Argüello y la nueva rivalidad global: por qué la disputa entre Estados Unidos y China no es una nueva Guerra Fría

INTERNACIONALES Agencia de Noticias del Interior
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  • La rivalidad entre Estados Unidos y China se consolidó como el eje central del sistema internacional.
  • Jorge Argüello advirtió que la comparación con la Guerra Fría tiene límites claros.
  • La interdependencia económica distingue el conflicto actual del enfrentamiento con la Unión Soviética.
  • La disputa incluye dimensiones comerciales, tecnológicas y monetarias.
  • La llegada de Donald Trump consolidó un giro estratégico previo de Washington.
  • El conflicto se inscribe en un escenario global multipolar y de hegemonía fragmentada.

La disputa estratégica entre Estados Unidos y China se consolidó en los últimos años como el eje central del sistema internacional. El enfrentamiento atraviesa dimensiones comerciales, tecnológicas, financieras y políticas, y redefine equilibrios que rigieron durante décadas. Aunque la comparación con la Guerra Fría surge de manera recurrente, el ex embajador Jorge Argüello advirtió que el escenario actual presenta diferencias estructurales que obligan a pensar el conflicto bajo nuevas coordenadas.

Durante una nueva edición del ciclo Efecto Mariposa, Argüello analizó el alcance de la rivalidad entre Washington y Beijing y puso el foco en los cambios de paradigma que se aceleraron con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. “La rivalidad de Estados Unidos y China nos trae el recuerdo de la Guerra Fría. La comparación parece inevitable, sin embargo, hay diferencias claras”, sostuvo, al marcar distancia con la lógica bipolar que caracterizó al enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética en la segunda mitad del siglo XX.

Una de las diferencias centrales, explicó, es el nivel de interdependencia económica entre las dos potencias actuales. A diferencia del vínculo casi inexistente entre Washington y Moscú durante la Guerra Fría —simbolizado por el Muro de Berlín—, Estados Unidos y China construyeron desde comienzos del siglo XXI una relación económica profundamente integrada. El avance de la globalización, el comercio bilateral y las cadenas de valor compartidas generaron un entramado que hoy vuelve mucho más compleja cualquier hipótesis de ruptura total.

Sin embargo, esa interdependencia no actuó como un freno a la escalada de tensiones. Argüello describió un escenario de conflicto multidimensional: “Beijing y Washington libran una guerra comercial abierta. Libran también una guerra tecnológica. Y están entrando en una guerra monetaria”. Aun así, descartó la posibilidad de un desacople abrupto y completo, al considerar que el volumen del intercambio y la dependencia mutua hacen inviable un corte definitivo sin costos sistémicos de gran magnitud.

El ex embajador también recordó que la relación entre ambos países estuvo atravesada por expectativas que, con el tiempo, no se cumplieron. “Hace 20 años, Estados Unidos imaginaba una China de capitalismo y democracias occidentales”, señaló. Bajo ese supuesto, Washington apoyó el ingreso de Beijing a la Organización Mundial de Comercio en 2001, convencido de que la integración al sistema multilateral derivaría en transformaciones políticas y económicas más alineadas con los valores occidentales. La evolución posterior, sin embargo, alteró de manera profunda esa lectura.

Cuando Estados Unidos advirtió que China se incorporaba al orden global sin asumir los cambios que esperaba, comenzó un proceso de revisión estratégica. “Cuando advirtió que China se incorporaba al sistema multilateral sin los cambios que deseaba, comenzaron las lecciones”, explicó Argüello, al describir el inicio de un endurecimiento progresivo de la postura estadounidense.

En ese marco, la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2017 no representó un quiebre aislado, sino la consolidación de una tendencia previa. “La llegada de Trump al poder sólo coronó un cambio de actitud general de Washington hacia Beijing. Se activó entonces para Estados Unidos la llamada amenaza China”, afirmó. Las políticas arancelarias, las restricciones tecnológicas y el discurso confrontativo fueron, en ese sentido, la expresión más visible de un giro que ya se estaba gestando.

Argüello subrayó además que la rivalidad bilateral se inscribe en un escenario global más amplio. Estados Unidos ya no compite únicamente con China, sino que enfrenta un mundo con múltiples actores emergentes capaces de influir en la economía y la política internacional. Por eso, distintos analistas describen el contexto actual como “multipolar”, de “hegemonía fragmentada” o incluso “post-estadounidense”.

En ese tablero complejo, la disputa entre Washington y Beijing no solo redefine la relación entre ambas potencias, sino que condiciona las estrategias de países y regiones que buscan adaptarse a un orden internacional en transición, marcado por tensiones persistentes y reglas aún en redefinición.

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