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Milei, una experiencia religiosa

OPINIÓN 10/02/2024 Mónica Gutiérrez*
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Milei desconcierta. Funciona como una especie de cuerpo extraño dentro del sistema político. La clase dirigente no termina de metabolizar sus modos, su estilo de conducción.

Milei parece estar viviendo la Presidencia como una experiencia religiosa, como si un designio divino hubiera puesto en su camino una misión celestial. Lo suyo se presenta como fundacional. Arropado por el 56% que le prodigaron las urnas en el balotaje juega a imponer su impronta al todo o nada.

Los juegos de la política parecen ser para el Presidente anchos y ajenos. No le interesan, lo aburren. Prefiere aferrarse a sus convicciones ideológicas con el fervor de un catequista.

Desbordante, Refuerza casi a diario sus aspectos icónicos. Exhibe una emocionalidad desbordada. Llora entregado en el Muro de los Lamentos, se funde en un abrazo interminable con su rabino de cabecera. Exhibe a su pareja con un beso más apropiado para un momento de fogosa intimidad sexual que para la feroz intemperie de la política. Perturba con dislates visuales la sensibilidad escaldada de una sociedad en carne viva. Y sobre todo la emprende desde las redes sociales.

Esta semana las irrupciones mediáticas del Jefe de Estado estuvieron imbuidas de una supuesta religiosidad. Un perfil identitario que fogonea con sostenido empeño y deleitación.

Poco antes de prender velas en el Santo Sepulcro y a apenas horas del la caída de la Ley Ómnibus, el Presidente posteó un fragmento del Éxodo, del segundo libro de la Biblia al que muchos interpretaron como una señal de advertencia a quienes se oponen a acompañar sus políticas.

Se trata del versículo 19 en el que Moisés baja del Monte Sinaí llevando las Tablas de la Ley y encuentra a su gente adorando un becerro de oro. Preso de ira destruye el becerro para castigar a su pueblo por desoír los mandamientos de la liberación personal.

La retirada de la Ley marca el inicio de una nueva etapa. Aparece un Milei muy Milei. La andanada que el libertario emprendió desde las redes sociales fue inmediata y arrolladora. Una guerra de guerrillas digital enfocada a identificar a sus enemigos y estigmatizarlos.

No había aún colapsado la sesión cuando el Presidente arremetió desde su cuenta personal con una andanada de reposteros y likes que adquirieron una escalada vertiginosa hacia la viralización.

Lejos, muy lejos de cualquier sentimiento de piedad religiosa, pasó a tratar de traidores, delincuentes y extorsionadores a diputados y gobernadores. En orden a potenciar su narrativa, intervino un posteo de NIK que lo mostraba en “modo Terminator” visualizando blancos móviles. Los “detectados”: Belliboni, un sindicalista, un gobernador, un diputado.

La jauría virtual que lo secunda en las redes está de fiesta. La “lista negra” oficial no se hizo esperar. La confeccionó la oficina del Presidente con todos los nombres de los diputados dialoguistas que votaron en contra alguno de los artículos. Un paredón digital. Un escrache al modo CFK. Un “déja vu” de los escupitajos a los periodistas escrachados por las pancartas K en el pasado no tan remoto.

La caída de la Ley de Bases deja a Milei a la intemperie. Lo exhibe desplegando una de sus más auténticas características de personalidad. Cuando lo contradicen se enoja. Su baja tolerancia a la frustración lo convierte en un destemplado. Pero sería ingenuo pensar que se trata solo de una reacción temperamental..

Gobernadores y legisladores entienden que la feroz paliza mediática y digital a las que los sometió Milei es parte de una estrategia comunicacional para fortalecer su relato.

La retirada de la ley de manera intempestiva, un hecho que algunos interpretan como accidental producto del desconocimiento del reglamento, se corresponde no obstante, con el impulso mileísta de “si no es todo, es nada”. Puede hasta ser, incluso, el desenlace de una escena planificada.

La media sanción salió con fórceps. Un trabajo de parto difícil, enrevesado. Terminó pasando a los tumbos, a las patadas, entre idas, vueltas y tirones y arrojó un producto maltrecho, deforme. Llegó al tratamiento en particular sin resguardos. Nació muerta. No lo vieron o no lo quisieron ver.

