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Llaryora debe construir su propio camino (Si Schiaretti lo deja)

POLÍTICA 02/03/2023 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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Si todo sale como prevén sus dirigentes, el peronismo de Córdoba llevará adelante la transferencia de poder más significativa en casi un cuarto de siglo de hegemonía política, ejercida por lo que primero fue Unión por Córdoba y luego mutó a Hacemos por Córdoba. Desde 2019, ese dominio provincial del PJ inaugurado por José Manuel de la Sota en 1998 sumó el control de la Capital, lo que engrandece el combo como nunca antes.

Persiste una cuota importante de indefiniciones de cara al proceso eleccionario que se avecina: ambos vices en las fórmulas provincial y capitalina, como así también la fijación de las fechas para votar y la simultaneidad o no de ellas. Y todo ello asociado a ese trasvasamiento que, como es obvio, para efectivizarse debe superar la prueba máxima: ganar los comicios que se desarrollarán a finales de junio o a principios de julio próximos.

 
Ese caudal de poder que ahora busca una nueva reconfiguración tuvo un primer drenaje hacia Juan Schiaretti por efecto de la fatalidad que representó la trágica muerte de De la Sota, en septiembre de 2018. En medio de la congoja de la despedida a su amigo y compañero de ruta, el gobernador heredó en aquel momento toda la potencialidad política y electoral del PJ cordobés.

Martín Llaryora sabe y siente que tiene muy cerca de sus manos ese patrimonio que representa ostentar el control del PJ en la provincia. Paciente y no siempre del todo de acuerdo con la estrategia electoral definida por Schiaretti –el intendente dijo públicamente días atrás que le gustaría que se votara cuanto antes–, el dirigente que inició su carrera política en San Francisco espera que una victoria provincial suya termine de coronarlo en el centro del sistema de poder del peronismo provincial.

LA CONSTRUCCIÓN DE LO PROPIO
El camino de Llaryora hacia ese objetivo no está exento de pujas internas y contratiempos. También los hay en el peronismo, aunque más solapados ante la luz pública por imperio del ordenamiento que genera, bien administrado, el ejercicio vertical del poder, característica histórica de los peronismos.

La simultaneidad o no de fechas no es un dato menor en el cuadro simbólico del peronismo. Si Llaryora llega a imponerse jugando la Capital el mismo día que la Provincia, podrá esgrimir que su faena electoral es más propia y pura respecto de 2019, cuando la tracción generada por la figura de Schiaretti fue crucial para su triunfo, al margen de la ayuda que representó la división opositora. Una victoria de ese tipo ensancharía la figura del fundador del Peronismo que Viene y podría darle más margen de acción para el futuro.

Por su lado, Schiaretti, como líder máximo de la generación que construyó este predominio en Córdoba, está dispuesto a ejercer el poder hasta el último día de su tercer y último mandato provincial. La construcción de su candidatura nacional –al margen del resultado final que tenga esa experiencia– funciona como combustible para mantener el control del timón.

La “vieja guardia” peronista es consciente de la nueva fase, marcada para muchos por la retirada. Hay ministros emblemáticos de las gestiones de Hacemos por Córdoba que comienzan a preparar su salida tras décadas en la gestión pública. Algunos admiten que su ciclo está cumplido; otros reconocen que no serían tenidos en cuenta en un eventual gobierno llaryorista.

Otro puñado de dirigentes que buscaban el amparo de una banca legislativa deberá revisar alternativas. El fin de los mandatos consecutivos indefinidos en la Unicameral es un límite que tendrá efectos concretos desde el 10 de diciembre.

CUOTAS DE PODER
Schiaretti dejará el poder en 10 meses, pero su sector pretende conservar una cuota de esa construcción partidaria y política de la que se siente dueño. Por eso son cada vez más fuertes las presiones y gestiones para que Alejandra Vigo, senadora nacional y esposa del gobernador, se ubique al lado de Llaryora en la fórmula provincial. Todo un símbolo.

En el viguismo, hablan de que una posición así sería una “garantía” para parte de esa generación que, pese a saber que el tiempo ya no juega a su favor, desea conservar algunos resortes del poder. Esa ubicación en la fórmula no está cerrada, pero es una posibilidad concreta.

Cerca de Llaryora aseguran que el intendente no tendría margen de veto si la decisión de Schiaretti es posicionar a su esposa como vice.

En el comando de campaña de Hacemos por Córdoba, admiten que ninguno de los vices que suenan como posibles aporta un caudal de votos determinante para la elección. La decisión pasará por enviar un mensaje hacia un sector en particular del PJ. Se extingue la posibilidad de un extrapartidario.

Una situación similar sucede con la candidatura a viceintendente de la Capital. Daniel Passerini sabe que no será él quien decidirá a su coequiper. Allí también asoma otro nombre de cuño schiarettista –en este caso, Héctor “Pichi” Campana– para equilibrar el posible poder futuro dentro del PJ.

Con información de La Voz, sobre una nota de Mariano Bergero

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