El mercado reconfigura sus apuestas: por qué los grandes inversores comienzan a soltar dólares

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • El BCRA dejó de renovar futuros cortos y redujo su posición short en más de 1.200 millones de dólares.
  • Diciembre elevó la demanda de pesos y descomprimió tensiones cambiarias típicas del fin de año.
  • El salto en reservas respondió a mayores encajes en dólares, no a compras genuinas.
  • El Gobierno enfrentó pocos vencimientos y evitó ventas de divisas, con margen incluso para comprar.
  • Proyecciones de superávit fiscal y comercial sostienen la hipótesis de un peso fuerte.
  • El foco del mercado deja de ser el techo del dólar: ahora se discute su piso estructural.

La plaza financiera atraviesa un momento singular que obliga a revisar premisas históricas sobre el dólar y la estabilidad macroeconómica en la Argentina. Lo que hasta hace pocos meses parecía impensado —una tendencia hacia la apreciación del peso y un repliegue en la demanda de cobertura cambiaria— se convirtió en un eje central de debate en la City. Grandes fondos, bancos y operadores comenzaron a desarmar posiciones en moneda extranjera, en un movimiento que combina expectativas de estabilidad, señales oficiales y un cambio profundo en la psicología del inversor.

Durante las últimas semanas, las mesas de dinero empezaron a registrar algo que en otros diciembres se hubiera considerado una anomalía: una menor ansiedad por la cobertura inmediata y una lectura más estructural del clima macroeconómico. La tradicional narrativa del caos cambiario cedió lugar a un escenario donde la volatilidad dio paso a una incipiente previsibilidad. La estrategia oficial —tanto del Banco Central como del Ministerio de Economía— fue determinante en este viraje, en especial tras la combinación de disciplina fiscal y manejo quirúrgico de los pasivos monetarios.

Diciembre, históricamente un mes de tensiones financieras, apareció esta vez como un aliado del Gobierno. La mayor demanda estacional de pesos por aguinaldos y vacaciones contribuyó a descomprimir presiones cambiarias. Este “veranito” financiero fortaleció la percepción de una economía menos expuesta a episodios de corrida, lo que llevó a inversores institucionales a reevaluar la conveniencia de acumular dólares a cualquier costo.

Uno de los puntos técnicos clave estuvo en el mercado de futuros. Según Portfolio Personal Inversiones (PPI), el Banco Central ejecutó una jugada inesperada: prácticamente no renovó la primera posición de noviembre. El desplome del interés abierto en cerca de 1.400 millones de dólares dejó en claro una retirada estratégica de la autoridad monetaria de la parte corta de la curva. De este modo, la entidad dejó de convalidar tasas implícitas de devaluación. La posición short del BCRA, que había superado los 6.000 millones de dólares en octubre, cayó a menos de 4.800 millones en noviembre. Este desarme redujo la demanda privada de “seguros de cambio”, muy altos antes de las elecciones.

A la par, el mercado examinó con lupa el salto de más de 700 millones de dólares en las reservas brutas del último miércoles de noviembre. La lectura predominante fue que no se trató de compras genuinas, sino del aumento de encajes en dólares, originado en la colocación de deuda de la Ciudad de Buenos Aires. Así, el incremento operó como un alivio estadístico, aunque no implicó un fortalecimiento sustantivo del balance del Banco Central.

Más allá del día a día, la mirada de mediano plazo también remodeló las expectativas. El economista Alfredo Romano argumentó que la historia reciente muestra que, bajo administraciones no peronistas, tendió a darse una apreciación del peso. Su análisis apuntó a que el BCRA envió una señal clara: considera que el tipo de cambio actual no está atrasado, sino incluso depreciado. Este diagnóstico, según explicó, se apoya en fundamentos proyectados para los próximos 12 a 24 meses, centrados en dos pilares: superávit fiscal sostenido y superávit comercial robusto.

Para Romano, mientras el fisco continúe absorbiendo pesos y la economía real reciba dólares de manera consistente, la presión tiende a favorecer un peso más fuerte. Solo un shock externo podría revertir esa dinámica.

Desde el Tesoro, diciembre ofreció otra oportunidad táctica. Sin obligaciones relevantes de deuda —menos de 300 millones de dólares en vencimientos—, el Gobierno quedó en condiciones de evitar ventas en el Mercado Libre de Cambios e incluso, según estimaciones de PPI, de aprovechar el momento para comprar reservas. Este giro marcó un contraste con meses anteriores, cuando el Tesoro actuó como vendedor neto de divisas.

De cara al futuro, el ingreso de capitales aparece como un factor decisivo. Romano subraya que la Argentina perdió terreno en Inversión Extranjera Directa durante dos décadas, pero el shock de confianza generado por reformas estructurales podría abrir la puerta a flujos masivos. Sumado a la eventual vuelta a los mercados internacionales —el Gobierno proyecta retomar el rollover de deuda externa en el primer trimestre de 2026—, se configuraría un escenario de abundancia que reforzaría la apreciación del peso.

En ese marco, también pesa la variable geopolítica. La posibilidad de un acuerdo comercial profundo con Estados Unidos y un Estado más eficiente podrían aumentar la competitividad argentina y atraer inversiones directas a sectores productivos.

La conclusión que empieza a instalarse entre operadores y economistas es contundente: el debate dejó de girar en torno al techo del dólar. La nueva discusión es el piso. O, como sintetizó Romano, la economía ingresa en un escenario donde la pregunta central no será cuánto puede subir la divisa, sino cuál será su banda inferior en un contexto de apreciación sostenida.

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