Todos los pronósticos auguran un 2025 mucho mejor que el que está dando las hurras, Argentina parece haber encontrado el rumbo y el gobierno de Milei no va a claudicar en un aspecto fundamental para la economía: el déficit cero, de ello no hay duda alguna. Los analistas y expertos ven un dólar quieto y las reformas estructurales al parecer se van a ir dando a lo largo de 2025. La asunción de Donald Trump puede ser el plus que necesita Milei para terminar de moldear el país que quiere para los Argentinos. Ojalá el año electoral no complique nada, los Argentinos nos merecemos que este veranito que vivimos se convierta en algo duradero.
A poco de cerrar un apoteótico año financiero el clima reinante da que pensar que aún lo mejor está por venir. Sin embargo, 2025 brindará otro contexto global, enmarcado en el advenimiento del Trump 2.0, que todavía despierta serios interrogantes, y encima sembrado de profundas tensiones geopolíticas cuyas resoluciones, por ahora, no están a la vista.
Podría decirse que no hace falta que aparezca ningún cisne negro, con lo que hay basta y sobra. Vale señalar que desde el punto de vista geopolítico, es cierto que nadie, y menos un gobernante, procura darse un tiro en el pie, pero como siempre advierte el politólogo Rosendo Fraga, a veces las crisis escalan por errores de cálculo, y hay muchos ejemplos al respecto en la historia contemporánea.
De modo que en este mundo plagado de contradicciones y con un alto y creciente nivel de incertidumbre, deambulará la economía argentina bajo el imperio del -por el momento- “experimento” libertario.
Se podrían enumerar varios datos a favor y en contra de la performance económica y financiera del primer año de gobierno de La Libertad Avanza (LLA). Lo cierto es que los activos financieros argentinos, y por ende, sus tenedores, han tenido un año más que satisfactorio. ¿Hasta acá hemos llegado? ¿Qué hacer de ahora en más? La pregunta del millón, como en otras veces de la historia de las últimas décadas.
Hoy, quizás, embriagados por las mieles del “carry trade” y la seducción del aparente efecto “dólar barato” la toma de decisiones de inversión y ahorro se enturbian. Los que están adentro, o sea, posicionados en activos argentinos, se plantean si llegó el momento de salir, y los que están todavía afuera, evalúan si es momento de entrar. Sobre todo, porque se avecina la temporada estival y los que portan canas cargan recuerdos de veranos para nada apacibles. ¿Conviene transitar el verano posicionado o reacomodar la cartera? La otra pregunta clave.
Por lo pronto, una mirada objetiva permite señalar que hay cosas como para ser optimistas y otras para ser cautelosos. Sin lugar a dudas, si habría que elegir un acervo de la actual conducción económica es el tema fiscal. El Gobierno escogió el ancla fiscal, y en palabras del presidente Javier Milei eso no se negocia. Esa es la clave de lo que se vio hasta ahora y explica, en general, el comportamiento de los inversores. También el hecho de haber dejado de financiar al Tesoro con emisión monetaria -por lo menos así pareciera, ya que la expansión de la Base Monetaria se mantuvo y en ese caso lo sano es que se explique por la demanda de dinero- jugó a favor de las expectativas. Todo redundó en la desaceleración inflacionaria y las menores expectativas devaluatorias.
El resto es ya historia, subieron los bonos soberanos, bajó la prima de riesgo país a niveles de 700 puntos básicos y las acciones argentinas volaron. El efecto del blanqueo de capitales aportó lo suyo, la fiebre del “carry trade” bendijo el clima imperante, y encima ganó el “amigo” republicano. En el medio, también un abrupto ajuste de precios relativos, con una que otra tarea aún pendiente o a mitad de camino. Todo un combo a favor de la música de los mercados.
Hasta acá podría decirse que, todo anclado en el superávit fiscal, el exitoso derrotero parece continuar. Pero, sobre todo para aquellos que aún lo miran de afuera, el caso argentino sigue en laboratorio. Quieren ver más. No es que el Gobierno “solo” hizo un ajuste fiscal, basado sobre todo en licuación y recorte de parte del gasto público, que de por sí ya es mucho y loable comparado con los últimos gobiernos, sino que las dudas de los inversores rondan, en este tema, en la sostenibilidad y viabilidad social y política.
