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Neonatal: las cinco pistas que para la Justicia complican a Brenda

POLICIALES 11/09/2022 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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Hay cinco grandes pistas sobre las que el fiscal Raúl Garzón se basa para mantener detenida a la enfermera Brenda Agüero, presunta autora material de al menos dos de las muertes que ocurrieron en el Hospital Materno Neonatal entre marzo y junio pasado. Está imputada por la muerte de Angeline Rojas, con apenas seis horas de vida, y de Melody Molina, de 18 horas, ambas nacidas el 6 de junio. La autopsia de estas bebas arrojó exceso de potasio incompatible con la vida, y a Brenda se la acusa de “homicidio calificado por procedimiento insidioso”.

Hay, además, otros tres bebés muertos de forma inexplicable, sin autopsia hasta el momento. Otros ocho lograron sobrevivir gracias a la asistencia médica, aunque algunos quedaron con secuelas. El hecho de que se acumulen las pruebas que complican a la enfermera no quita la cadena de responsabilidades de funcionarios –iniciando por el exministro Diego Cardozo hasta llegar a la exdirectora Liliana Asís- que podrían haber intervenido antes, a los fines de evitar al menos algunas de esas muertes. Esta semana Garzón definiría al menos una decena de imputaciones adicionales.

LOS INDICIOS
Las pruebas que analiza el equipo de Garzón son “indiciarias”. No se busca a “alguien que la haya visto”, porque eso indicaría encubrimiento, sino datos y testimonios indirectos. Y la tarea judicial será conectarlos con lógica y sin errores, de modo de probar los hechos. Hay cinco en análisis.

Día y hora. La primera pista tiene que ver con las planillas de horarios de enfermería. Los 13 casos sucedieron en ocho días diferentes y en esos ocho días Brenda estuvo presente. En el turno mañana de obstetricia, el plantel va de ocho a 10 profesionales, según el mes. Si bien Brenda trabajaba siempre de 6 a 14, no lo hacía siempre los mismos días, porque las guardias no son lineales, es decir, no van todas las semanas de lunes a viernes. A veces los francos tocan en la semana; cada tanto, en sábado y domingo. No es la única sobre la que recae esta coincidencia (hay al menos tres en esta condición), pero sí es la única que asienta lo sucedido en las historias clínicas con un nivel de detalle y precisión que hasta asombró a los investigadores. Hay cámaras en el hospital (no en la sala de partos) que también aportarían indicios de quiénes entraban y salían de las diferentes zonas.

Meticulosidad. Esa exactitud es, justamente, la que da la segunda pista, ya que la convertiría en sospechosa a ella y no a la otra enfermera y a un enfermero que también estuvieron esos ocho días. Escribía con un lenguaje técnico y un léxico clínico muy atinado lo que les sucedía a los bebés y qué procedimiento se había aplicado en cada caso. Atención a este dato, porque no sólo la centraría como sospechosa sino que estaría vinculado a la cuarta línea de indicios que sopesa la Justicia.

No hubo más casos. El tercer indicio tiene que ver con un hecho fáctico, no excluyente pero sí muy relevante. Después de aquella fatídica guardia del lunes 6 de junio, en la que hubo cuatro ataques a bebés (dos murieron y dos se salvaron), las autoridades del hospital pidieron la intervención del nivel central del Ministerio. Genoveva Ávila y Marcela Yanover, directoras de Enfermería y de Maternidad e Infancia, respectivamente, hacen una primera ronda de entrevistas. Brenda va a trabajar el martes 7 y el miércoles 8 de junio, días en que la maternidad estaba revolucionada por las denuncias judiciales que les siguieron a esas muertes. Después fue licenciada, y cuando se le acabó la licencia ordinaria por vacaciones, pasó a estar dispensada. Hubo 23 trabajadores en esa situación, pero todos fueron regresando, excepto Brenda, sin que se hayan producido nuevos casos de bebés con pinchazos.

Fue probando. La cuarta pista está ligada a su expertise. La hipótesis es que no inyectó siempre potasio y que, en las diferentes intervenciones, fue aplicando diferentes dosis. Incluso no se descarta que haya inoculado dos veces a los bebés, no en forma simultánea. En el caso de Uma, del 18 de marzo, una presunción es que haya sido un psicotrópico, porque la beba tenía compromiso neuronal profundo hasta el segundo día en terapia, y al cuarto se fue sin secuelas, como si hubiera pasado el efecto o se le hubiese administrado otra cosa que revirtiera lo primero.

