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El país más polarizado del mundo

OPINIÓN 30/01/2023 Santiago Sena**
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El domingo pasado, Infobae publicó una nota que mostraba los resultados del estudio anual realizado por el Edelman Trust Institute, el Barómetro de la confianza Edelman 2023, que este año se tituló: “Navegando un mundo polarizado”.

Entre los 28 países de la muestra, Argentina quedó ubicado como el país más polarizado, superando a Estados Unidos, Brasil, México, Sudáfrica, España y Colombia, por citar los casos de los países que enseguida pueden aparecer en nuestra mente cuando pensamos en división o politización. Alguien podría decir: “chocolate por la noticia, ¿qué importa?”.

Lamentablemente, importa. El mejor argumento que tengo es que la única manera de construir políticas de largo plazo en las sociedades democráticas es a través de consensos. Las gobiernos autoritarios no tienen alternancia. Por tanto, para fijar las reglas de juego no hay que convencer a nadie más que a aquellos que detentan el poder. La democracia, en cambio, supone alternancia. Hoy gobierna un grupo pero probablemente en algún tiempo le toque a otro, que piensa diferente, y así. La peor combinación, la que inhibe el desarrollo, es la nuestra: alternancia sin consensos. Como resultado de este combo tan particular, cada vez que un partido llega al poder refunda la patria, desarmando todo (o mucho) de lo que había hecho su antecesor. Como cada grupo cree que es el único dueño de la verdad y que los demás son parte del problema que hay que superar, no generan consensos sino que imponen sus propios puntos de vista, paradigmas y políticas. La no continuidad de las políticas genera desconfianza e incertidumbre, lo que aumenta el riesgo y reduce la creación de valor. En lenguaje llano: nos empobrecemos.

La polarización importa porque nos hace cada vez más pobres y cada vez menos capaces de implementar las soluciones para resolver los problemas que tenemos como sociedad (que, para colmo, son cada vez más variados y más graves). Seguir polarizando es seguir cavando para intentar salir del pozo. Mientras más lo hagamos, más empeoramos nuestras probabilidades de construir soluciones reales a nuestros problemas. La polarización, por tanto, importa. Y mucho.

El tema es cómo salir. Era más fácil evitar este nivel de agrietamiento que ahora tratar de construir puentes de comprensión o, al menos, algunos acuerdos formales y materiales mínimos para poder desarrollarnos. Según los datos, peor no podemos estar. No hay nadie que tenga mayor nivel de polarización que el argentino porque los entrevistados consideran que las diferencias entre “nosotros” y “ellos” no sólo son muy grandes, sino que también es muy improbable que podamos superarlas. ¿Por dónde empezar?

En diferentes medios he convocado a la clase política, a los dirigentes empresariales, a los referentes sociales y sindicales, además de al periodismo… Pero es innegable que en todos estos ámbitos hay algunos grupos a quienes la polarización los beneficia, por más que dañe al general de los argentinos. A mucha gente el status quo le conviene. Son los ganadores del sistema. Y no hay nadie más conservador que el que detenta un privilegio.

Por eso, el cambio tiene que empezar por nosotros: los argentinos de a pie. Los comunes. Los del día a día que sufrimos más que nadie que los dirigentes no se pongan de acuerdo y generen mejores condiciones de vida y posibilidades de desarrollo. Buscamos chivos expiatorios en la clase política para no asumir que la grieta es un modelo mental que existe, antes que en cualquier lado, en nosotros mismos. Es una forma de entender la realidad. Cada uno elige dividir entre ellos y nosotros. Creemos que la grieta “es moral” como si de un lado hubiera buenos y del otro, malos. Literalmente. No hay nada más maniqueo, siguiendo la definición de maniqueísmo político, que semejante afirmación. Hagamos un ejercicio práctico: enumeremos 3 cosas de nuestro propio ámbito de representación que sean malas, injustificadas, erróneas.

A su vez, hagamos el ejercicio emocional e intelectual de encontrar 3 cosas con las que estemos de acuerdo que promovieron o empujan actualmente aquellos que para nosotros son “el problema”. Quizás cueste, porque la grieta se hizo hábito en demasiada gente por demasiado tiempo, pero esas cosas buenas en los otros… existen. El pluralismo y la diversidad no son otra cosa que la capacidad de reconocer lo bueno en quienes son distintos.

Seguimos conviviendo, lamentablemente, con muchas pretensiones de igualitarismo autoritario, donde los únicos que agregan valor son los que piensan como yo, mis iguales. Me rodeo digitalmente de cajas de resonancia que amplifican mi propio mensaje al infinito. Apaguemos un poco el Twitter y abramos la ventana. Tenemos que madurar como sociedad y dejar atrás esas pretensiones de verdad absoluta sobre la realidad social.

Al final, todos buscamos un país más desarrollado, justo, con menor inflación, donde los jóvenes encuentren esperanza y no se vayan, donde emprender sea posible… Nos unen propósitos comunes. Es mucho más lo que nos ilusiona que lo que nos divide. Superemos la grieta. Hacerlo, importa. Y el cambio tiene que empezar en cada uno de nosotros

* Profesor y licenciado en Filosofía, PhD en Dirección de Empresas y profesor en el IEEM, Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo

 

** Para www.infobae.com

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