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Empleados y empleadas municipales reconstruyen con esperanza un pasado marcado por el Terrorismo de Estado

CÓRDOBA 25/03/2024 Daniela ZETA
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El Palacio 6 de Julio es la sede centralizada de la Municipalidad de Córdoba. Este lugar que es parte de la cotidianeidad de los vecinos y es visitado a diario por turistas, fue también parte de una época nefasta para todos los argentinos: El Terrorisimo de Estado.

Dentro de sus paredes, más precisamente en el subsuelo en donde funciona la cochera,  cordobeses, empleados municipales y de otras reparticiones públicas fueron torturados e interrogados, sufriendo las peores vejaciones.

Quienes eran trasladados desde sus puestos de trabajo elegido por el Coronel Héctor Romanutti, interventor municipal en ese entonces, eran encerrados en precarias salas, en donde eran interrogados y torturados. Los golpes eran estratégicos, no había que dejar marcas visibles, pero las cicatrices más profundas son las que aún perduran después de más de cuarenta años.

Los “detenidos”, eran retenidos durante horas, después de las cuales eran trasladados hacia otros centros clandestinos como La Perla, o a comisarías del interior. Y quienes corrían con mejor suerte, quedaban en libertad.

Las historias de quienes sufrieron el horror y el miedo, poco a poco comienzan a ver la luz gracias a la batalla de aquellos que sobrevivieron y que luchan por ser escuchados.

Es el caso de Beatriz Argüello, quien por la década del 70 y con 20 años, se encontraba trabajando en la Secretaría Privada y desempeñaba tareas administrativas.

Recuerda cada detalle de aquella mañana del 28 de abril de 1976 cuando llegó al Palacio y buscó su tarjeta para marcar su ingreso.“Éramos de hacernos bromas y cambiar las tarjetas de lugar, pero cuando ví que no estaba, empecé a ponerme nerviosa ya que había comentarios de que si tu tarjeta no estaba, no podía ser algo bueno”.

Un efectivo militar se paró detrás de ella y todo lo que siguió fue un calvario que hasta el día de hoy intenta superar.

Después de unos años volvió a trabajar a la Municipalidad, sin embargo confiesa que “nunca más pude bajar por las escaleras hacía el subsuelo” y que “la vergüenza” de lo que le hicieron la ha llevado a recibir años de terapia psicológica.

Hoy siente la tranquilidad de haber podido, junto a sus compañeros, visibilizar la lucha que quedó plasmada en la placa que está colocada en el mismo lugar en donde se vivieron momentos de terror. Reconoce estar en paz “porque se logró uno de los objetivos, reconocer los hechos y ponerle nombres a los invisibilizados”.

Muchos de los trabajadores que fueron encerrados en la cochera fueron cesanteados, algunos recibieron “causas” y otros por la falta de presencia en el lugar de trabajo dejaron de pertenecer a la planta municipal. Este fue el caso de Alberto Peralta y Raúl Caminos.

Alberto trabajaba en el área de Espacios verdes. Se encontraba en una de las oficinas cuando fue escoltado por militares hasta el último piso del edificio. “Tengo cicatrices que se me hicieron carne” reconoce Peralta al hablar de lo que le dejó esa época, pero su dolor trasciende lo que él vivió, y su pesar está en lo que le tocó vivir a sus compañeras que no pudieron disfrutar de la vida como él.

“Uno es hombre y se puede aguantar que te hagan algunas cosas, pero se las hicieron a las mujeres también, la vejación que sufrieron, eso si no me lo olvido”, comenta visiblemente emocionado. Con el tiempo aprendió a ver que por más que el día y la lucha sea ardua “al otro día saldrá el sol y todo será un poco mejor”.

Raúl  Caminos era inspector de tránsito. De esos días le cuesta hablar. El nudo en la garganta se hace presente cuando recuerda a los que no corrieron con su misma suerte y no volvieron más.

“Todos los días me levanto con la misma pregunta y es por qué sigo vivo, y ver esa placa, en la cual se reconoce a la cochera de la Municipalidad como centro de detención clandestino y en donde se mencionan a las victimas y sobrevivientes del Terrorismo de Estado, me hace pensar en los que no están, los que se quedaron en el camino y no pudieron ver hasta dónde llegamos”, remarcó.

