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Schiaretti presidente, una apuesta de ahora o nunca

POLÍTICA 28/09/2021 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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Juan Schiaretti vive en un mundo extraño. Es un peronista histórico que gobierna la provincia más antikirchnerista del país. Sin embargo, es el político con mejor imagen en el distrito y su gestión tiene altísimos niveles de aprobación. Lidera una fuerza -Hacemos por Córdoba, sucesora de Unión por Córdoba- que no ha dejado de ganar las elecciones locales desde 1998 hasta la fecha. Junto con el fallecido exgobernador José Manuel de la Sota lideraron la que, probablemente, haya sido la más exitosa regla sucesoria que haya visto el país. Es altamente probable que esta regla se mantenga luego de 2023, aunque con otros nombres.

Y, no obstante tantos éxitos acumulados, su futuro político formal es, cuanto menos, delusorio. Impedido de una nueva reelección solo le queda el retiro o, algo improbable, aspirar a una diputación nacional para mantenerse en el candelero político. Demasiado poca cosa para alguien con tanto prestigio a cuestas. Tampoco puede darse el lujo del expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti quién, amén de su alejamiento de los cargos públicos, sigue brillando como influyente intelectual y periodista. El gobernador es, ante todo, un gestor, alejado espiritualmente de los grandes conceptos filosóficos o del mundo del pensamiento político.

Desde el punto de vista institucional es un desperdicio en toda la regla. La Argentina tiene pocos dirigentes equiparables a Schiaretti, que combinan eficiencia y popularidad. Y en el peronismo, especialmente, casi no existen casos de aquellos capaces de mantenerse vigentes en territorios hostiles al imaginario del movimiento fundado por el general Perón.

 
Es por ello que muchos en el justicialismo, no solo en el cordobés, se preguntan que hacer con él. Es claro que intentar llevarlo a la jefatura del partido nacional sería una empresa vacua, al menos mientras Cristina Fernández continúe detentando el actual nivel de predicamento. Tampoco sería una iniciativa productiva: hace tiempo que el PJ es una estructura cooptada por la billetera del gobierno federal y el progresismo ideológico que, nominalmente, postula el planeta K. Con el estatus quo vigente, para Schiaretti sería algo así como presidir una fuerza cuyo propósito es completamente ajeno al de su conductor.

Las opciones, por consiguiente, no son muchas: asumir un rol de consultor emérito para el peronismo no K o fugar hacia adelante, adelantando pretensiones presidenciales. Esta última es la que se pretende desde dentro del PJ provincial y algunos sectores empresarios, seguramente con el guiño del propio interesado.

¿Tiene alguna posibilidad Schiaretti de disputar, seriamente, la presidencia de la Nación? Es una pregunta sin respuestas taxativas pero que permite formular algunas reflexiones. Solo una cosa es segura: es ahora o nunca.

Hasta 2019 era común aceptar que el electorado argentino se dividía en tres tercios: uno kirchnerista, el otro de centro – centro derecha (Cambiemos) y el restante compuesto de un fluctuante filo peronismo. Por entonces, un grupo de reputados dirigentes el PJ militaban activamente en esta última opción, el gobernador de Córdoba entre ellos. La negativa del veleidoso Roberto Lavagna de dirimir suertes en las PASO de aquel año y la designación de Alberto Fernández como candidato por parte de Cristina desarmó el incipiente armado de tal espacio. La postrer historia es conocida: Miguel Ángel Pichetto migró hacia las filas macristas, Sergio Massa a las del Frente de Todos, Lavagna continuó medrando en su cada vez más menguado regnum y Schiaretti consolidó su particularismo provincial.

En la actualidad los tercios electorales parecen haber desaparecido, al menos en lo que respecta a los últimos resultados electorales. El kirchnerismo se encuentra severamente impactado por la crisis económica y por los desmanejos del presidente Fernández. La coalición opositora se ha visto afianzada tras haber mantenido internas en diferentes distritos y todo indica que, en noviembre, tendrá una performance similar o mejor que la logrado el 12 de septiembre. Esto supone que, si efectivamente Schiaretti se propone ser presidente, tendrá que optar por dos alternativas: o disputar el poder dentro del PJ para arrebatárselo a los Kirchner o integrarse dentro de Juntos por el Cambio como una especie de candidato de unidad nacional, una “gran Pichetto” pero con mayor peso gravitacional y mayores chances de éxito.

Esta hipótesis sería del agrado de muchos opositores y de buena parte de la opinión pública, hastiada del cacareo de la grieta. Si el cordobés encabezara una entente amplia entre peronistas republicanos, macristas y radicales proporcionaría una bocanada de aire fresco a una cultura política empantanada en un debate siempre polarizado pero de escasos logros concretos. El problema es que muchos dentro de JpC se perciben en el mismo e hipotético rol del gobernador, Horacio Rodríguez Larreta y Alfredo Cornejo entre ellos. Aceptar la candidatura de Schiaretti representaría para ellos una postergación sine die de sus propios sueños presidenciales, amén de otros reconocimientos difíciles de digerir para cualquiera que haya postulado, durante tanto tiempo, la sinonimia entre peronismo y kirchnerismo.

Tampoco es claro que el propio interesado pretenda tal cosa. Una jugada semejante solo podría ser calificada de exitosa si, tras él, muchos otros compañeros decidieran seguirlo. No hace falta decir que el proyecto se truncaría prematuramente si esto no sucediese. Y, justo es prevenirlo, no parece que, por el momento, vaya a producirse una desbandada desde el Frente de Todos. La llegada al gabinete de Juan Manzur pretende, precisamente, operar como dique de contención a este tipo de desvíos.

Todo indicaría, por consiguiente, que si en verdad el gobernador pretendiese exportar el “modelo cordobés” -tal es el latiguillo de sus seguidores- al plano nacional el expediente más directo sería disputar el liderazgo del PJ para reemplazar el sello de los Kirchner por el republicano. Es una transmutación que se antoja compleja, especialmente en el territorio del conurbano bonaerense, pero que plantearía dentro de este partido, por primera vez desde 2003, una alternativa realmente ideológica a la encrucijada populista en que se encuentra sumido. Hasta el presente solo han existido escarceos de este tipo de epopeyas, sin consecuencias prácticas.

Si Schiaretti optase por esta vía sólo le quedarían dos años para intentarlo. La esperable derrota del Frente de Todos en la legislativas obraría como bandera de largada a sus propósitos. A partir de tal hito comenzaría a reclutar a aquellos dirigentes que, en el pasado, optaron por diferenciarse de los K para, luego, dirigirse hacia el propio corazón de la fuerza. Sería una ocupación de tiempo completo que, posiblemente, adelantaría también el debate por su sucesión dentro de la provincia.

¿Tendrá la voluntad de hacerlo? Es cierto que en 2019 muchos supusieron que había llegado la hora pero el gobernador, prudentemente, optó por respetar el mandato que acababan de darle sus coterráneos. Además, las promesas de moderación de Fernández generaron la ilusión colectiva de que, en adelante, los K abandonarían sus costumbres autoritarias. Quizá, e irónicamente, esta sea su mejor chance de cara al 2023: recuperar el compromiso de moderación y racionalidad que el presidente abandonó prematuramente debido a su impericia y a su falta de poder. El peronismo podría encontrar en Schiaretti, ahora sí, quien mejor ejecutara en los hechos aquella frustrada receta electoral.

Fuente: Alfil Diario

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