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¿Cómo en el ’89 o como en 2001? El país atrapado en el loop del fracaso

OPINIÓN 20/04/2023 Fernando GONZÁLEZ
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Una discusión alcanza para definir el momento que vive la Argentina en estos días. Los economistas, los analistas financieros y los empresarios debaten sobre si el antecedente más cercano es el crash del 2001 más la mega devaluación de 2002, o si la situación se asemeja más a las dos hiperinflaciones de 1989, 1990 y al Plan Bonex, previos al Plan de Convertibilidad. La conclusión es simple. En cualquiera de las opciones, el país está al borde de otro desastre. El loop permanente del fracaso.

El Frente de Todos vive su propia tragedia, que se traslada al resto de los argentinos porque sucede que están en el Gobierno. Alberto Fernández permanece al costado del poder, como si la inflación (que en abril corre otra vez hacia el 7%); la suba del dólar y el aumento de la pobreza no fueran el producto de su inoperancia. El Presidente escribe un tuit despidiendo como un amigo a Antonio Aracre. “Se que ambos soñamos con un país más justo y seguiremos trabajando para conseguirlo”. Un texto conmovedor para el asesor presidencial al que Sergio Massa acusa de haber armado una corrida cambiaria para reemplazarlo.

 
Cristina Kirchner también transita por sus propios laberintos borgeanos. Mientras el dólar traspasa los 420 pesos y miles de argentinos no pueden llegar o volver de sus trabajos por los paros de colectivos, la Vicepresidenta se pelea con Clarín para definir si es cierto o no que la jefa militar del Comando Sur de Estados Unidos, la generala Laura Richardson, declinó tener una reunión con ella. Como Alberto, Cristina también encadena cronopios políticos que la despeguen de su propio gobierno.

Lo cierto es que Cristina, y con ella todo el kirchnerismo, está preocupada por lo que le dicen las encuestas. Sobre todo, aquellos sondeos encargados por el Instituto Patria. En todas esas mediciones abundan los datos negativos con vista a las elecciones presidenciales y a varios de los comicios provinciales.

Por eso, Cristina ha decidido redoblar el respaldo a Sergio Massa. En medio de la tormenta financiera y la comprometedora escasez de dólares en el Banco Central, acompañarán al ministro de Economía hasta la primera quincena de junio. En ese momento, la Vicepresidenta (al mismo tiempo que Massa) definirán si el contexto económico le permite disputar la candidatura presidencial. Hasta hoy, sigue siendo su única apuesta firme.

Mientras tanto, Cristina (y Massa) aprovecharán el pequeñísimo respiro que les dio la salida de Aracre, a quien llaman sin piedad “el CEO de Alberto”, para ganar tiempo e insistir con dos maniobras de contra ataque político. Empujar al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, a quien acusan de no jugar lo suficientemente fuerte para frenar la escalada del dólar blue.

Y crear el escenario para forzar la renuncia de Alberto Fernández al unicornio azul de la reelección. Este viernes, el Presidente tiene previsto participar de un reunión del Consejo Nacional del Partido Justicialista. Será por eso que el sindicalista de la CTA, el cristinista Hugo Yasky, salió por radio a sugerirle una propuesta.

“Alberto lo que tendría que hacer es aprovechar el próximo Congreso del PJ para decir claramente: Miren señores, me voy a poner con la fuerza que me queda a garantizar que terminemos el mandato sin que nos empujen a un estallido de la economía. Alberto ya está…”, concluyó Yaski. No hay mucho más que explicar. La épica del alberto-cristinismo es llegar a diciembre.

El problema es que la falta de reflejos del Gobierno y de sus funcionarios no ayudan. El miércoles, Alberto Fernández apareció en el municipio bonaerense de Moreno para anunciar la construcción de un parque logístico y un aeropuerto de uso civil. El primerísimo plano del acto mostraba al Presidente sentado delante de un helicóptero, la imagen icónica que acompañó la renuncia de Fernando De la Rúa el 20 de diciembre de 2001.

El detalle no les pasó desapercibido ni siquiera a alguno de sus simpatizantes. En su cuenta de Twitter, el economista Sergio Chouza posteó la foto del Presidente con fondo de helicóptero acompañada de un rezo laico: “Funcionarios, asesores, cuiden la investidura presidencial. Cuiden un poquito a Alberto…”.

La batalla incierta por la Gobernación bonaerense
La novedad es que el temor de Cristina y el kirchnerismo ha bajado al territorio de la provincia de Buenos Aires, allí donde intentarán preservar el territorio político de la catástrofe nacional y conservar las cajas financieras para subsistir si se cumplen los pronósticos de derrota. Los números de los sondeos electorales señalan que la fortaleza del peronismo ya no es inexpugnable.