“Con la casta no se puede…vamos a gobernar por la nuestra”. ¿Impericia o perversa estrategia política? Un cálculo frío y premeditado para entrar en una segunda fase: gobernar prescindiendo de los legisladores.

La crisis como oportunidad. Milei busca exponerlos. mandar a todos a la misma bolsa, emparentar a los dialoguistas con el kirchnerismo, mostrar cómo actúa la casta. Pone foco en las elecciones de medio término. Que la casta parlamentaria muera en su ley, que pague el precio en las urnas.

Al ras de la tierra la caída de la ley se interpreta como una crisis de consecuencias impredecibles pero quienes se sienten amparados por “las fuerzas del cielo” la están viendo desde otro lugar.

Luis Caputo reapareció inmutable. “No es un desastre”, dijo. “Entre un 70 y un 75% del paquete fiscal no estaba en la ley”. El ministro dijo que para llegar al déficit cero no necesita de la ley. “Dejamos de darle a la maquinita”, explicó el ministro de Economía. La templanza que lo caracteriza no lo privó de meter ácido en su comentario.

“Todo es un curro en este país, en todos lados hay kioscos, los gobernadores hicieron una mala evaluación, creyeron que tenían mucho más poder de negociación del que tenían”.

Del dicho al hecho. El escarmiento no se hizo esperar. La respuesta a los gobernadores díscolos pasó al pleno analógico. Tras la implacable apretada digital el Ejecutivo dispuso la disminución de los subsidios al transporte del Interior. Se trata de la eliminación del Fondo Compensador del Interior que contempla un aporte del orden de los 100.000 millones de pesos para que puedan pagar salarios y subsidiar boletos. Se acabó lo que se daba.

Puede que esto sea solo el comienzo.

Javier Milei construye su perfil con premeditada dedicación. Puede que su impulso sea intuitivo pero es certero. Se abroquela en sus consignas más extremas mientras alimenta y protege sus misterios refugiado en el estrechísimo círculo aúlico presidencial.

Karina Milei, el asesor todo terreno Santiago Caputo, el jefe de Gabinete Nicolás Posse, Sandra Petovello, al menos por ahora, y no mucho más. Ellos conforman su guardia de hierro. El Presidente resiste. Desconoce la empatía. Prima facie aparece cerrado en un núcleo mínimo, íntimo, inexpugnable. Desde allí digita de manera radial.

El sistema le demanda acuerdos, el armado de una coalición. Un entramado que lo sostenga en el turbulento océano de los cambios que pretende. Hasta aquí no hubo caso. Cree poder sostenerse en el número mágico del 56%. Pero el apoyo social es frágil. “Es un tobogán sin arenero”, describe, ácido, un referente que prefiere no identificarse.

Un dirigente del PRO, que supo acelerar el precursor en orden a dinamitar Juntos por el Cambio, asegura reconocer que Milei tiene claro dónde quiere ir pero lo ve trabado en problemas de gestión. La construcción del Gabinete que conformó Milei parece ser una prueba gráfica de la falta de estrategia, agrega. La elección de los ministros que lo conforman no está atada a lógica alguna, más bien se definió por vínculo o afinidad personal.

Ninguno de los dirigentes que sumó al Ejecutivo entran como parte de un acuerdo político. Todos fueron convocados individualmente, sin tener en cuenta a sus terminales políticas, aunque hoy paguen el precio de sus afinidades.

El Congreso fue el reflejo de ese desorden, asegura nuestro interlocutor. Para la clase política Milei es un elemento muy extraño que no entienden cómo asimilar. Milei se mueve en un esquema muy raro, a su modo perturbador. Observador, reconoce un fuerte trazo de massismo residual en organismos del Estado. Asegura que la gente de Massa retiene el control de AySA. También de la AFIP y la Aduana. También ANSES y Transporte siguen manejadas por los mismos, asegura. Son todos cargos que hacen a una construcción política.

En la lista de los “detectados” no parece revistar ninguno de los tantos funcionarios del massismo que permanecen en funciones. No siempre “el enemigo es el otro”.

