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La machirulización de la política

OPINIÓN 06/05/2023 Natalia Volosin*
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¿No te gusta Gabriela Cerruti? A mí tampoco, pero menos me gusta que para criticar su comportamiento se hable de “escenas de la vida del género” o de “sofocones femeninos”. ¿No votarías a Victoria Tolosa Paz? Yo menos, pero que la traten de madama o de pelotuda porque viste bien o porque está buena me da náuseas.

¿Querés ejemplos de la vereda de enfrente? Ahí van. ¿Pensás que Patricia Bullrich coquetea feo con el autoritarismo? Yo también, pero tratarla de alcohólica es una bajeza inmunda con la que no atacan a los políticos varones que evidencian lo mucho que disfrutan de la cocaína. ¿Te ofusca que María Eugenia Vidal echara a su única ministra mujer porque propuso un protocolo de aborto no punible? A mí más, pero desprecio a quienes se dedicaron a cuestionar su cuerpo en los últimos años.

¿Por qué se meten con las mujeres en su condición de mujeres y no en relación con sus ideas o comportamientos políticos? ¿Por qué me hablan de cómo se ven o cómo se visten los cuerpos de las políticas? ¿Tan rancio vas a ser? ¿Y por qué no salimos masivamente las feministas de todo credo ideológico a defender a estas mujeres? No lo digo en plan “¿dónde están las feministas?”, pero, en serio, ¿por qué las kirchneristas saltan por las kirchneristas y las macristas por las macristas?

¿Por qué no saltamos todas por todas? ¿Por qué en vez de (o además de) conformar un grupo de mujeres políticas oficialistas (me refiero al colectivo “Mujeres Gobernando”), no se unen las feministas de todos los partidos? Por supuesto que hay algunos canales informales de sororidad transversal, pero necesitamos que salten la grieta y sean sororas de cara a la sociedad, hermanas, y de cara a sus compañeros y correligionarios varones, en especial a los misóginos y machirulos. Porque la violencia sí es transversal, eh.

Un ejemplo interesante es Ojo Paritario, un espacio creado en 2019 por mujeres de distintos partidos, sectores académicos, profesionales y de organizaciones de la sociedad civil que promueven la democracia paritaria. Allí están, entre otras, pioneras del feminismo político moderno en nuestro país como Marcela Durrieu (peronista), María Luisa Storani (radical) y Elena Barbagelata (socialista). Seguramente tienen desacuerdos profundos sobre un montón de cuestiones, pero también una historia de luchas y construcción común que a las nuevas generaciones parece costarles más.

Pero volvamos a los machitos violentos, que de eso se trata esto. No va más, muchachos. Sí, sí, dije “muchachos”, y no es porque no sepa que también hay mujeres en las filas del machirulaje. Es cierto. Incluso hay mujeres (y varones) que se dicen feministas. Hay mujeres que le dicen borracha a Bullrich y hay mujeres que le dicen loca a Cristina. ¿Quién no conoció a una pretensa feminista machirula? Se me ocurre el nombre de una en particular a la que padecimos muchas. Todavía da cátedra de feminismo. ¿Cómo era aquello de “se va a caer”? Pero la machirulización de la política es más bien cosa de varones, o al menos viene siéndolo en los últimos episodios. Así que diré “muchachos”.

En un par de notas, un veterano periodista cercano al kirchnerismo trató a Tolosa Paz de “chica plástica”, “protegida” y “Madame Albistur”. Además, con relación a una supuesta candidatura a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, dijo que “piensa en grande, demasiado grande”. Salieron a defenderla el PJ, un grupo de mujeres vinculadas al oficialismo y su cónyuge, Enrique “Pepe” Albistur, que le dijo “sorete” y “machirulo” al periodista. “Machirulo él, que responde por su esposa como si fuera minusválida”, contestó el autor de la notas. Quiero vale cuatro. No exhibieron sus miembros viriles porque hablaron en medios no audiovisuales.

