El chinchín anti-K de Juan Schiaretti

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El gobernador saliente de Córdoba, Juan Schiaretti, ingresó en el húmedo mediodía del jueves por la puerta lateral del salón del hotel Quorum, escenario de efusivos discursos de campaña: la suya, por la presidencia; la de Martín Llaryora y Daniel Passerini, por los cargos ejecutivos más importantes de la política provincial.

Con la copa de champagne en la mano, el cofundador del cordobesismo brindó por el cierre de un ciclo que termina con altos niveles de aprobación de la gestión. Escucharon sus palabras de despedida figuras históricas de su gabinete y de la Legislatura. También parte del intendentismo peronista.

Las ausencias fueron pocas, pero notables. El vicegobernador Manuel Calvo y la vicepresidenta de la Unicameral, Nadia Fernández, ambos con lugares expectables en el próximo gobierno. Los excusaron: debían atender la rosca en el recinto, en la previa de la sesión preparatoria.


Después de la larga espera que evaporó las burbujas del espumante y picó a un par de invitados (no hubo catering y el alcohol pasó derecho), Schiaretti inició la retahíla. Como el protocolo indica, sacudió al kirchnerismo. Parejito.
Con Llaryora, Passerini, la vicegobernadora electa, Myrian Prunotto; la senadora Alejandra Vigo y la ministra de Coordinación, Silvina Rivero, sobre el escenario, Schiaretti pidió al peronismo cordobés –“que es otra cosa”– que reclame su lugar en el tablero nacional, “ya que el kirchnerismo se acabó”.
Sin tomar una sola gota de la estilizada copa, Schiaretti aseguró que Llaryora hará una mejor gestión que las suya y las de José Manuel de la Sota. “Tiene capacidad”, le reconoció, con estilo de redacción docente propia de un informe de fin de etapa escolar.

Buenos augurios hubo, a su vez, para el presidente electo, Javier Milei. Negó su mano en el armado del gabinete que tiene tres cordobeses confirmados en puestos estratégicos. Reiteró la oferta de gobernabilidad y dejó la sensación de que no fue un discurso de despedida.

Tras los aplausos, una porción de la dirigencia comentaba que se quedó corto con los agradecimientos por el trabajo para la triple campaña.

Nuevo ministro de Llaryora con panic attack
Ricardo Pieckenstainer es un profesional con amplio reconocimiento y pergaminos en el mundillo sanitario de la provincia. Como contó Letra P, entiende la necesidad de articular las ciencias médicas con los avances digitales y fue este punto que llamó la atención del gobernador electo.

La articulación público-privada es otra de las apuestas que llevará adelante Pieckenstainer desde el 10 de diciembre, cuando asuma como ministro de Salud de la provincia, pero esa cartera tiene desafíos gigantes y sus vericuetos exigen cierta pericia. Quizás por eso el cordobesismo histórico en ocasiones anteriores eligió a médicos con altísimo perfil político como Oscar González o Francisco Fortuna para llevar adelante la política sanitaria.

El recién llegado mantuvo reuniones para armar el nuevo equipo. Dicen sagaces peronistas que allí fue cuando el médico cayó en la cuenta del tamaño de la "empresa". Astuto, apostó por la continuidad y propuso a los equipos seguir trabajando juntos.

Sin embargo, rebotó con varias figuras, pero sobre todo con una pieza clave. La ministra de Salud de Schiaretti, Gabriela Barbás, declinó la oferta. "Lo hizo amablemente", refuerzan con pochoclo en mano las fuentes observadoras de la película de la transición.

La decepción de Calvo
En los pasillos de la Legislatura se comenta que el vicegobernador Manuel Calvo anda de capa caída. Entre los argumentos más escuchados sobresale la decepción por los alcances de su rol en el nuevo gobierno de Martín Llaryora. “No se ganó la lotería”, refuerzan.

El lobby por el Ministerio de Gobierno fue su apuesta reactiva a la confirmación de que el sanfrancisqueño no crearía la figura del jefe de Gabinete o superministro.

Por Calvo, el llaryorismo a cargo de la rosca tuvo que morderse la lengua. Uno de ellos fue el diputado Ignacio García Aresca, que peleó hasta el final para que Julián López continuara en Gobierno, sin la cartera de Seguridad.

Incluso, Llaryora le había prometido el puesto a López públicamente. La ilusión por evitar la “mudanza” fue total. Como se sabe, Calvo ganó la pulseada y el exintendente de Laboulaye volverá a dirigir los destinos del Ministerio de Justicia.

Es que el llaryorismo de la mesa chica le recomendaba al jefe apostar por una figura con fluidos contactos con el intendentismo, algo que Calvo supuestamente adolece. “Se reforzará hacia abajo”, metían púa.

Lo cierto es que la pelea por ese ministerio dejó a los dos bandos sin claros ganadores.

Duelo de autoridades del PRO
La vicepresidenta del PRO de Córdoba, Soher El Sukaria, estalló en las redes sociales apenas se conoció la noticia de que el titular de la fuerza, Oscar Ogost Carreño, se fue de la bancada amarilla en Diputados para integrar el bloque Cambio Federal.

El reemplazante del ultramacrista Gustavo Santos adujo que la decisión se tomó en consulta con los gobernadores electos de Entre Ríos y Chubut, Rogelio Frigerio e Ignacio Torres, respectivamente.

Por supuesto, El Sukaria chequeó en persona la coartada de su coterráneo que dio una puntada clave en la apuesta de Horacio Rodríguez Larreta de congraciarse con la liga de mandatarios de Juntos por el Cambio. Uno de ellos negó el llamado a Carreño.

El malestar interno en el PRO se agudiza. Desde la partida del entonces jefe del PRO local Javier Pretto al nuevo cordobesismo las fugas no cesaron.

Carreño afirma que sigue dentro del espacio, pero se está gestando una movida para que la vuelta no le salga gratis.

El último que apague la luz.

Con informacion de Letra P.

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