Un trabajo de Circuitos, una encuestadora especializada el el territorio bonaerense indica que Cristina Kirchner sería derrotada por Juntos por el Cambio en elecciones presidenciales y, peor, que Axel Kicillof también quedaría segundo en la elección a gobernador provincial. Ni siquiera lo podría favorecer una gran performance del candidato que lleve en su boleta Javier Milei ni la particularidad de que los comicios a gobernador no tienen segunda vuelta. Un detalle que siempre auxilió al peronismo.

La estrategia de Cristina fue respaldar la llegada de Sergio Massa al ministerio de Economía para armar una boleta en la que vaya como candidato a presidente, con Kicillof compitiendo por la reelección a gobernador y ella misma como candidata a senadora nacional. En caso de derrota a nivel nacional, seguiría influyendo desde el Senado y tendría el plus de los fueros parlamentarios para aventar el riesgo de la confirmación de su condena a seis años de prisión por fraude al Estado en la causa Vialidad.

De todos modos, Cristina podría contar en la elección bonaerense con la ayuda inesperada de Juntos por el Cambio. El grado extremo de confrontación desatado en la coalición opositora logra hasta ahora que Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal vayan cada uno de ellos con candidatos diferentes. Si llevaran un solo candidato a gobernador, todas las encuestas pronostican que podrían quedarse con la victoria, en la primera vuelta definitoria.

Por eso, hay un grupo de intendentes bonaerenses del PRO (y también algunos radicales) que comenzaron una tarea de concientización para que la coalición cambiemita lleve un solo candidato a gobernador. Dirigentes como el peronista republicano Miguel Pichetto y el diputado Emilio Monzó apoyan esa tesitura y todos creen que el candidato debería ser Diego Santilli, quien ganó en las elecciones legislativas de 2021 y figura al tope en todas las encuestas impulsado por Rodríguez Larreta.

El problema es que Bullrich postula a tres candidatos a gobernador (Néstor Grindetti, intendente de Lanús y ahora a cargo de la crisis del club Independiente; al intendente de Capitán Sarmiento, Javier Iguacel; y al senador provincial Joaquín de la Torre), mientras que Vidal postula al diputado Cristián Ritondo. Ninguna de ellas acepta resignar a sus candidatos para favorecer a Santilli, y con postulantes divididos la posibilidad de arrebatarle la gobernación al peronismo pasaría a ser una utopía.

Hay quienes apuntan a una negociación integral, que incluya las candidaturas en la Provincia y también en la Ciudad de Buenos Aires. En Caba, Rodríguez Larreta sigue apuntalando al ministro de Salud, Fernán Quirós, y a la ministra de Educación, Soledad Acuña, pero las encuestas previas mantienen al frente al primo Jorge Macri, ministro porteño y el preferido de Mauricio Macri.

Allí empieza el juego de las figuritas electorales. ¿Podrá Rodríguez Larreta convalidar a Jorge Macri en la Ciudad si Mauricio respalda a Santilli como candidato en la provincia y se reparten el resto de la candidaturas en una negociación que incluya a los radicales? Con la disputa que mantienen hoy los dirigentes fundadores del PRO, esa posibilidad parece tan difícil como la de lograr una victoria en el territorio bonaerense.

“Estamos demasiados rotos como para tener esa grandeza”, reconoce uno de los intendentes del PRO que trabaja para lograr la fotografía imposible de la unidad opositora. La mayoría espera que, a último momento, un encuentro entre Rodríguez Larreta y Macri pueda al menos reconfigurar un acuerdo de emergencia para restaurar lo que se rompió. Volviendo a Borges, que los una el espanto ya que el amor no es moneda de cambio en la política.

Sino que lo digan los peronistas. En las primera horas del miércoles, mientras los bonos argentinos caían en los mercados futuros y anticipaban otra jornada incierta para la economía, Malena Galmarini retuiteaba un posteo del economista Alejandro Kowalczuk. “Massa se queda hasta el final, porque el final es cuando se vaya Massa”, decía el mensaje que se viralizaba en los despachos del poder político y en las agencias de cambio.

Horas después borraron el mensaje los dos, el analista financiero y la presidenta de AYSA, temperamental esposa del ministro de Economía. Cinco días antes, Kowalczuk había escrito otro tuit interesante, menos viral, pero tan enigmático como certero.

“Me da la impresión que muchos creen que las cosas en política funcionan como en la Play Station. Quiero hacer esto, toco este botón; quiero hacer lo otro, toco este. Así de fácil, todo inmediato y como por arte de magia. La política es ajedrez, no Play Station. Las blancas también mueven”.

La política tiene, en efecto, la complejidad del ajedrez. Y lo juegan muchas veces personas demasiado concentradas en el juego. Tan concentradas que ni siquiera advierten cuando la tormenta está destruyendo todo alrededor.

Fuente: Infobae

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