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Alberto lanzó a Todos al juego del calamar

POLÍTICA 21/11/2021 Diego GENOUD*
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Alberto Fernández llevaba 17 minutos hablando ante la multitud en Plaza de Mayo y le quedaban dos para terminar su discurso. “Mi mayor aspiración es que en el 2023 desde el último intendente hasta el presidente lo elijan primero los compañeros del Frente de Todos”, dijo. Con esa frase, iluminó el horizonte de la coalición oficialista hacia las próximas presidenciales y blanqueó una definición compartida con Cristina Fernández. Letra P lo había anticipado la semana pasada, cuando anunció la etapa que se abría a partir del 15 de noviembre y consignó que la vicepresidenta había cambiado de libreto después de las primarias y había decidido motorizar una gran interna para elegir al próximo candidato a presidente del peronismo. 

 

En el acto que se organizó para devolverle centralidad y protegerlo de eventuales dardos del propio kirchnerismo, Fernández renunció a ser el único candidato posible hacia 2023 y se abrió a una amplia competencia interna. Después, defendió la unidad, habló de la segunda etapa de su gobierno y dijo que su primer objetivo es recuperar la economía. No es casual. Si en lo que queda de su mandato cumple con esa última meta, empinada como pocas, habrá logrado llegar al umbral de las presidenciales bastante más competitivo de lo que aparece hoy, después de la pandemia, la caída en las encuestas y la derrota en 15 provincias.

Por ahora, el Presidente aparece como líder ordenador y garantía del todismo, pero ya no se aferra a la reelección. Más bien, parece descartarla. El precio de sostener la unidad, todo indica, incluye su propio paso al costado para que todos empujen para el mismo lado con la ilusión de que cualquiera puede ser.

Carrera de rengos
Alberto invitó a la dirigencia del Frente de Todos a un “tiempo de profundo debate” y habilitó tanto las discusiones -que hasta ahora se dieron de mala manera- como la carrera electoral. Lo curioso es que el peronismo no tiene candidatos ni candidatas que se fortalecido en las elecciones legislativas. Quienes se anoten tendrán que arrancar desde bien abajo y ganar adhesiones en el camino. Prematura aunque inevitable, la lista de los que tienen aspiraciones padece el mismo déficit que el Presidente. Es la carrera de los rengos. 

Aunque la diferencia fue menor a lo que esperaba el propio oficialismo y se recortó mucho en la provincia de Buenos Aires, el traspié electoral golpeó a toda la comandancia del Gobierno. Falta una eternidad y lo central es resolver la encrucijada económica en un contexto que no ofrece una salida virtuosa. La economía está creciendo desde hace varios meses, pero la inflación vuela y los dólares escasean. 

El acuerdo con el Fondo, si finalmente se concreta, traerá en el corto plazo reducción del déficit fiscal vía recorte de subsidios y aumento de tarifas, suba del dólar, más inflación, caída del poder adquisitivo y bajo crecimiento, de acuerdo a las previsiones de la consultora PxQ, que dirige Emmanuel Álvarez Agis, exviceministro de Axel Kicillof. Sin embargo, el establishment y el Gobierno lo consideran el mal menor, paso esencial para una eventual recuperación. Si el experimento sale bien, es probable que haya más anotados en la grilla de largada. Si no, la escena tendrá similitudes con el juego del calamar y competir implicará un riesgo mayor frente a una oposición que elevó su piso, está cerca del 45% de los votos y tiene mucho margen para crecer por derecha.   

Espejito, espejito
Alejada hoy de los primeros planos y después de haber sido presidenta dos veces, Cristina Fernández ofrece indicios de querer ser parte del esquema que viene, pero no de volver a candidatearse para puestos ejecutivos. En 2023, tendrá 70 años y sus movimientos sugieren que no intentará conducir sino garantizarse diálogo con todos los sectores para evitar la ofensiva que se desató en su contra entre 2015 y 2019.  

 

Juan Manzur, el candidato que había nacionalizado su figura después de la catástrofe de las PASO, chocó con un primer obstáculo a poco de andar: el jefe de Gabinete, que había llegado a la Casa Rosada empoderado por su victoria en septiembre y asomaba como crédito de un sector del establishment, sufrió el domingo pasado un golpe no previsto. Había ganado las primarias por 15 puntos de diferencia y vio cómo Juntos recortó la distancia de manera abrupta: se impuso por apenas dos puntos de diferencia y el peronismo tucumano hizo la peor elección en 25 años. 