Milei tampoco dispone de negociadores que esté dispuesto a respetar. Manda a los suyos al frente pero luego los deslegitima. La decisión final está siempre en sus manos.

Victoria Villarruel no la está teniendo fácil. Ella tiene que lidiar con propios y extraños. Desandar el camino de los disparates en orden a alinear lealtades le está resulta agotador.

El desgaste de los propios refuerza la concentración del poder.

Bartolomé Abdala, presidente provisional del Senado trató de “animalitos gastadores” a Mónica Silva y Alberto Weretilneck. Frente a la aplanadora discursiva de Milei lo de Abdala puede sonar hasta tierno pero el país que visualizan desde afuera los potenciales inversores es desconcertante y desalentador.

Mauricio Macri también arremetió en las redes. Reposteo un envío de quien fue su ministro de Transporte, Guillermo Dietrich. “Si queremos crecer hay que romper el sistema”. Para Dietrich “hay una oportunidad histórica de patear con todo el avispero”. El ex presidente apoya plenamente a Milei y espera su momento.

Macri aparece librando su propia batalla. “Quiere discutir su porcentaje en el fideicomiso”, asegura un connotado dirigente del PRO. “Quiere ser más respetado por el Gobierno. Quiere ayudar pero no lo dejan entrar en la toma de decisiones”.

El Presidente tiene mecha corta. Ahora está enojado. “No los necesito más”, vociferó urbi et orbi. Asegura disponer de herramientas para seguir gobernando sin el recurso de la ley. Milei dice estar dispuesto a prescindir de los legisladores: o sea, del Congreso. Pero algo o alguien lo estaría haciendo repensar este punto.

Descartada la idea de una consulta popular no vinculante que supondría exponer y perfeccionar el enfrentamiento pero tiene riesgos ciertos para el gobierno, algo parece estar moviéndose.

Ya sobre el filo del fin de semana, Patricia Bullrich salió a decir lo suyo anunciando un reseteo del Gobierno y una articulación con el PRO en orden a conformar una coalición parlamentaria. Lejos de descalificarla, Milei habilitó esta posibilidad. Habría instruido a los suyos para ir hacia la conformación de un interbloque parlamentario entre LLA y el PRO.

Eso sí, con el PRO puro y duro. Nada de blancas palomitas.

La ministro de Seguridad, descartó disputar la presidencia del PRO para la cual ya está apuntado Mauricio Macri. La relación entre ambos registra heridas todavía abiertas pero los que la frecuentan aseguran que no hay discusión conceptual entre ellos. Patricia Bullrich, dicen, tiene una muy buena relación con la todopoderosa Karina Milie. Medio cielo ganado.

Milei y sus brigadistas virtuales fatigan a diario en las redes profundizando la grieta. El regreso de la pregunta “de qué lado estás” convoca también a la ministro de Seguridad.

Ella también parece decodificar el momento en modo traición.

Pasadas las 18 del viernes. Javier Milei levanta desde Roma un nuevo y extenso posteo titulado “Cambio de reglas”. En tono de fuerte descargo redobla la apuesta. Suma a la lista de sus objetivos a los que “defienden la República” en la televisión y “las operaciones, difamaciones y títulos de los diarios”. A los legisladores los conmina: “Tendrán que elegir de que lado están”.

Los funcionarios “detectados” no disponen de esa chance. Sobre la noche del viernes Milei le pidió la renuncia al titular de la ANSES. El caso de Osvaldo Giordano es emblemático. Convocado a título individual quedó en la mira porque su esposa, la diputada Alejandra Torres votó en contra. El ex ministro de Finanzas de Schiaretti contaba con el encendido respaldo de Sandra Pettovello tras el desplazamiento de Carolina Piparo que sonaba para ocupar ese lugar. La secretaria de Minería Flavia Royón también deberá dejar su puesto. Esto recién empieza.

Resta saber si el paso por la Santa Sede logrará apaciguar el ánimo presidencial. El domingo participará de la ceremonia de canonización de Mamá Antula y el lunes será recibido por Francisco. Mientras tanto “a Dios rogando y con el mazo dando”.

 

 

* Para www.infobae.com

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