


Cuando la candidatura de Juan Schiaretti estaba todavía en los planes, el exgobernador habría pedido dos cosas a su sucesor para dar el paso adelante: sumar apoyo a la gestión municipal y evitar la fractura. La primera demanda habría tenido respuesta. En torno a la segunda, las versiones resultan contrapuestas. Mientras altos funcionarios del Centro Cívico aseguran que se buscó contener a Natalia, la propia diputada desmiente que así haya sido. Y hasta agrega que, llegado el caso, encausar la relación política no es una tarea para abordar sobre el filo de la campaña, en función de las urgencias electorales.
Hoy, a 72 horas del cierre de listas, y con la diputada lanzada, al oficialismo de poco le vale desgastarse en el revisionismo de lo que pudo haber sido. Por el contrario, la atención está puesta en el futuro inmediato: la campaña.
Natalia tiene dos activos para trocar por votos en octubre: un apellido tan grande como el de su casi seguro competidor, y un archivo reciente cosechado en la Cámara de Diputados donde fue mucho menos concesiva que el oficialismo provincial con la Casa Rosada. En la columna del debe, seguramente se dolerá durante los próximos meses de aquella ingrata guitarreada con el expresidente.
Schiaretti, por su parte, es el gobernador más votado de la historia de Córdoba, conserva amplios márgenes de aceptación, y espera -con buenos fundamentos- contar con el alineamiento total de las estructuras. Lo que implica velar por que ninguna oveja se aparte del rebaño, o caiga en la tentación de promover una candidatura diferente.
Esa será una de las tareas del oficialismo provincial. Evitar filtraciones en la estructura para conseguir una disciplina sin fisuras hacia el candidato del Centro Cívico.
Adicionalmente, se habla de un pedido expreso del schiarettismo al Gobierno Provincial de cerrar el apoyo de un significativo grupo de intendentes radicales, de los que quedaron huérfanos de candidato cuando estalló la interna radical.
Si finalmente Rodrigo De Loredo no acepta el tercer lugar en la lista libertaria, es de esperarse que una porción ampliamente mayoritaria de los intendentes boina blanca, que no se referencia en Ramón Mestre, elija respaldar, subrepticiamente, a la boleta de Provincias Unidas, siendo la gestión provincial la única que les puede ofrecer algún apoyo.
Pero esto no colmaría las expectativas del exgobernador. En el schiarettismo quieren intendentes radicales dispuestos a jugar por el candidato a cara descubierta. Además, se descuenta, los recursos para la campaña no deben escasear.
Debe remarcarse que, en “on”, los schiarettistas aseguran que no hay ninguna necesidad de ajustar la marca a los dirigentes del oficialismo, porque todos cerrarán filas en torno a la boleta de Hacemos si es el exgobernador el que ocupa el tope de esa lista. En cualquier caso, las ofertas más irresistibles suelen ser la que además de incentivar, disuaden.
En la otra esquina, el delasotismo disidente que comanda Natalia está confiado. Hablan de un piso por encima de los dos dígitos, un escenario que bien podría preocupar a la boleta del Panal. Especialmente, si al otro lado espera una boleta libertaria con Luis Juez a la cabeza. Hipótesis que nadie se anima a descartar.
CON INFORMACION DE DIARIOALFIL.









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