Lo visto hasta ahora son flujos financieros en pos de “tradear” y hacer una diferencia, que dicho sea de paso, ya es verdaderamente significativa. Pero para que los flujos se mantengan y den paso también a las inversiones productivas son necesarias las reformas estructurales, pero en serio no la mera eliminación de regulaciones burocráticas que, si bien facilitan la vida cotidiana, no influyen en la decisión de inversión por ejemplo de una multinacional. Claro que vendrán inversiones puntuales vinculadas con los negocios estrella como Vaca Muerta y aledaños, el litio y la gran minería, otro tema será lo que pase con la industria y los servicios.
En los ’90 de la mano de las privatizaciones y la verdadera desregulación económica surgieron las oportunidades que atrajeron a inversores internacionales en todo el espectro de la economía. Para ver algo similar falta mucho.
El Gobierno tendrá, para bien y para mal, en la cercanía con Trump un potencial factor que puede traducirse en alguna prerrogativa y asistencia, no solo en la negociación con el FMI. Pero además, si logra que el riesgo país continúe bajando a niveles que lo acerque a la puerta de acceso de los mercados de capitales internacionales, dispondrá de otro as para jugar.
En tal sentido, cabe señalar que el mero hecho que Argentina reingrese al índice de mercados emergentes MSCI, implicará un flujo hacia los bonos soberanos no menor de u$s1.000 millones de parte de los inversores que deben replicar el índice, como bien señaló recientemente un alto ejecutivo del fondo BlackRock en un conference call con inversores.
La mirada se ha vuelta hacia Argentina, y para bien y para mal, otros países de la región hoy como Chile, México y Brasil plantean dudas a los inversores, por diversos motivos, de modo que flujos que solían ir a esos mercados y habían dejado de mirar al argentino hoy volvieron a posar la atención en el Río de la Plata.
Las proyecciones de los principales consultores, que fueron recalculadas ante la performance que mostró la economía en los últimos meses, indican que el Gobierno podría atravesar el primer semestre sin turbulencias. Varios sostienen que dólares no faltarán y se podrán afrontar los vencimientos, y el comercio exterior dará una mano para acompañar a las importaciones.
Además, las esquirlas del blanqueo brindan margen para continuar viendo una expansión del crédito vinculada con los argendólares. Hay todavía una agenda económica pendiente pero que precisa tiempo y convicción. Pero, entonces, qué es lo que traba las nuevas decisiones de inversión. Le tema político. Los principales fondos y bancos de inversión internacionales, celebran el dogma fiscal del Gobierno y lo valoran, pero quieren saber qué pasará después de las elecciones legislativas del 2025. Esa es la clave, ese es el obstáculo, esa es la próxima parada de los inversores, la estación octubre 2025. Antes, difícil ver una “lluvia” de inversiones.
Obvio, que hay negocios e inversiones en todo el mundo que parecen soslayar guerras civiles, no brindan ningún atisbo de seguridad jurídica, y sin embargo, multinacionales invierten en esos países con serios conflictos. Argentina no escapa a la regla, pero su curriculum de defaulteador serial le resta, y siempre se le pide más TIR. Los inversores extranjeros quieren señales de que el “experimento” libertario no se trata de una primavera sino que el resultado electoral del 2025 le brindará margen para continuar avanzando y perfeccionando el programa económico, y no abran las puertas al regreso de experimentos populistas.
A Milei, quizás, se lo subestimó, por ser un “outsider” que llegó a la presidencia sin partido político, sin plan y sin equipo, pero que sorprendió a todos, incluso a los más críticos. Pero recién han jugado para entrar a los “play off”. Puede ser que ahora se vea realmente de qué madera está hecho el gobierno libertario. Ya varios analistas advirtieron que la sociedad y la economía difícilmente soporten otro año recesivo. Habrá que ver cómo atravesarán el verano para llegar a las elecciones de medio término.
El “carry trade” no tiene patria, cuando se sienta incómodo se marcha. Una lección ya vivida. ¿Será suficiente con la ayuda de Donald? ¿Seguirá la desinflación? ¿Las dudas sobre el “crawling peg" se desvanecerán? ¿Habrá derrame si se reactiva el nivel de actividad? Son docenas las dudas que plantean empresarios e inversores, pero todo indica que se está yendo por el camino acertado, y que nos depara un 2025 mucho mejor que el que está llegando a su fin, por primera vez Argentina vive un diciembre tranquilo, y todo indica que así sera el año venidero.
Con información de Ámbito