Evitar noviembre sería una coartada ideal

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Con las primarias en el retrovisor y el balotaje fuera de cualquier pronóstico, el PJ Capital avanzó con el lanzamiento de la última campaña que tendrá a Juan Schiaretti liderando las huestes del justicialismo cordobés. 

Inhibido de participar por haber sido diagnosticado con Covid-19 horas antes, el gobernador no pudo ser de la partida, y el acto fue presidido por Alejandra Vigo, flanqueada por Martín Llaryora y Daniel Passerini, quienes se alzaron en junio y julio como los continuadores de un modelo Córdoba que se reseteará a partir del 10 de diciembre. 

La primera en tomar la palabra fue la senadora nacional, que empezó agradeciendo el trabajo de todos los presentes en lo que va del agitado año electoral, y destacando la convocatoria alcanzada ayer, pasadas las 19, en el salón de Smata.

Para distender, arrancó el acto “rebautizando” a Héctor Campaña, a cargo de la convocatoria, como Pichi “Campaña”, y agradeciendo la participación del gobernador electo, que aún se encontraba en camino hacia el acto, comparándolo con la “luz mala”, porque “siempre está”. 

Inmediatamente después, cuando excusaba la ausencia de Schiaretti por haber sido diagnosticado con Covid, hizo una pausa para recibir la entrada de Llaryora y Passerini, que acababan de llegar. 

Intendente y gobernador electos sucederían, en ese orden, a Vigo en el uso de la palabra. Todos los discursos pivotaron sobre dos ejes centrales: el voto “útil” y los reiterados triunfos del peronismo cordobés sobre Juntos por el Cambio.

“Al kilómetro 0 de Juntos por el Cambio acabamos de hacerlo -10”, apuntó Vigo destacando el triunfo de Hacemos por Nuestro País sobre Juntos por el Cambio en Córdoba, donde la alquimia UCR-PRO se probó por primera vez fuera de tierras porteñas, aunque concretamente ese experimento inició en la localidad sureña de Marcos Juárez.

El mismo eje sería retomado después por Passerini y Llaryora, que destacaron la seguidilla de derrotas que Juntos por el Cambio viene sufriendo a manos del oficialismo provincial, en junio, julio y agosto. Hablaron de “3 a 0”. Alguien acotó “goleada”.

Más allá del folklore y del optimismo que constituye la materia prima esencial de cualquier empresa electoral, a nadie escapaba, ayer, en Smata, que el escenario es, cuanto menos, muy complejo.

El peronismo buscó apropiarse de la idea del voto “útil”, y repitió, a diestra y siniestra, que el único voto “útil” es el voto que se practica con convicción y en defensa de los intereses del interior. 

Hay, por lo menos, dos fallas en ese enunciado. El voto “útil”, lejos de ser un voto practicado con convencimiento, es el que busca dirimir hacia el “mal menor”. Es intrínsecamente pragmático, no principista. Pero además, el eje del debate nacional difícilmente pase, en este momento, por la dicotomía puerto-interior. Y de así serlo, el voto del interior ya tiene un representante: La Libertad Avanza ganó en 16 provincias, y perdió en CABA y en el conurbano bonaerense.

En cualquier caso, el peronismo cordobés acertó eligiendo a su adversario: dirigió sus filípicas hacia Juntos por el Cambio, identificándolo como el espacio que se quedó sin un extremo de la grieta desde el cual polarizar, y apuntando, probablemente, a los votos que en la provincia cosechó Horacio Rodríguez Larreta.

El problema es que Hacemos por Nuestro País también está sometido a las fuerzas centrífugas de la polarización, y probablemente lo está todavía en mayor medida que la alianza.

En off, los llaryoristas admiten, desde hace tiempo, que en sus cálculos Javier Milei será presidente en octubre, sin necesidad de llegar al balotaje. Es difícil distinguir si se trata de un pronóstico sincero o de una expresión de deseo. 

Hoy, a dos meses de las generales (en Argentina, una eternidad), la mayoría de los analistas entiende que habrá balotaje entre el libertario y Sergio Massa. Esto plantearía un interrogante incómodo para el peronismo de Córdoba: ¿a quién apoyar? 

Para un líder político con proyección nacional como Llaryora, inclinarse por Massa no sólo sería incómodo por el fracaso político y económico del Gobierno Nacional, sino también porque implicaría respaldar a alguien que, de triunfar, representaría un escollo. Al mismo tiempo, la presidencia no es bien vista en un peronismo que apela a la mística y la unidad en las paradas más adversas.

Evitar noviembre sería una coartada ideal.

Fuente: Alfil Diario, sobre una nota de  Felipe Osman

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