
El calvario de los rehenes de Hamas, contado por Matan Zangauker a un mes de su liberación: “Creí que no saldría con vida”
INTERNACIONALES
Agencia 24 Noticias

La noche en que Matan Zangauker volvió a ver el cielo abierto sobre su cabeza, después de dos años bajo tierra, no creyó que fuera real. Había pasado tanto tiempo en túneles húmedos, rodeado de sombras y ecos, que la idea de libertad se había vuelto una ficción. Su cuerpo aún conservaba las marcas de los golpes, pero su voz, cuando decidió hablar por primera vez ante las cámaras israelíes, se mantuvo firme.
Tenía 25 años cuando fue secuestrado el 7 de octubre de 2023 desde su casa en el kibutz Nir Oz, durante el ataque masivo del grupo terrorista Hamas en el sur de Israel. Aquel día, fue llevado a Gaza en una motocicleta, golpeado por civiles que lo esperaban con palos, piedras y tubos de metal. En su primera entrevista, emitida por Channel 12 News, recordó que lo primero que vio al llegar a los túneles fue el cuerpo de un soldado israelí sin vida. Sus captores le advirtieron que ese sería su destino si intentaba escapar.
Durante los primeros días de cautiverio, fue trasladado junto a otros rehenes, entre ellos Yocheved Lifshitz, también de Nir Oz, quien fue liberada semanas después, mientras su esposo, Oded, murió en manos de sus captores. Zangauker relató que era movido constantemente, de túnel en túnel, y a veces era obligado a permanecer solo. Lo ataban con las manos detrás de la espalda, lo interrogaban como si fuera un soldado y lo sometían a una rutina de humillaciones y carencias. “Decían que no había comida y nos daban media pita. Luego preparaban sus platos con verduras asadas y tomates, y el olor nos llegaba desde el rincón”, contó.
Las noches eran un campo de manipulación psicológica. Los militantes de Hamas entraban en la celda con supuestas noticias de la guerra: decían que el ejército israelí estaba perdiendo, que sus tanques habían sido destruidos. Cuando Matan dudaba de esos relatos, lo golpeaban. “Sabía que eran mentiras, pero no podía quedarme callado”, explicó. Resistir, incluso en las palabras, era su forma de mantenerse en pie.
speranza de sobrevivir (REUTERS/ARCHIVO)
En una ocasión, intervino para frenar una golpiza contra otro rehén y terminó recibiendo los golpes en su lugar. Con el paso del tiempo, entendió que su vida dependía de la negociación. Los captores le repetían que solo saldría libre si había un acuerdo de tregua y que, si el ejército intentaba rescatarlo, los matarían a todos.
Un día, los milicianos descubrieron su apellido. “Llegó el ‘sheikh’ del túnel y me preguntó si era Zangauker. Cuando le dije que sí, me respondió: ‘Tu madre está protestando, ha puesto el país de cabeza’.” Aquella noticia, recordó, lo llenó de orgullo. Einav Zangauker, su madre, se había convertido en una de las figuras más visibles del movimiento civil que exigía el regreso de los rehenes, apareciendo en manifestaciones y frente a las cámaras israelíes. “Saber que ella estaba allá afuera me dio fuerzas”, dijo.
Poco después, notó un cambio en el trato. “Hablaban más conmigo, me daban un poco más de comida, como si me vieran distinto por lo que ella hacía.” Sin embargo, el cautiverio siguió siendo brutal. En una etapa fue llevado a la superficie, disfrazado como civil gazatí, y llegó a caminar por calles cercanas a posiciones del ejército israelí. Durmió en escuelas, hospitales y mezquitas, hasta ser devuelto a los túneles.
Durante la segunda tregua, en enero de 2025, creyó que iba a ser liberado. “Pensé en mi futuro, en cómo sería volver a casa. Fue como un renacer”, dijo. Pero el acuerdo colapsó y la esperanza se extinguió. “Ahí supe que no saldría con vida.”
Finalmente, el 13 de octubre de 2025, en medio de una frágil pausa en los combates, fue liberado junto con los últimos 19 rehenes que quedaban con vida. Dijo que no creyó en la noticia hasta que vio a su madre. “Fue éxtasis puro, un shock total.”
Hoy, un mes después, aún le cuesta aceptar su libertad. “A veces tengo que pellizcarme para saber que estoy aquí”, confesó. Después de dos años de encierro, Zangauker asegura que sobrevivió gracias a una certeza: mientras él estaba bajo tierra, su nombre seguía vivo en la voz de su madre.
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