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El adiós al “Hacha”: un talento único que brilló en Talleres y dejó su sello en el fútbol cordobés

DEPORTES 11/03/2023 Gustavo Farías
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El ‘Hachita’ nació con una pelota bajo el brazo y para ser jugador de fútbol”. La frase la pronunció hace ya más de medio siglo un resignado Pedro Ludueña, el papá de Luis Antonio. El hombre, cansado de salir a buscarlo por los potreros de Villa Revol cuando el chico se fugaba de la escuela, ya había probado, infructuosamente, hacerle aprender algún oficio para que se ganase la vida. Hasta que un día, don Pedro asumió que las condiciones de su hijo para el fútbol podían resolverle el sustento del porvenir.

Sin embargo, aquello sólo fue un parche para sustentar ese dicho popular que reza “pan para hoy y hambre para mañana”. Claro, “el Hacha” ganó dinero, firmó generosos contratos y rechazó ofertas que cualquier otro colega hubiese presumido. Pero su desvelo, en realidad, no era resolver cómo llenar la olla, sino adivinar por dónde picaría la redonda para ir a buscarla. Todo lo demás era secundario. Incluso el dinero.

EL ADIÓS AL “HACHA” LUDUEÑA
Luis Antonio Ludueña, fallecido este jueves a los 69 años fue, ante todo, un monumento al futbolista. O mejor dicho: el representante genuino de quien juega a la pelota. Aquel que es capaz de prescindir del contexto en que ésta rueda. Él encaraba de la misma manera la final de un campeonato profesional y la de un amistoso barrial por la gaseosa. Así era Ludueña.

“Juego siempre con la misma responsabilidad. Desde el viernes anterior y hasta el día siguiente vivo para el partido, y cuando perdemos no duermo pensando en descubrir los errores para intentar mejorar a través de este trabajo”, supo decir en marzo de 1978, por más que todos supieran de sus escapes a las concentraciones y de actos de indisciplina que le conspiraron para una carrera aún más brillante de la que realizó.

Sus primeros pelotazos los dio en la cancha de patinaje del Parque Sarmiento, hasta que a los 13 años, Roberto Molina, un amigo de la familia, se lo llevó al San Lorenzo de barrio Las Flores. En el equipo de “los Turcos”, el mismo que proyectó a Llamil Simes y Sebastián Viberti, se destacó en una carrera meteórica.

Apareció con la camiseta azulgrana número “5″ el 18 de marzo de 1972, en un cuadrangular que organizó Escuela Presidente Roca para equipos del ascenso cordobés. Ese día, su equipo se impuso al desaparecido Palermo 3-2, en lo que constituyó un debut triunfal. Un puñado de espectadores, que dejaron 714 pesos en las boleterías escolares, asistieron sin saber a la presentación de uno de los mejores futbolistas que dio esta provincia.

 
“Con una defensa sólida y un medio campo brillante merced a la excelente faena de su número cinco Ludueña, la ofensiva veía facilitada su labor”, escribió el vespertino Córdoba en un escueto comentario del encuentro. De la mano del “Hacha”, San Lorenzo ganó el ascenso ese año y recuperó su sitial en el círculo superior después de cinco temporadas.

En 1973 se produjo su despegue definitivo. Brilló con San Lorenzo a pesar de que su equipo finalizó en el último lugar y Talleres, que empezaba a armar el equipo sensación del año siguiente, no dudó en abonar una fortuna por su pase: 15 millones de pesos. Quiso el destino que su despedida de San Lorenzo sea por la última fecha del Torneo Clasificación, el 30 de septiembre, ante quienes serían sus próximos compañeros. Fue empate 0-0.

“En la última presentación vistiendo los colores azulgranas, el eficaz volante se constituyó en la mejor figura del partido, demostrando atrás y adelante su capacidad, tanto en habilidad, como en potencia. Sin el apoyo necesario, debió resignar sus intentos de toque”, lo destacó La Voz del Interior en su clásico espacio de “Mención especial”, dedicada a los mejores de la jornada.

Apenas 48 horas después de su adiós en San Lorenzo, Ludueña se calzó la camiseta albiazul por primera vez. Fue el 2 de octubre de 1973, en un cotejo amistoso muy particular, en el cual Talleres enfrentó a Boca Juniors como preliminar de lujo del choque Belgrano-Huracán, flamantes campeones de la Liga Cordobesa y de la AFA, respectivamente. ¿Una curiosidad? La “T” contó con tres refuerzos estelares: Mario Kempes, Osvaldo Ardiles (ambos de Instituto) y Pablo Comelles (de Argentino Peñarol). Otra vez, su presentación fue con victoria: 1-0 con gol del “Matador”.

