Importaciones en alza, producción en caída: el cierre de Whirlpool expone la reconfiguración del mercado de electrodomésticos

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • El cierre de la planta de Whirlpool visibiliza la caída histórica de la producción local de electrodomésticos.
  • La industria manufacturera retrocedió 4,4% desde el inicio de la actual gestión.
  • La apertura importadora empujó un aumento de hasta 924% en el ingreso de lavarropas.
  • Los precios de electrodomésticos crecieron muy por debajo de la inflación, favoreciendo al consumidor.
  • El sector perdió más de 1.300 empleos en un año y medio.
  • La discusión económica se centra ahora en productividad y tecnología para sostener la producción nacional.

El reciente cierre de la planta de Whirlpool en Pilar volvió a encender las alarmas sobre la profunda transformación que atraviesa el sector de electrodomésticos en el país. La decisión de la multinacional estadounidense, que implicó el despido de 220 trabajadores y el abandono de su plan de fabricar 300.000 lavarropas anuales, se convirtió en un símbolo de un fenómeno más amplio: el derrumbe de la producción local frente al avance arrollador de las importaciones.

El impacto del boom importador se refleja con claridad en los datos oficiales. Según el INDEC, la industria manufacturera acumula una caída del 4,4% desde que Javier Milei asumió la Presidencia y un retroceso del 4,1% respecto de noviembre de 2024, cuando se verificó el pico de actividad bajo la actual gestión. Desde aquel punto, solo tres de las diez divisiones más relevantes del Índice de Producción Industrial registraron mejoras. Entre los sectores más golpeados aparecen los textiles, con una baja cercana al 20% en comparación con finales de 2024; los metales, con una merma del 13,4%; la industria automotriz, que retrocedió alrededor del 9%; y maquinaria y equipo, con una caída del 8%.

Es justamente en esta última categoría donde se incluye la fabricación de aparatos de uso doméstico, núcleo del mercado de electrodomésticos. Un informe de la consultora Analytica advierte que la producción del rubro se encuentra en “mínimos históricos”, un 23% por debajo del promedio registrado entre 2016 y 2023 —excluyendo el año de la pandemia—. A diferencia de otros sectores donde la contracción se explica por la baja demanda interna, en este caso la causa es distinta: la liberalización comercial.

Analytica señala que, pese a una reciente desaceleración vinculada al freno del crédito y a la debilidad de la actividad económica, la demanda de electrodomésticos se encuentra en niveles máximos desde 2020. Esto se explica por dos factores: la expansión previa del crédito al consumo y la importante baja de precios relativa impulsada por la apertura importadora. De hecho, entre enero y octubre de 2025, las importaciones de heladeras crecieron 387,1% y las de lavarropas lo hicieron 924,2% frente al mismo período del año anterior. En otras palabras, los productos del exterior abastecieron —prácticamente en su totalidad— la demanda interna.

Este fenómeno tuvo consecuencias visibles en los mostradores. En la Ciudad de Buenos Aires, el precio promedio de los electrodomésticos aumentó apenas 78,4% desde noviembre de 2023, frente a una inflación que trepó 259,3% en el mismo periodo. Ese abaratamiento relativo del 50% convirtió al rubro en uno de los de mayor caída real dentro de los bienes durables. Para el consumidor, la ecuación fue favorable.

Pero la contracara es la producción y el empleo. La Secretaría de Trabajo informó hace algunas semanas que el sector perdió 1.316 puestos entre el último trimestre de 2023 y el primero de 2025. Empresas nacionales como Visuar —que había apostado por ampliar su capacidad instalada en 2022, en un contexto de mayores controles— reconocen hoy que, aun con un mercado que mostró cierta recuperación, la mayor parte del crecimiento se la llevan las importaciones, en especial en segmentos como heladeras y lavarropas.

La salida de Whirlpool profundizó esa tendencia. La compañía había inaugurado su planta de Pilar en 2022 con una fuerte apuesta exportadora: esperaba colocar en el exterior el 70% de su producción. Sin embargo, la imposibilidad de sostener la competitividad y el ingreso masivo de productos importados —en particular de origen chino— terminó por desmoronar el proyecto. A partir de ahora, su presencia en el país quedará reducida a la comercialización de productos importados y a servicios de postventa.

El caso plantea un dilema central para la política industrial. Mientras los consumidores acceden a productos más baratos, la estructura productiva local se contrae. Diversos economistas advierten que el debate debe centrarse en la productividad, los procesos y el nivel tecnológico de las empresas del sector, con el objetivo de evaluar hasta qué punto la apertura comercial puede convivir con la preservación del empleo y el desarrollo industrial.

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