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El masterchef de Bergoglio para la cocina política cordobesa

POLÍTICA 26/03/2022 Guillermo VILLARREAL*
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Jesuita y con receta social propia, maneja el segundo obispado del país. El schiarettismo, en ebullición. Círculo Rojo, a fuego lento. La vieja curia, al horno.

Nadie lo esperaba, pero todos lo querían. Finalmente fue el jesuita Ángel Sixto Rossi o, simplemente, Bayín, el bendecido por el papa Francisco para hacerse cargo de la arquidiócesis de Córdoba, la segunda jurisdicción eclesiástica más importante del país, justo en un momento de ebullición renovadora tras 23 años de gestión pastoral de Carlos Ñáñez y casi 24 de hegemonía política intercalada entre Juan Manuel de la Sota y Juan Schiaretti.

Ni en el Círculo Rojo provincial y municipal ni en la élite política-religiosa cordobesa conocida como la “Sagrada Familia” se atreven a colgarle el cartel de peronista, macrista, radical, libertario o comunista; todos coinciden en que su perfil es, a priori, equidistante de las fuerzas partidarias locales y más bien cercano a la gente de las periferias; esa a la que reconoce “cascoteada” y carente de esas 3T (Tierra, Techo y Trabajo) para una vida digna que predica el pontífice.

Los hechos, más que las palabras, ponen a este hermano de congregación de Jorge Bergoglio en ese lugar. En 1992, el religioso creó, en la localidad bonaerense de Villa de Mayo, la Fundación Manos Abiertas, que atiende necesidades de alimentos, ropa y espirituales a personas en situación de vulnerabilidad social. Treinta años después, gracias a una red de voluntariado, esa organización –paralela a Cáritas y avalada internacionalmente por la Compañía de Jesús- da respuestas concretas en barriadas populares de Buenos Aires, Córdoba, San Juan, Concordia, Chaco, Salta, Mar del Plata, Jujuy, Santa Fe, Neuquén y Mendoza.

Más allá de su labor social certificada, en ambientes políticos cordobeses dicen no conocer en demasía a Rossi ni cómo piensa; pero desde el vamos distintas fracciones partidarias le avisaron que deberá moverse cerca de la “olla a presión” en la que se convertirá la senda electoral hasta las elecciones de 2023 que definirán quién será el sucesor de Schiaretti. “En la provincia ya se está pasando de las lealtades a los compromisos, con lo que eso significa, por lo que se avecinan tiempos de mucha efervescencia política”, dijo  una fuente de Hacemos por Córdoba que le advirtieron al recién llegado arzobispo.

La misma fuente partidaria reveló que también lo pusieron sobre aviso de que la provincia seguirá siendo “territorio hostil” para las políticas del Frente de Todos, unido o fragmentado, y su intención reeleccionista a nivel nacional, y que también responderá de igual manera al embate de Luis Juez (Juntos por el Cambio) por la gobernación. Ante ese posible escenario político, Rossi respondió con un discurso dialoguista. “Si hay una grieta, el desafío es tender puentes y no agudizar la contradicción. Ojalá podamos ser instrumentos de unidad. Nosotros tomamos partido por la gente”, se posicionó el arzobispo en una entrevista radial reciente.

El pasado 17 de diciembre, cuando fue consagrado y tomó posesión de la jurisdicción eclesiástica mediterránea, Rossi vivió en carne propia lo que le anticiparon desde la fuerza partidaria que gobierna la provincia. Es que desde distintos sectores salieron a pegarle a la Iglesia por haber organizado una ceremonia masiva al aire libre –estiman que unas 5.000 personas– en medio del brote de la variante Ómicron en Córdoba, con Schiaretti, Juez, la senadora nacional Alejandra Vigo y el intendente capitalino Martín Llaryora en la primera fila del escenario montado frente a la catedral.

En el orden estrictamente religioso, el arranque de Rossi fue lento. La sorpresa por su nombramiento, la muerte de su hermana mayor y un problema de salud que lo obligó a una internación hicieron que la etapa de estudio fuera más prolongada y recién ahora haya comenzado a meter mano en la estructura eclesiástica arzobispal, no exenta de internas y para muchos añejada tras dos décadas de pastoreo de Ñáñez.

 La expectativa sobre cómo afrontará Rossi las aguas turbulentas locales tanto políticas como religiosas, llevaron a sectores eclesiales progresistas-peronistas a imaginarlo ,como un líder religioso que le devuelva a Córdoba su lugar de “referencia nacional” y que lidere una postura ideológica atrayente para todos los sectores, tal como ocurría –añoraron– en tiempos del fallecido cardenal Raúl Primatesta.

Mientras termina de acomodarse en los claustros de la sede arquidiocesana de avenida Hipólito Yrigoyen 98, Rossi va moviendo lentamente las fichas del tablero eclesiástico a fin de que el servicio pastoral vaya tendiendo hacia una “Iglesia en salida” y “de los pobres para los pobres” como pretende el pontífice argentino. El jesuita, con reconocidas dotes de orador y predicador, también gana terreno en el esquema episcopal vernáculo; tal como lo demostró su protagonismo en una reciente reunión de los ocho obispos de la región eclesiástica Centro.

*Para Letra P

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