Su paso por Talleres es lo más conocido de su campaña. Su fútbol de alto vuelo fue reconocido hasta en Buenos Aires, ganándose la primera nota grande en el semanario porteño El Gráfico, que en septiembre de 1974 mandó a la mejor pluma de su redacción, Osvaldo Ardizzone, a entrevistarlo en la casa que alquilaba con su flamante esposa. “Como los Rojitas, los Chirola, los Houseman... Ludueña se encontró un hada para el mismo cuento”, decía el encabezado del artículo, de tres páginas. Comenzaba a volar.

“No sé si Luis Ludueña alcanzará la gran fama”, escribió el periodista, para pintar a continuación una radiografía perfecta de lo que podía ser. “Algunos como él, llegan. Otros se pierden en el largo camino. Otros se desvanecen prematuramente. De todos modos, nacerán, seguirán naciendo, como el testimonio de un folklore, como el símbolo inequívoco de una estirpe... Se construyen a su manera. Con la libertad de los pájaros. Se modelan caprichosamente. Como las piedras que arrastra el río. Entonces nadie los conoce. Ninguno se les aproxima para influirles en la mentalidad, en la personalidad, en la formalidad, en todos los solemnes y pedagógicos dad que utilizan “los hombres serios”... Llegan solos, a su manera... Con una calle de tierra, con una pelota pobre y un montón de tímidos y apasionados sueños. Apenas con todo eso...

EN LA SELECCIÓN
No pasó mucho hasta que César Menotti lo convocó por primera vez a la selección nacional que se preparaba para ser campeona del mundo. En junio de 1975, “el Flaco” lo citó para la primera e irrepetible versión de “selección del interior” que hacía el entrenador para abrir el juego en el “equipo de todos”. Su debut se produjo en Cochabamba, Bolivia, en un cotejo que la albiceleste venció 2-1 al local con goles de Daniel Astegiano (de Ingenio Ledesma de Jujuy) y Osvaldo Ardiles (Instituto). De ese plantel, cinco fueron campeones del mundo en 1978: además del “Pitón”, también estaban Luis Galván y Miguel Oviedo (Talleres), Daniel Valencia (Gimnasia de Jujuy) y Ricardo Villa (Atlético Tucumán).

Ludueña participó del equipo mayor hasta el verano de 1977, cuando después de un acto de indisciplina protagonizado por “el Hacha” en Mar del Plata, Menotti le cerró las puertas a la selección. Después, mientras esperaba un perdón que le permitiera reincorporarse, se cortó el tendón de Aquiles en un accidente doméstico y el sueño de jugar el Mundial se archivó para siempre.

Para muchos era número puesto para actuar en el Mundial ‘78. Tenía la facilidad de jugar de “8″ o de “5″, sin dejar de ver nunca el arco de enfrente. Nadie podía discutirle su clase y en una selección bien federal, como la que armó Menotti, su aporte parecía imprescindible. De hecho, en la colección de figuritas de ese Mundial, la cara de Ludueña adornó el álbum. Pero al torneo lo miró por TV.

COTIZADO Y POLÉMICO
Al margen de ello, las ofertas sobre su contratación llovían en la sede de Talleres. Todos los grandes de la Capital Federal hicieron sus ofertas para llevárselo, al igual que algunos intermediarios internacionales. Pero era uno de los favoritos de Amadeo Nuccetelli, el titular albiazul que no quería saber nada con transferirlo. “Si nos desprendemos de una de nuestras figuras claves como Ludueña o Valencia, Galván u Oviedo, Talleres deja de ser Talleres”, sostenía “el Pelado” en enero de 1977.

Fuera de la cancha, Ludueña dio todo tipo de ventajas. No era apegado al sacrificio de las concentraciones y siempre le costó mucho separarse de sus afectos. El mejor ejemplo de ello fue cuando llegó al club una propuesta irrechazable del Málaga de España, en 1981. El club ibérico desembolsaba 125 mil dólares y, además, se hacía cargo de la organización de tres partidos de Talleres en España, a la vez que se tramitaban otros cotejos en Francia y Bélgica.

