El Suoem firmó ayer, en el ministerio de Trabajo, un acuerdo con los emisarios del Palacio Municipal: 5 por ciento en noviembre, 5 por ciento en diciembre. La única diferencia, cosmética, que hubo respecto de la anterior oferta, es que en aquella solo el reajuste de noviembre sería remunerativo, mientras que en la segunda ambos tramos lo son.
Es decir, Daniele aceptó, dos semanas después, una oferta igual a la que rechazó antes de que se dictara la conciliación obligatoria. La primera vez, rechazó sin consultar a las bases porque consideró que la oferta era una burla. La segunda, aceptó sin consultar a las bases porque entendió que era lo mejor para el sindicato. De paso, evitó el engorroso trámite de que los municipales de cada repartición se reunieran a discutir si estaban conformes con la oferta y la conducción del conflicto.
En el contexto actual, debe decirse, la recomposición que consiguió el Suoem -que en sus cálculos quedará más de 13 puntos por debajo de la inflación 2024-, no es mala. Sobran ejemplos de sindicatos cuyos representados han perdido más poder adquisitivo durante el año. El problema es el contraste entre las expectativas que generó el gremialista y los resultados que cosechó.
A fines de octubre, Daniele aseguraba que los salarios municipales acumulaban 17 puntos de atraso en lo que iba del año, y que no cerraría un acuerdo por debajo de la inflación. Si a eso se suma un IPC de octubre (publicado en noviembre) de 2,7 por ciento, y una proyección inflacionaria cercana al 3 por ciento para noviembre y diciembre, ese atraso quedaría por encima del 27 por ciento (capitalizando los aumentos). Mientras que la recomposición aceptada es del 10,25 por ciento (capitalizando el aumento de noviembre). Esa es la distancia entre las expectativas con las que llevó a las reparticiones a movilizar y el resultado que les ofrendó.
Ahora bien, está claro que, en el marco de cualquier negociación, una parte demanda más de lo que espera alcanzar para darse un margen de maniobra. El problema en este caso es que, para delegados de variadas reparticiones, el acuerdo no alcanza a cubrir los costos del conflicto.
Daniele pidió a los municipales ir a un extenso plan de lucha y remarcó, una y otra vez, que debía ser “con quite total de colaboración”. Es decir, sin marcar horas extra, ahora denominadas horas “módulo”. Se trata de una novedad dentro de los planes de lucha del Suoem, que habitualmente organizaban asambleas durante el horario de trabajo, pero permitía a los municipales marcar las horas módulo, para que no se perdieran de cobrarlas.
Ahora, en distintas reparticiones se escucha el descontento de municipales que, calculadora en mano, llegan a la conclusión de que lo perdido por horas módulo no percibidas le gana con creces a la recomposición salarial que obtendrán durante los primeros meses del acuerdo.
Para peor de males, sospechan. Porque nadie, después de casi cuatro décadas al frente del gremio, cree que a Daniele le falte muñeca para llevar los tiempos de un conflicto. O que desconozca los plazos por los cuales Trabajo puede declarar una conciliación obligatoria. Pero esta vez el reclamo llegó recién en octubre, exponiéndose a lo que pasó. Trabajo decretó la conciliación, y el municipio terminó acorralando al gremio contra el calendario.
Al otro lado del ring, la Municipalidad cerró el año encarrilando el costo salarial dentro de las bandas que, a su juicio, resultan razonables para poder volcar más de la mitad de sus ingresos a obras y servicios, y avanza en la sanción de un Presupuesto que encorseta en el 45 por ciento las partidas salariales, con el diferencial de haberle ganado la pulseada al Suoem, un activo simbólico para Passerini, que como lo hizo Llaryora, pregona el “fin del cogobierno (con el gremio)” como una de las reformas estructurales que el PJ trajo a la ciudad.
CON INFORMACION DE DIAIRO ALFIL, SOBRE UNA NOTA DE FELIPE OSMAN.