Entre el 4 y el 5 de abril de 1976 fue subido a un Falcon verde, en donde comenzó a recibir golpes en la cara y pisotones en los dedos de ambas manos. Del recuerdo de aquellos días, uno en particular exterioriza: “estábamos en la zorrera, era el turno noche, vinieron y nos dijeron que no podíamos salir más hacer los recorridos, ellos (por los militares y policía) sabían que andando por la calle en ese horario podíamos ver cosas”.

Juan Ferreyra es otro de los exempleados que sobrevivió al horror.Al igual que Raúl, él era “Zorro Gris” y lo habían trasladado al servicio de denuncias por ruidos molestos. Recuerda cómo el 2 de junio de 1977 estando en la calle, haciendo un control, lo subieron a un Torino verde.

Lo que siguieron fueron golpes y torturas. Estuvo unas 8 horas en el subsuelo y posteriormente fue trasladado a una comisaría de Unquillo en donde continuaron los golpes e interrogatorios. Al cabo de unos días, Juan recuperó la libertad.

Fueron muchos los que pudieron recuperar su trabajo, pero otros no. Unos por miedo, otros por el salario bajo y algunos que no fueron reconocidos, debieron buscar otra manera de sobrevivir y llevar el sustento a sus hogares.

Juan Ferreyra al cabo de unos años volvió a ser parte de la planta de empleados municipales y hace unos años se jubiló, pero sigue teniendo una participación activa en la pelea por recuperar y reconstruir esta parte nefasta de la historia de los cordobeses y de todos los argentinos. 

En la fecha, hay una causa en la fiscalía del Dr. Trotta, figura que el lugar funcionó como centro clandestino de detención desde marzo de 1976 y hasta, por lo menos, mediados de 1978. Todavía no hay personal operativo identificado ni imputado, aunque estuvo bajo el control de las fuerzas de seguridad. 

Los testigos consultados hablan de interrogatorios y torturas impartidas por “policías y soldados”. También mencionan la colaboración de personal civil y empleados del municipio, pero ninguno pudo ser identificado.

La Municipalidad de Córdoba fue reconocida como centro clandestino de detención en el Registro Unificado de Víctimas del Terrorismo de Estado (RUVTE), mediante la ordenanza N° 12669 se colocó una placa en las afueras del Palacio y dentro de la cochera una en donde se detallan los nombres de quienes fueron presos de la dictadura.

Muchos sobrevivientes siguen esperando el beneficio reparatorio del Estado nacional, pero para ellos la placa les trajo paz y les dió visibilidad. El velo de olvido sobre lo que pasó en ese lugar se va corriendo de a poco gracias a la persistencia de los sobrevivientes.

Todos coinciden en algo, tienen la esperanza y la fe en que podrán avanzar en las diversas causas ya que muchos excompañeros y familiares se están animando a denunciar.

“Para nosotros es un bálsamo poder contar nuestra historia, poder dar testimonio es también una manera de hablar por aquellos que no volvieron y eso nos da fuerza para seguir adelante”, concluye Raúl sin poder contener las lágrimas al verse, junto a sus compañeros, reconocidos por el Estado municipal. 

Hoy, paradójicamente, El Paseo Sobremonte, lugar en donde se encuentra encastrado el edificio municipal, es elegido por miles de jóvenes y adultos para desarrollar sus habilidades en danza y llevar a cabo diversas actividades culturales, algo impensado por aquellos años de la década del 70.

Hasta la fecha, 25 empleados municipales figuran como “desaparecidos”, número que puede variar ya que muchas familias, aún con el miedo a flor de piel, no se animan a denunciar por temor a las persecuciones a pesar de estar ya en democracia.

En el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, el intendente Daniel Passerini rindió homenaje a trabajadoras y trabajadores municipales víctimas del centro clandestino de detención de la cochera del Palacio 6 de Julio.

“Vamos a garantizar en los años por venir que esta memoria quede resguarada, que es la mejor forma de recordar a los compañeros y compañeras que ya no están”, fueron las palabras del intendente.

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