Su caso contrasta con el de Sergio Massa, otro candidato permanente que representa posturas e intereses similares a los de Manzur. De extremo perfil bajo, algo inédito para una carrera construida sobre la figuración, el presidente de la Cámara de Diputados se benefició de la remontada oficial y retendrá su sillón en el Congreso, un lugar que la oposición ya pensaba arrebatarle. Aunque Julio Zamora, el intendente de Tigre, no le responde, el resultado en la Miami del conurbano no fue tan malo para el massismo como el de las PASO: el Frente de Todos perdió por seis puntos, cuando en las PASO lo había hecho por ocho. Diluido en su capital electoral, con problemas elocuentes en las encuestas de imagen y con una tensión de fondo con el propio Presidente, Massa está anotado en la carrera hacia 2023 y apuesta mucho a su sociedad con Máximo Kirchner para ser el nuevo Alberto. Depende, claro, de un aval de la vicepresidenta, la dueña de un electorado bonaerense que, aun en declive, resulta un aval esencial de cualquiera que pretenda acceder a Balcarce 50.

 

A Manzur y Massa hay que sumarle otra variante que en Buenos Aires circula poco pero en la zona núcleo tiene sus promotores. Reconciliado con Cristina producto de la interna con Agustín Rossi, el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, figura en algunas alquimias electorales como eventual presidenciable. Su fuerza es la de gobernar un distrito clave para el agronegocio y haber hecho pie en una zona que le resulta hostil al peronismo kirchnerista, pero viene de perder tanto en las PASO como en las generales, primero por 11 puntos y después, por nueve. Eso lo posterga en la grilla en la que lo soñaron sus aliados y lo deja, tal vez, a merced del juego que despliega su socio bifronte del PJ antikirchnerista, Juan Schiaretti. 

 

Por último y rezagado, aparece otro de los gobernadores del peronismo rubio que tuvo un rol destacado durante los años de Mauricio Macri como presidente. Sergio Uñac, el gobernador de San Juan, es parte de una generación moderada que exhibe diferencias notorias con el kirchnerismo y delata mayores coincidencias con una parte de la oposición. Bien considerado por el establishment, los sectores del sindicalismo y el empresariado alineados con Héctor Daer lo soñaron como candidato antes de que Cristina eligiera a Alberto. Su problema: ya no arrasa en las elecciones como lo hacía antes. La ventaja de cuatro puntos que había obtenido sobre Juntos en las PASO se redujo a un punto el domingo pasado. 

 

El cristinismo
Hasta hace dos meses, la vicepresidenta tenía a Kicillof como plan B y candidato a presidente, pero el resultado en la provincia de Buenos Aires metió al Clío en un pantano del que no parece fácil salir. Después de haber arrasado hace dos años en las elecciones para gobernador, el Frente de Todos perdió la provincia con un recién llegado como Diego Santilli. La remontada sirvió para reducir el impacto del golpe, pero la supremacía amarilla es indisimulable: Juntos ganó en 94 de los 135 municipios de la provincia, incluidos algunos del conurbano como Lanús, Morón, San Miguel y Tres de Febrero. Kicillof, mientras tanto, quedó en manos de la liga de intendentes que lidera Martín Insaurralde en línea con Máximo Kirchner. 

Solo Jorge Capitanich, aquel antiguo jefe de Gabinete que le aportó a Cristina sus cinco minutos de gloria, asoma entre los vencedores de las generales. El gobernador de Chaco hizo un despliegue extraordinario y logró revertir el resultado: había perdido por casi nueve puntos en las PASO y el domingo ganó por 1,5. En medio de la sequía generalizada, ya hay quienes lo imaginan como candidato. 

 

Falta una vida y nada puede asegurarse. El caso de Alberto Fernández, que en el inicio de 2019 no figuraba en los planes de casi nadie, lo atestigua. De todas maneras, detrás de la pelea común de los peronismos por la supervivencia, está la disputa por la orientación política. Socio fundador del Frente de Todos, el cristinismo tendrá que evaluar si tiene un candidato propio para anotar en la grilla para la sucesión.

-Para Letra P

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