La “ñata contra el celular”: riesgo de desnutrición emocional en edad tempranas

OPINIÓN María Catarineu*
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A menor edad, mayor es el riesgo de una desnutrición emocional. Las pantallas han puesto en jaque los espacios de encuentro y cuidado más preciados, donde se construye y se nutre el vínculo con nuestros hijos. Desafortunadamente, llegan a sus manitos tempranamente, porque es un objeto que nos pertenece a nosotros como padres.

Así como antes eran los aros, el collar y el cuento que salía por la boca, el celular circula como un juguete, pero no lo es, justamente porque no ofrece la oportunidad del acto creador. Es un objeto teñido de incertidumbre, duda y advertencias, porque le estoy dando a mi hijo una oferta de la que, como adulto, no estoy tan seguro, y eso es un problema. Sería muy extraño que ingresemos en la escena, retirándoles el oso o el librito de cuentos “porque lo ha usado mucho tiempo”.

¿Cuál es el efecto más trágico? Las pantallas en tiempos constitutivos, operan como pantallas para la construcción de la vida interior del pequeño, de la capacidad de conocerse a sí mismo y de apropiarse de los trocitos del mundo, junto con otros. Los cimientos de la espiritualidad y del asombro, se gestan en la tierra fértil del juego simbólico, en las primeras fases de la vida. Esta construcción será la semilla del sentido de trascendencia y de la contemplación de las cosas. Es así como más tarde, irán emanando entre sus brincos, las primeras preguntas filosóficas con sus “porqués”.

Los efectos de la ñata contra el celular y de la desconexión del adulto en los tiempos constitutivos, los vemos los terapeutas en el consultorio, ya que están acarreando problemáticas del desarrollo en edades cada vez más tempranas. Los trastornos en la comunicación, las dificultades en la adquisición del lenguaje y en los aspectos cognitivos, están a la cabecera.

Los tiempos constitutivos

No se puede pensar un bebé sin su mamá, sin su papá, sin una red familiar que lo sostenga amorosamente, desde los tiempos primordiales del cachete con cachete. En una época donde los adultos estamos repletos de pantallas, apuros y exigencias, se hace necesario levantar las banderas de la niñez, para estar a la altura o a “la estatura” de los más pequeños. En esa relación temprana hay mucho que se pone en juego en el vínculo cotidiano de todos los días, porque son tiempos de siembra y constitución del pequeño bebé. Pero ¿qué estará haciendo, cuando arroja algún objeto o se esconde detrás de la mantita? Muchas veces los adultos no relacionamos estos procesos cognitivos, emocionales, psíquicos de salud mental en esas expresiones del bebé, en esos juegos preliminares que van dando cuenta de que hay algo que está construyendo. Pero ¿cuál es la riqueza que despliega esta experiencia de juego?

Jugar es cosa seria

La riqueza primordial es la constitución subjetiva de ese bebe. Sobre esas escenas de juego, el pequeño se irá convirtiendo en un sujeto, donde irá construyendo con el otro, el armado de su yo y el despliegue de todas las áreas del desarrollo. Es por eso que, cuando un niño más adelante arriba a su propio juego, produce una experiencia creadora, esto quiere decir, que desacopla el uso convencional de un objeto, dotándolo de un todo nuevo y distinto. Esto lo vemos en sus laboriosas operaciones mentales, donde transforma la escoba en un brioso corcel, la silla en un auto o la cuchara movediza en un avión. Desde el “cu-cú” hasta el arribo al juego de las escondidas, se van dando una serie de procesos y construcciones que no ocurren porque el tiempo pasa y el pequeño cumple meses y años. Para que todo esto suceda, es fundamental la presencia de un adulto que sostiene, ofreciendo un lugar para que estos despliegues se den. Es por eso que, el acto creador del juego, es secundario a una escena primaria, en donde un niño fue jugado por otro.

¿Soledad o capacidad de jugar a solas?

Cuando un niño juega lo vemos contento y esto quiere decir contenido. Ya lo decía Winnicott, pediatra inglés, quien realizó un estudio acerca de la capacidad individual para estar a solas y afirmó que esta capacidad constituye uno de los signos más importantes de madurez dentro del desarrollo emocional. Esta capacidad, es susceptible de presentarse y construirse en las primeras fases de la vida. Si bien es un fruto que se va recogiendo por distintas experiencias, solo una de ellas es fundamental y se basa en una gran paradoja que es; estar a solas en compañía. Esto se refiere a cuando el pequeño está a solas y la mama o el papa están con él. Esta presencia puede estar representada momentáneamente por el ambiente familiar o el entorno conocido. Pero solo hay una advertencia muy importante: de no darse en grado suficiente, esto impide el desarrollo de esta capacidad. Las pantallas desde edades tempranas y sostenidas en el tiempo pueden impedir el desarrollo de esta capacidad, causando un estado de abandono. ¿Es lo mismo si estamos presentes con nuestro celular en la mano? No, porque nuestro rostro brilla por su ausencia. Entonces, la escena se divide, hay un adulto desconectado y un niño en estado de soledad. ¿Dónde quedó escondida nuestra capacidad de escucha y el asombro frente a las cabriolas de nuestros pequeños?

Chesterton decía que “con cada niño, el mundo se pone a prueba” Si nosotros, los adultos, somos el mundo de ese niño: ¿nos estará pasando lo que decía Cortázar en su Rayuela que, como hemos salido de la infancia, se nos olvida que, para llegar de la Tierra al Cielo, se necesitan como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato? ¿Dónde quedó escondido nuestro juego?

 

 

* Para www.infobae.com

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