastón de mando”— la entonces vicepresidenta marcó distancia y dejó en evidencia una ruptura política que ya no admitía disimulos.
En ese marco, Fernández relató las discusiones que mantenía con Cristina Kirchner, especialmente en torno a la política económica. Según explicó, uno de los principales focos de conflicto fue la negociación y el refinanciamiento de la deuda con el Fondo Monetario Internacional. El ex mandatario sostuvo que su vice le reclamaba una estrategia de mayor confrontación, basada en la postergación de pagos y en la expansión del gasto, una alternativa que él consideraba inviable por sus consecuencias monetarias y macroeconómicas.
Para graficar esa tensión, Fernández apeló a una metáfora extrema: comparó esas propuestas con la idea de bajar de peso dejando de comer durante cuarenta días. A su entender, se trataba de planteos dogmáticos, difíciles de sostener en la práctica y carentes de un plan concreto que ofreciera una salida realista. “Me hubiera encantado no estar endeudado con el FMI”, admitió, aunque recordó que la situación heredada dejaba márgenes muy estrechos de maniobra.
El ex presidente también señaló que, en un primer momento, Cristina Kirchner había acompañado el acuerdo alcanzado con el organismo internacional, pero que luego su postura cambió. Esa ambigüedad, dijo, profundizó las tensiones internas y debilitó la posición del Gobierno frente a un tema central para la estabilidad económica.
Las diferencias no se limitaron al vínculo entre presidente y vicepresidenta. Fernández apuntó también contra Máximo Kirchner, quien en su rol de diputado y jefe del bloque oficialista se opuso abiertamente al acuerdo con el FMI. La decisión del líder de La Cámpora de renunciar a la jefatura del bloque fue, para el entonces presidente, un gesto de “enorme irresponsabilidad” en un momento crítico. Frente a esa actitud, Fernández reivindicó su propio rol institucional y sostuvo que su prioridad fue preservar el funcionamiento del sistema político, aun a costa de profundizar la fractura dentro del oficialismo.
Con el paso del tiempo, el balance que ofrece Alberto Fernández deja al descubierto una experiencia de poder signada por la fragilidad interna. Más allá de las crisis externas y de los errores propios, la falta de cohesión en la cúpula del Gobierno aparece como uno de los factores determinantes del desgaste final. La convivencia forzada entre dos liderazgos con miradas divergentes sobre la economía y la política terminó por traducirse en un conflicto público que condicionó decisiones clave.
Hoy, con la distancia que otorga el final del mandato, las palabras del ex presidente reabren una discusión que atraviesa al peronismo y a la política argentina en general: hasta qué punto es posible gobernar con una fórmula presidencial dividida y cuánto pesan las diferencias internas cuando las crisis externas golpean al mismo tiempo.





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