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El dengue bate récords en Brasil: el mosquito transmisor conquista el sur gracias al cambio climático

INTERNACIONALES 22/12/2022 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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En Blumenau, una colonia de inmigrantes alemanes en el sur de Brasil, es más fácil ver araucarias que palmeras. Lejos del cliché tropical, los habitantes de esta ciudad del estado de Santa Catarina, con su Oktoberfest, sus inviernos frescos y el aire europeo de las calles, hasta hace poco no sabían lo que era convivir con el fantasma del dengue, una enfermedad de latitudes más calurosas. Pero en el último año la ciudad vive una epidemia, igual que otras, como Joinville o la propia Florianópolis, la capital del estado, donde el temor al mosquito Aedes aegypti, principal vector de transmisión, hasta no hace mucho tiempo sonaba a algo exótico.

Las abundantes lluvias del último año y el aumento de las temperaturas han hecho que Brasil viva una explosión de casos de dengue. Según los datos más recientes del ministerio de Salud, de mediados de diciembre, en lo que va de año se detectaron 1,4 millones de casos probables en todo el país, un 168% más que en 2021. La enfermedad acabó con la vida de 980 personas, el peor dato en seis años, y si las proyecciones se confirman, este año Brasil podría superar los mil muertos, algo que no pasaba desde los años 80, cuando la enfermedad “reapareció” y empezó a ser más frecuente.

Fiebre repentina, dolores musculares en las articulaciones y manchas por el cuerpo son los síntomas más comunes para una enfermedad que aún no tiene tratamiento y que en sus variantes más graves, como el dengue hemorrágico, puede provocar la muerte. En el último año, la mayoría de casos se concentra en la región sur y centro-oeste, nuevas fronteras para una patología que está avanzando hacia zonas más templadas de la mano del cambio climático, como explica por teléfono Cláudia Codeço, coordinadora de Infodengue, un sistema de alertas impulsado por la Fundación Oswaldo Cruz y la Fundación Getúlio Vargas y apoyado por el ministerio de Salud: “Vemos una expansión a estados del sur que no tenían historial de dengue, como Santa Catarina y Rio Grande do Sul. Es muy preocupante porque llega a municipios sin experiencia y con una población totalmente susceptible”.

En Blumenau, como en otras ciudades del sur, las autoridades locales están improvisando a toda prisa centros de atención y campañas de concienciación para que la población no deje agua estancada en patios y jardines que faciliten la reproducción de los mosquitos. El verano acaba de empezar y la tendencia es a empeorar, como asumía hace poco el secretario de Salud de la ciudad, Marcelo Lanzarin. “Las temperaturas elevadas del verano y las lluvias pueden hacer que los huevos contaminados de los mosquitos de febrero, marzo y abril puedan eclosionar ahora. Tenemos que estar atentos”, decía el mes pasado a la prensa local.

Al margen del cambio climático a nivel macro, los cambios a pequeña escala inciden tanto o más en la propagación del Aedes aegypti, que además de dengue también transmite zika y chikungunya. Un aumento repentino de la deforestación que provoque un cambio en el microclima de un valle, o el eterno problema del agua residual no tratada y que corre a cielo abierto por los barrios más pobres de Brasil también son factores determinantes.

El actual pico de casos, explica Codeço, también tiene que ver con la resaca de la pandemia del covid-19. Los mecanismos de vigilancia sanitaria se volcaron con el coronavirus y bajaron la guardia con el dengue, y además, la circulación de personas, que en el último año volvió a índices pre-pandemia, también facilita el contagio.

La batalla se da sobre todo en los ayuntamientos, de donde parten los fumigadores o los agentes que vigilan que las casas no tengan focos de reproducción del mosquito, pero el “desmonte” de las políticas públicas del Gobierno Bolsonaro en los últimos años tampoco ayuda, admite la especialista. Las campañas de concienciación a nivel nacional, que marcaron a generaciones de brasileños y formaban parte del paisaje del verano, desaparecieron del mapa. Algo similar ha pasado con el poco énfasis dado a las campañas de vacunación, que junto con la retórica anti-vacunas del actual presidente han hecho caer los índices de cobertura vacunal entre los más pequeños.

Una vacuna contra el dengue todavía es un sueño. La que hay disponible en la actualidad no se puede aplicar a mayores de 45 años y solo sirve para quien ya se contagió al menos una vez. No se puede aplicar a gran escala. Además, no está disponible en el sistema público de salud, lo que la hace inaccesible a la mayoría de la población (son tres dosis y cada una cuesta una media de 250 reales, 48 dólares o 36 euros). Mientras no llega la inyección definitiva, los especialistas piden seguir poniendo el foco en la prevención. Codeço y su equipo ya trabajan con colegas de Paraguay y Argentina para desarrollar un sistema de inteligencia colaborativo para monitorear el aumento de los casos en la triple frontera, donde están las famosas cataratas de Iguazú, una zona especialmente sensible por su movimiento turístico y comercial.

A medida que pasen los años y las temperaturas vayan aumentando, el problema se irá desplazando hacia el sur. “En Buenos Aires ya hay transmisión de dengue, lo que pasa es que no es persistente, porque cae con el frío y después vuelve. Pero la tendencia es que permanezca en temporadas más largas conforme el clima vaya cambiando. Hay que estar atentos, porque el panorama va a cambiar”, advierte la especialista en medicina tropical. “Una vez llega, el mosquito no se va”.

Fuente: El País

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