Un paréntesis sobre Chica plástica. Es un tema del panameño Rubén Blades, versión salsera de Una noche en New York City (La rubia tarada) que Sumo inventaría varios años más tarde. “Ella era una chica plástica de esas que veo por ahí, de esas que cuando se agitan sudan Channel number three”. Como dijo Luca Prodan luego de una excursión a la City: “La rubia tarada, bronceada, aburrida me dice ‘¿por qué te pelaste?’. Y yo ‘por el asco que da tu sociedad’. Por el pelo de hoy, ¿cuánto gastaste?”.

Interesante, porque Blades y Prodan también hablaron de los varones, pero nadie se acuerda de eso. Son canciones sobre las diferencias de clase, no de género. La tercera estrofa del panameño es para los muchachos plásticos que discuten qué marca de auto es mejor y la del italiano es para el pseudo punkito de Belgrano que se hace el chico malo. Las mili pilis y los tinchos de antes, digamos. Pero el subtítulo de la “chica plástica” del periodista es otra cosa. Es sexista. No dice que Tolosa Paz es una cheta. Dice que es una minita. ¿Cómo se le va a ocurrir competir con Axel Kicillof por la provincia? ¡Atrevida! Usted solo es la Madame (técnicamente la reina de las prostitutas) de Albistur. Ubíquese en su palmera, señora.

Y esta semana le tocó a Cerruti. En una columna, otro reconocido analista contó supuestos entretelones de disputas de cartel ocurridas entre los participantes del viaje del presidente Alberto Fernández a Brasil para manguearle ayuda al amigo Lula. Si lo que relató el periodista es cierto (y no digo que no lo sea), sería un verdadero papelón. Y no me refiero sólo a lo que implicaría en términos del ego de la vocera, sino también a las preguntas que habría que hacerse sobre la comitiva del embajador Daniel Scioli.

Pero el punto es otro. Pues, aun si fuera todo cierto, las expresiones sobre Cerruti son inadmisibles. Primero, el título: “Una Cerruti rabiosa en Brasil y su escándalo con otras tres viajeras”. Segundo, el tema del que nos va a hablar: “El escándalo de cuatro mujeres integrantes de la delegación oficial. Escenas de la vida del género”. ¡Escenas de la vida del género! ¿Castellano? La vida de las mujeres consiste en armar quilombo.

Tercero, la ropa, siempre la ropa. ¡Una obsesión tiene esta gente con cómo nos vestimos y nos vemos las mujeres! Ni hablar si se dedican a la política. Si van así nomás está mal. Si se compran ropa está mal. Si tienen un diente torcido está mal. Si se llegan a hacer el comedor, se los debe haber pagado un señor que las mantiene. Si están bombas son putas. Si no están bombas son feas. Si aumentan tres kilos ‘ay, qué le pasó'. Si bajan tres kilos ‘ay, qué le pasó'. Pienso en Carla Vizzotti, en Silvina Batakis, en María Eugenia Vidal, en Ofelia Fernández, en Elisa Carrió, en Patricia Bullrich, en Cristina Fernández de Kirchner. Mujeres que han tenido que explicar por qué estaban despeinadas, por qué engordaron, por qué se pusieron un sweater con flores.

“Cerruti mantuvo refriegas deliciosas con otras tres viajeras en una competencia vergonzosa de títulos, ropa, ubicaciones y protocolo. Tanto ella como la Tolosa Paz se enfrascaron en el mismo color del vestido para seducir a Lula: bermellón furioso”, dijo el periodista. ¡Bermellón furioso se me ponen los ojos! ¿Seducir a Lula? ¿En serio? ¿A Sergio Massa también le va a escribir que se pone corbata celeste para seducir a Lula? Lo dicho: putas.

Cuarto, para rematar, las hormonas. “Hirviendo y algo enrojecida, la vocera gritó”. “Se acomodó furiosa en la segunda fila”. “A la Cerruti la liquidaron del menú de invitados al banquete, lo que provocó un nuevo estallido de la funcionaria” y “sofocones femeninos”. ¡Sofocones femeninos! El periodista dice que la vocera del Presidente de la Nación se enojó y le agarraron los calores súbitos de la menopausia. Hace rato no leo algo que me de tantas ganas de vomitar.

Hasta aquí llegó mi amor. Me voy pensando en las mujeres que seguramente debe haber en la vida de estos tipos. ¿No se ahogan con el olor a naftalina que destilan (sus ideas)?

 

 

* Para www.infobae.com

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