Una vez acordado todos los detalles, el plantel albiazul, con Ludueña incluido, viajó hacia Madrid. En Málaga todos estaban entusiasmados porque el jugador había surgido en el mismo club que Viberti, un prócer de la entidad. Pero apenas pisó suelo español, “el Hacha” se arrepintió y desató una crisis institucional. Papelonazo. En medio de ese lodazal de negociaciones rotas, la “T” zafó de parte de la indemnización dejando a cambio otro jugador, Amadeo Gasparini.

Al regreso anticipado, Talleres separó del plantel a Ludueña y allí comenzó el tobogán de su carrera. No lo querían ver ni en figuritas, aunque le impuso la carga de entrenar como si fuera a jugar. Al cabo de unos meses le llegó el “indulto” y volvió a ponerse la camiseta en algunos pocos partidos del Nacional ‘82. Pero su ciclo ya estaba agotado.

A pesar de su juventud (tenía 28 años), su rendimiento entró en una pronunciada pendiente. Se marchó a Estudiantes de Río Cuarto para jugar el Campeonato Provincial, donde disfrutó a pleno ganarle una final a Belgrano, su eterno rival, al que le marcó un tanto en recordada final disputada en el Estadio Córdoba (3-1). Con los del Imperio clasificó por primera vez al Nacional de Primera de AFA y alcanzó a disputar tres partidos en la máxima categoría.

Al año siguiente intentó volver al fútbol grande y se incorporó a Instituto, pero apenas pudo jugar seis partidos, siempre como relevo. Ya era una sombre de lo que había sido y tras romper el contrato con los de Alta Córdoba, dio sus últimos pasos en Vélez Sársfield de Catamarca.

Este jueves, “el Hacha” se nos fue para siempre. La pelota no tiene consuelo.

LA FICHA TÉCNICA DEL “HACHA” LUDUEÑA
Fecha y lugar de nacimiento: 21 de febrero de 1954 en Córdoba. Tenía 69 años.

Puesto: Volante central o derecho.

Trayectoria: San Lorenzo de Córdoba (1972-73, 25 partidos, 12 goles), Talleres (1974-82, 340 partidos, 113 goles), Estudiantes de Río Cuarto (1983), Instituto (1984, 6 partidos), Vélez Sársfield de Catamarca (1985), Newbery y Everton de Cruz Alta (1985) y Juventud Celulosa de Río Blanco, Jujuy (1986).

Debut en Primera: 18 de marzo de 1972, en San Lorenzo, que ese día venció 3-2 a Palermo, por un cuadrangular en cancha de Escuela Presidente Roca. San Lorenzo formó con Viada (Enrique Ficini); Luis Godoy, Ramón Peralta, Lascano y Ocampo; Rubén Oviedo, Luis Ludueña y Rubén Valdez; Eduardo Ficini, Alberto Quintana y Raúl Bonaldi. “El Hacha” anotó el segundo gol de su equipo.

Selección argentina mayor: debutó el 28 de junio de 1975 ante Bolivia, en el Estadio Félix Capriles, de Cochabamba por la Copa Cornelio Saavedra. Argentina jugó con Oscar Quiroga; Victorio Ocaño, Luis Galván, Pablo de las Mercedes Cárdenas y Rafael Pavón; Osvaldo Ardiles, Miguel Oviedo (Rubén Giordano) y Daniel Valencia; René Alderete (Julio Villa), Daniel Astegiano y Antonio Alderete (Luis Ludueña). Al año siguiente también jugó ante Sevilla de España, en un amistoso que finalizó 0-0. También disputó algunos partidos ante clubes y combinados regionales argentinos.

Selección olímpica: participó del equipo que ganó el Preolímpico de Colombia, en 1980, clasificándose a los Juegos Olímpicos de Moscú. Jugó seis partidos y anotó dos goles. Finalmente el equipo no concurrió a los Juegos, al adherirse nuestro país al boicot propiciado por el gobierno de Estados Unidos.

Títulos: Oficial de Primera B de la Liga Cordobesa 1972 (con San Lorenzo), Zonal y Oficial 1974, Apertura y Clausura 1975, Apertura y Clausura 1976, Copa Hermandad 1977, Apertura y Clausura 1977, Clausura y Oficial 1978, Apertura y Oficial 1979 (con Talleres), Campeonato Provincial 1983 (con Estudiantes de Río Cuarto) y Preolímpico 1980 (Selección Argentina).

*Para La Voz/Mundo D

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