Se iba a poder pagar en dólares desde el pan hasta la carne: qué pasó con el ambicioso plan de Caputo

ECONOMÍA Abigail Luna*
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Al asumir, el presidente Javier Milei se comprometió a transformar la economía mediante una "competencia de monedas" que permita al peso y al dólar coexistir en las transacciones cotidianas. El bimonetarismo se convertiría así en una de las banderas del mandatario y de su entorno, presentándose como una herramienta para estabilizar la economía, aprovechar los dólares ahorrados y dinamizar sectores clave como los comercios, inmuebles y el turismo.

La visión era clara y puntual: los comercios podían exhibir sus precios en pesos y en dólares, y los consumidores serían quienes decidan en qué moneda abonar, tanto en efectivo como con tarjetas o mediante billeteras virtuales. No obstante, a más de un año de aquel momento, la implementación del bimonetarismo parece haberse desvanecido en el tiempo o, al menos, estar avanzando a paso muy lento, con pocos casos concretos. Aunque, las recientes declaraciones del ministro de Economía, Luis "Toto" Caputo, son optimistas, la reticencia de los consumidores –como las limitaciones operativas de los negocios– son un gran obstáculo a tratar.

Precios en dólares en los comercios: un plan con bases, pero poca tracción

Al terminar el año 2024, el Gobierno sentó las bases legales como para darle paso al bimonetarismo, arrancando por la derogación de la Resolución 7/2002, que prohibía exhibir precios en moneda extranjera, abriendo paso a que los comercios puedan mostrar valores en pesos y dólares. También, el Banco Central comenzó a permitir, desde febrero de este año, el pago en dólares con tarjetas de débito y códigos QR interoperables, mientras que la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) estableció el tipo de cambio oficial para facturas en dólares.

Estas modificaciones apuntaron a sectores donde los precios ya estaban dolarizados, casi normalizados, como en electrodomésticos, autos e inmuebles, pero también buscaba extenderse a los comercios minoristas.

Pese a este marco normativo y aval gubernamental, la adopción del bimonetarismo es, hasta el día de hoy, limitada. En marzo, algunos relevamientos del sector comercial mostraron un interés prácticamente nulo por parte de los consumidores en adaptar este modelo, lo que terminó desincentivando a muchos negocios a implementar el sistema. La falta de demanda, sumada a las dificultades del usuario como, por ejemplo, la necesidad de tener una cuenta bancaria en dólares y la adaptación de estos sistemas de pago, relegó el bimonetarismo a una promesa que aún no logra consolidarse en la vida cotidiana de los argentinos.

Comercios pioneros: casos reales, pero excepcionales

Aunque el bimonetarismo no se generalizó, algunos comercios dieron algunos pasos concretos para adoptarlo, especialmente en sectores donde el dólar ya tiene un rol preponderante. En Rosario, la cadena de electrodomésticos Musimundo comenzó a exhibir precios en pesos y dólares en sus sucursales desde febrero de este año, permitiendo pagos en dólares mediante tarjetas de débito y QR. Según fuentes de la empresa, esta medida responde a la demanda de clientes que buscan aprovechar dólares blanqueados tras el sinceramiento fiscal.

En Buenos Aires, la carnicería boutique La Pampa, ubicada en Palermo, implementó un sistema similar, aceptando pagos en dólares en efectivo o digitales para cortes premium, con precios fijados al tipo de cambio vendedor del Banco Nación. "Es una forma de atraer a clientes con ahorros en dólares, aunque la mayoría sigue pagando en pesos", explicó su gerente en una entrevista con La Nación.

En el sector automotriz, concesionarias como Toyota Liniers en Capital Federal y Ford Al Río en Mendoza adoptaron el bimonetarismo para la venta de vehículos, mostrando precios en ambas monedas y aceptando pagos en dólares depositados en cuentas CERA. Estos casos muestran que este sistema encuentra terreno fértil en rubros de alto valor, pero no en los pequeños negocios de concurrencia casi cotidiana. Kioscos, almacenes y supermercados, por ejemplo, siguen operando exclusivamente en pesos, ya que la demanda de pagos en dólares es casi inexistente y los costos de adaptación superan los beneficios.

Luis Caputo volvió a poner la medida sobre la mesa

En los últimos días, durante las Reuniones de Primavera del FMI y el Banco Mundial en Washington, el ministro de Economía volvió a poner el bimonetarismo en el centro de la agenda. En un seminario organizado por JP Morgan, ante inversores internacionales, el funcionario anunció que el Gobierno presentará nuevas medidas para fomentar el uso de dólares en la economía. "En las próximas dos semanas vamos a estar anunciando medidas para fomentar el uso de dólares, que van a sorprender", afirmó. Aunque no detalló las iniciativas, su declaración sugiere un esfuerzo por acelerar la adopción del bimonetarismo, posiblemente mediante incentivos para comercios o facilidades para pagos con tarjetas de crédito en dólares, proyectados para fines de este año.

Esta semana, Caputo reiteró que se apunta hacia una utilización más cotidiana del dólar como moneda en el país: "Queremos ver que haya remonetización en dólares", señaló. Y dijo, enigmático: "Vamos a estar anunciando alguna medida que va a sorprender, que va a fomentar mucho el uso de los dólares. Van a circular más dólares".

Caputo también proyectó un escenario económico favorable que, según él, allanará el camino para el bimonetarismo. "Hoy ya no tiene sentido económico que haya inflación, va a colapsar", sostuvo, destacando que la inflación mensual ronda el 2% y que el crecimiento económico superará el 6% en 2025. Estas cifras, combinadas con la reciente salida del cepo cambiario, fortalece el argumento del ministro de que la estabilidad macroeconómica incentivará el uso de dólares.

Entonces, ¿qué es lo que frena la normalización del uso de ambas monedas en todos los sectores? El bimonetarismo enfrenta barreras significativas que explican su escasa normalización, iniciando por el lado de los consumidores, donde el dólar sigue siendo percibido como un refugio de valor, no como una moneda para transacciones cotidianas. En un país donde los sueldos, jubilaciones y planes sociales se pagan en pesos, gastar dólares implica una decisión consciente que pocos parecen estar dispuestos a tomar.

En tanto, por el lado de los comercios, las dificultades operativas son un freno clave. Muchos negocios, especialmente los pequeños, no cuentan con cuentas bancarias en dólares, una limitación que bancos como Santander están comenzando a resolver, pero a un ritmo lento. Además, los sistemas de pago (POS, billeteras virtuales) requieren actualizaciones costosas, y las comisiones de adquirentes como Fiserv o Payway desincentivan a los comerciantes con márgenes ajustados. La brecha cambiaria, aunque reducida tras la salida del cepo, sigue generando incertidumbre sobre cómo fijar precios en dólares sin asumir riesgos.

Por ello, sin una masa contundente de consumidores dispuesta a usar esta moneda, los negocios no ven razones para invertir en la estructura necesaria. Este círculo que paraliza la posibilidad –donde la poca demanda desincentiva a los comercios y los pocos comercios limitan las opciones de los consumidores– explica, en parte, por qué el bimonetarismo no logró instalarse como práctica cotidiana.

 

 

* Para www.iprofesional.com

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