Esta tarde, por esas coincidencias que cada tanto atraviesan al ya extinto bipartidismo cordobés, pocas cuadras van a distanciar un homenaje al exgobernador José Manuel de la Sota con un nuevo capítulo de la discusión interna del radicalismo. La avenida Vélez Sarsfield tendrá, separados por un puñado de calles, las fotos actuales de un peronismo y un radicalismo cordobés que no logran salir de una crisis que los atraviesa de manera distinta. Pero que los afecta, aun en distintas proporciones para discutir el futuro.
La presencia -y sobre todo las ausencias- en el recordatorio por el 25° aniversario del triunfo de De la Sota en el ’99 que significó la piedra basal del cordobesismo amenaza con alterar nuevamente los planes del Partido Cordobés que semana tras semana trata de construir el gobernador Martín Llaryora. Hoy, en el foco de aquellos que le quieren medir peronismo en sangre al heredero del cordobesismo y que remarcan si canta o no la Marcha Peronista, si se acerca y cuánto al presidente Javier Milei, y si se siente más cómodo en los grupos de WhatsApp del PJ o en aquellos que incluyen a los extrapartidarios.
Esos que son mirados de reojo por los peronistas, sobre todo en la capital cordobesa, a los que no les simpatiza en lo más mínimo los planes que en algunos despachos del Panal tejen con la Ciudad como prenda de negociación 2027 con ‘los primos’.
La caligrafía peronista que tuvieron los primeros seis meses de gestión del llaryorismo es analizada, semblanteada, también por aquellos que, con la venia del primer mandatario provincial, tienden puentes con sectores más ortodoxos del peronismo en otras provincias. Y a los que también les llama la atención el ADN del PJ cordobesista.
En diciembre del 2019, cuando recién asumió Llaryora como intendente de una ciudad de tradición radical, un integrante de la siempre fluctuante mesa chica llaryorista reconoció los bemoles del actual gobernador a la hora de hablar de peronismo. Hijo de un sindicalista, aquellos que lo conocen bien ya anticipaban hace casi cinco años que el hombre iba a guardar el cantito de la marcha sólo para ocasiones especiales. En algunos asados y no mucho más.
Al margen de que esto inquiete a los que lo quieren someter de manera constante al peronómetro, el pragmatismo tal vez sea la mayor diferencia del actual mandatario provincial con sus dos antecesores. Fundadores, por otra parte, de un peronismo camaleónico.
La crisis de identidad radical no le va en zaga a las viscisitudes del PJ gobernante. Y ahí yace el gran rasgo distintivo: la lejanía con el poder, que a nivel provincial hoy cumple un cuarto de siglo, pero que en el ámbito municipal tuvo ocho años de radicalismo de los que no quedaron ni herederos.
El acercamiento a Milei o a Lousteau se debate en partes iguales, como la carencia de protagonismo y el rol secundario al que muchos de los protagonistas actuales relegaron a un partido centenario. La genuflexión de algunos intérpretes radicales de los últimos años abrieron una verdadera crisis de identidad que carece de antecedentes de esta magnitud.
La puerta abierta a un peronismo voraz, no conforme con los conflictos internos como para inmiscuirse en los avatares de otros partidos, también se debe a la complicidad con la que actores del radicalismo negociaron -y moderaron- su rol opositor.
La Córdoba bipartidista hoy atraviesa una crisis de identidad propia de los límites que se rompieron en los partidos tradicionales para darle lugar a la era de las coaliciones. Mucho más efectivas electoralmente que en el ejercicio del poder, con loteos mal realizados que expusieron más las falencias internas que las ventajas de las nuevas sociedades. Y es precisamente, ese contexto con fronteras difusas el que hoy tiene en plena catarsis a radicales y peronistas. Separados, apenas, por un puñado de cuadras.
CON INFORMACION DE DIARIO ALFIL, SOBRE UNA NOTA DE SILVA GABRIEL.