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El fantasma de la secesión no asusta, pero existe

El eje Mendoza – Córdoba, imaginado por Cornejo como el meridiano separatista, podría alcanzar al resto de los distritos en donde Mauricio Macri hubo de triunfar en las últimas presidenciales, esto es, Ciudad de Buenos Aires, buena parte del interior bonaerense, Entre Ríos y San Luis

POLÍTICA 04/04/2021 Pablo Esteban Dávila
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El exgobernador de Mendoza y actual diputado nacional, Alfredo Cornejo, lo hizo de nuevo. En declaraciones al diario Perfil sostuvo que “cada vez tiene más sentido la idea de Mendoza y Córdoba de separarse del país”, agitando el fantasma de su secesión. De hecho, en la provincia cuyana existe un movimiento (todavía de números inciertos) que promueve la efectiva independencia del distrito. Sus integrantes lo autodenominan “Mendoexit”.

Cornejo, por supuesto, sabe que sus intenciones son de materialización imposible. La Argentina es una federación, a cuyos miembros no les asiste el derecho de segregarse. Si alguna provincia insistiera formalmente en el asunto el gobierno nacional podría solicitar al Congreso su intervención y, con ello, poner freno a tales pretensiones. No obstante, el diputado no vacila en lanzar al ruedo el tema cada vez que puede.

¿Por qué lo hace? Simplemente porque la idea no suena descabellada, probablemente todo lo contrario. Pueda que el fantasma secesionista todavía no asuste, pero no puede negarse su existencia. Los gobiernos kirchneristas no solo han impuesto una grieta política y social de la que mucho se habla sino que, además, han generado una de tipo geográfica entre las provincias que producen y las que se quedan con gran parte de los producido sin dar nada a cambio. Muchos de sus habitantes suponen que vivirían mucho mejor lejos de una Argentina carente de racionalidad política y económica.

 
Mientras había plata, allá por los años dorados de Néstor y algunos de Cristina, la inequidad se disimulaba con subsidios locos que se prodigaban a cualquiera con enorme displicencia. Pero cuando las cajas que el matrimonio hubo de expoliar se secaron (recuérdese a las AFJP, las retenciones agropecuarias e YPF, entre otras) los problemas intentaron ser resueltos cazando en el zoológico tributario.

La presión impositiva, va de suyo, no es pareja. Los sectores productivos son los que más la sufren, independientemente de su localización. Sin embargo, es obvio que las provincias de Córdoba, Santa Fe y Mendoza (debe incluirse a la de Buenos Aires en el análisis, aunque sin su conurbano) son las que proporcionalmente más aportan debido a la alta participación del sector privado en sus estructuras económicas, especialmente la agroindustria y la vitivinicultura.

Uno de los pilares del federalismo argentino es que las jurisdicciones más ricas deben solventar el funcionamiento de las menos favorecidas y nadie, en el pasado, ha discutido este principio. No obstante, en los últimos años, las cosas se han salido de curso. Cornejo sostiene, con razón, que los dislates de Gildo Insfrán en Formosa son posibles porque el 93% de los recursos que administra provienen de la Nación. Este ejemplo se replica en otras jurisdicciones con menores escándalos pero con la misma filosofía del gasto.

Otro de los aspectos que más enervan a quienes abrazan la idea del independentismo es que el rumbo general del país no hace más que profundizar estas distorsiones. El gobierno de Fernández es incapaz, sea por convicciones o por necesidad, de contemplar las demandas más básicas de la producción. Lejos de ello, cada vez que aparece la oportunidad no duda en pasar el guadañazo al estilo del sheriff de Nottingham.

Tómese lo ocurrido hace pocos días atrás con la ley de biocombustibles. En 2006 se aprobó una iniciativa, pomposamente denominada “política de estado”, que obligaba a las petroleras a “cortar” sus combustibles fósiles con otros provenientes del maíz, de la soja o de la caña de azúcar. De inmediato, productores de la pampa húmeda y de Tucumán comenzaron a producir para abastecer al mercado de estos compuestos, generando más de 5.000 puestos de trabajo e invirtiendo alrededor de 3.000 millones de dólares.

Pero, y debido a la crisis por la que atraviesan YPF -manejada por La Cámpora- y las provincias patagónicas kirchneristas, los estrategas del Frente de Todo han decidido boicotear aquella política para que las petroleras no deban seguir comprando bioetanol o biodiesel a los distritos agroindustriales y, de esta forma, embolsar mayor dinero para las arcas propias. Esta enorme chantada pega de lleno en Córdoba, líder nacional en producción de biocombustibles y beneficia sin tapujos a tipos como Mariano Arcioni, gobernador de Chubut y famoso por su derroche fiscal.

El eje Mendoza – Córdoba, imaginado por Cornejo como el meridiano separatista, podría alcanzar al resto de los distritos en donde Mauricio Macri hubo de triunfar en las últimas presidenciales, esto es, Ciudad de Buenos Aires, buena parte del interior bonaerense, Entre Ríos y San Luis. El sagaz periodista Adrián Simioni tuvo el acierto de denominar a esta suerte de corredor electoral como “Centralia”, dada su ubicación geográfica. En Twitter fue bautizada, con menos elegancia, como “Chetoslovakia” en contraposición con “Peronia del Norte” y “Peronia del Sur”, cuyos apelativos se explican por sí solos.

Más allá de como quiera llamársela, esta franja del país vive una suerte de rebelión contra un gobierno que no le da tregua y que le devuelve migajas a cambio de lo que recibe de ellas. Nuevamente Cornejo: “Si el país no va hacia lugares más sensatos en materia económica, todos los sectores productivos están teniendo la sensación de que producen mucho más de lo que se llevan, que contribuyen al país mucho más de lo que se benefician del país”. Es imposible no darle la derecha en este punto.

La mención a Córdoba por parte del mendocino es también una sutileza interesante. Salvo algún sector del empresariado local, la idea de una independencia mediterránea no ha sido planteada aquí con la fuerza que adquirió en Mendoza. Sin embargo, el cordobés promedio siente que la Casa Rosada sigue dándole la espalda, aunque con mejores modales que en las épocas de Cristina. Esta sensación es ajena al color del gobierno, toda vez que Schiaretti es un peronista hecho y derecho y que, a pesar de ello, no vacila en declararse distante del Frente de Todos.

Esta es, precisamente, otra de las características de la ruptura geográfica que crece en el suelo argentino. Ya no importa de que partido sea la Administración de cada una de las jurisdicciones que integran Centralia; existe una agenda común y una larga lista de agravios económicos que emparentan a sus gobernantes, allende de sus filiaciones política. Si este fenómeno todavía no se ha hecho totalmente explícito es porque todos necesitan la billetera federal que, obligados por el actual sistema tributario, contribuyen a engordar en forma cotidiana.

En definitiva, la bravata independentista no puede ser sostenida por alguien que, como Cornejo, pretende ser presidente de todos los argentinos y no sólo de sus comprovincianos. Pero sirve para alertar sobre que el rumbo del gobierno de los Fernández excluye a los sectores que paradójicamente lo sostienen merced a impuestos cada vez más altos y distorsivos. No es de extrañar, por consiguiente, que Mendoza y Córdoba se dediquen a votar, cada vez con mayor frenesí, contra todo lo que huela a kirchnerismo y que articulen en discurso particularista para justificar algo que, en el fondo, es un enorme problema económico cimentado tras quince años de dispendio populista.

Por Pablo Esteban Dávila para Diario Alfil

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