El jueves sucedió algo significativo en Córdoba. El intendente Daniel Passerini mandó su Presupuesto 2025 al Concejo Deliberante para que se lo aprueben. No hay demasiados cambios, pero hay dos para destacar.
Uno es simbólico. Le permitirá al intendente eliminar, dicen en el municipio, 100 tasas y gabelas diversas que hoy nos cobran a los vecinos.
Leyeron bien: 100. No son impuestos importantes ni generales. De hecho, no van a tener casi impacto en la recaudación. Son sencillamente 100 de esos papelitos que descubrimos que tenemos que pagar cada vez que vamos a hacer un trámite poco usual.
Son cosas que alguien puso allí una vez y que nadie sabe por qué siguen existiendo en el fárrago de ridiculeces burocráticas que amontonan los municipios y gobernaciones argentas. Es como si el fantasma del desregulador Federico Sturzenegger hubiera entrado a la Municipalidad y les hubiera preguntado a los secretarios: ¿Che, por qué les siguen complicando la vida a los vecinos con estas estupideces, para qué siguen teniendo empleados que siguen poniendo sellitos en papelitos absurdos para cobrar montos que no alcanzan a pagar el sueldo del que pone el sello?
Cabe preguntarse por qué nadie lo hizo antes. Y preguntarse cuántas cosas innecesarias se siguen exigiendo. Como sea, bien por Passerini.
Otra cosa es más importante: en el Presupuesto se prevé una rebaja en las tasas de comercio e industria, un impuesto tan nefasto como Ingresos Brutos en la Provincia porque también se acumula y que condena al ahogo y a la competencia desleal a los comercios y empresas de la Capital que no operan en negro. La baja no es muy contundente. Las alícuotas se reducirán un 14%. Pero algo es algo. Es por ahí. A Passerini le llegó el manual mileísta. En un contexto de apertura económica, para competir, las empresas necesitan que les bajen impuestos perversos como esos.
Debe ser que Milei está volando en las encuestas en Córdoba, porque hasta ahora no habíamos visto encarar por acá a los gobiernos de Hacemos por Córdoba.
Tal vez algo parecido empiece a suceder con Martín Llaryora en la gobernación. Tal sea por eso mismo que al fin le escuchamos la voz a la ministra de Desarrollo Humano, Liliana Montero.
Montero acaba de decirle hace un rato a Miguel Clariá, palabras más, palabras menos, que necesita cambios legales para poder hacer algo con menores delincuentes a los que no puede retener ni proteger (algo de lo cual ella era una abanderada hasta antes de esta declaración) y que necesita una Senaf que funcione (algo medio insólito porque depende de ella). También suena a manual mileísta, en el capítulo en que el gobierno nacional quiere bajar la edad de imputabilidad.
Son huellas. Apenas indicios. Si Llaryora quiere ir por acá se le abren caminos imprescindibles. Por ejemplo, bajar Ingresos Brutos. O precisar y aplicar el protocolo antipiquetes que ayer el miércoles no funcionó en Córdoba.
Por ahora, no importa tanto si a estas cosas las empiezan a hacer porque están cambiando sus convicciones o sólo porque son seguidores seriales de encuestas.
Lo importante es que cacen algún ratón: que dejen de complicarnos la vida con trámites absurdos, que dejen de matarnos con impuestos y que decidan hacer algo con la delincuencia de menores, entre las muchísimas cosas pendientes que necesitamos que hagan
CON INFORMACION DE CADENA3.