En las muertes de Francisco, Benjamín e Ibrahim, no hay autopsia, por lo que no se sabe si fue potasio. En las de Angeline Rojas y Melody Molina, de junio, sí lo fue porque así lo indica la autopsia. Hay dos casos ese 6 de junio que sobrevivieron: Pilar, la nena que fue salvada justo porque se dieron cuenta que era potasio y lo revirtieron, pero con Melody T., cuyo potasio era normal, creen que fue insulina. Las convulsiones del presente se explicarían por eso.

El potasio inyectado por vías periféricas, según los especialistas, provoca la muerte en 50 minutos, una hora. Pero si se administra en bajas dosis, puede desencadenar la insuficiencia cardíaca después de varias horas, que es lo que podría haber sucedido con Melody Molina. Este caso sucedió casi cuatro meses después del primero y despistó a muchos, que llegaron a pensar incluso que actuaba con un cómplice en el turno tarde. Hoy se presume que buscó causar los efectos fuera de su horario laboral.

Era la que avisaba. La quinta pista se asienta en el relato que ofrecieron los profesionales que participaron de esos partos o que compartieron piso con Brenda. Algunos declararon en la investigación interna que encabezó el Neonatal a través de su Comisión de Seguridad del Paciente; otros hablaron ante el ahora exvicedirector Alejandro Escudero Salama, otros declararon ante Garzón. Algunos hicieron las tres cosas. Varios fueron citados por el fiscal y varios se acercaron por iniciativa propia.

El relato tiene un denominador común y asombroso: en al menos cuatro partos, fue Brenda la que advirtió que un bebé estaba mal y fue ella la que dio aviso a las médicas neonatólogas de esa situación. Como si tuviese una percepción muy aguda para detectar un quejido, soplido raro o color diferente en el recién nacido que rompiese la normalidad, un sexto sentido que la colocara en el lugar de heroína, una llamativa capacidad para advertir la anomalía, incluso por encima de las profesionales designadas para ese fin.

Es como si buscara que la reconocieran a ella, una enfermera de obstetricia que tiene por función atender a las mamás, pero que igual se daba cuenta de que algo les pasaba a los bebés.

Incluso la neonatóloga C., cuando la beba Angeline se descompensó de forma inexplicable y no la podían recuperar, la escuchó decir a Brenda: “¿Vieron que ustedes los médicos no se las saben a todas?”

“Parecía desafiante”, reconoció otra a este diario. Eso está documentado que ocurrió al menos con Uma el 1 de mayo; Isabella, el 26 de abril; Gino, el 1 de mayo, y Angeline, el 6 de junio. Sería una prueba contundente para la Justicia, que entiende que estaba en condiciones de avisar porque era ella la que habría desencadenado el episodio.

OTRAS HIPÓTESIS DESCARTADAS
Cuando Brenda declaró el miércoles, sin responder preguntas, involucró a una compañera con carpeta psiquiátrica en las maniobras de reanimación que, a su entender, no estaba en condiciones de asistir a los bebés. Eso sería desechado por la Justicia, que entiende que la inoculación fue previa e independiente de quién participara del RCP de los bebés.

Este diario habló, con reserva de identidad, con al menos 15 personas que tuvieron alguna intervención en los hechos que se relatan. Todos coinciden en que primero pensaron en una falla en el lote de la vitamina K; con los pinchazos en Isabella y Gino imaginaron que podía haber jeringas sueltas, insectos o hasta alacranes, hasta que el 6 de junio no quedaron dudas de que el exceso de potasio estaba matando a una beba, Pilar, y lo lograron revertir.

Ninguno pensó hasta el lunes 6 en la intencionalidad, pero con los hechos consumados los hilos se fueron uniendo. Dos enfermeras cuentan que Brenda no participaba nunca del desayuno, momento “casi sagrado” de pausa entre colegas, y creen que ahí, sola, podría haber actuado en la sala de neonatología.

Ahí estuvo el bebé Francisco Cáceres, cuya mamá estaba en quirófano por cesárea y no ingresó al Centro Obstétrico. Francisco tenía Apgar de 9-9, 3,260 de peso y falleció. Fue el 18 de marzo, el primero de la serie más trágica de la salud pública cordobesa: cinco bebés sanos que murieron de manera inexplicable.

Fuente: La Voz del Interior. Nota de Laura González

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