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Milei y Manes: radiografía de los dos nuevos “outsiders” de la política argentina

POLÍTICA 27/05/2022 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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Uno se llama Javier Milei, tiene 51 años, nació en la ciudad de Buenos Aires, es economista y profesor de sexo tántrico. El otro tiene casi la misma edad, 52 años, se llama Facundo Manes, nació en Quilmes, es neurólogo y condujo varios programas de televisión en los que explicaba cómo funciona el cerebro.

Milei es soltero, no tiene hijos, cuenta como principal asesora a su hermana, Karina, y su temperamento público se identifica habitualmente con la ira, está enojado con el resto de la clase política. Manes está casado, tiene dos hijos, su principal asesor es también un hermano, Gastón, y su temperamento público más difundido es generalmente reflexivo.

Milei quiere hacernos sentir víctimas de una estafa y que nos enojemos con él, Manes parece esperar que lo elijamos como nuestro analista. Uno quiere reposicionar a la derecha y al liberalismo, el otro intenta resucitar al radicalismo.

Los dos quieren ser presidentes, ya están lanzados a la disputa electoral, y comparten una importante característica común: son outsiders de la política.

¿QUÉ SON LOS “OUTSIDERS”?
Es común que el ámbito periodístico le cuelgue rápidamente el título de outsider a cualquiera que parece provenir de ámbitos o de recorridos políticos diferentes a los del común de los políticos. No tienen un pasado con cargos en el Estado ni de luchas partidarias. Pero ¿qué es un outsider político? ¿Milei y Manes son unos de ellos? ¿Por qué? ¿Comparados con quiénes?

También están los que los llaman los cisnes negros de la política criolla, sin atender mucho a qué tipo de fenómeno define la teoría de los cisnes negros.

 
Siguiendo en el reino animal, con claro acento británico otros podrían decir que Milei y Manes son los dark horses, los posibles “tapados” de esta carrera electoral que llegará a la meta en la última parte de 2023 con la elección del sucesor de Alberto Fernández.

Vamos por partes.

Los candidatos outsiders hace mucho que dejaron de ser algo novedoso en las elecciones políticas. Propulsados por la televisión primero y por las redes sociales después, supieron capitalizar los enojos y el hartazgo de los electores con los políticos tradicionales, a los que marcaban como responsables de situaciones de fracaso o de parálisis.

La palabra outsider, de origen anglosajón, se refiere a quienes vienen de afuera, quienes son forasteros en un lugar o en un ámbito.

La especialista en marketing político Lourdes Martín Salgado los define como personas que, en vez de ser políticos profesionales, son, al revés, profesionales que entran en la política.

Otros politólogos señalan que la denominación de outsiders no es correcta porque, en el territorio de la política, ningún ciudadano puede ser considerado un extraño.

PRESIDENTES “OUTSIDERS”
Numerosos países del mundo han visto el ascenso y caída de este tipo de candidatos. Algunos fueron apenas un fenómeno transitorio, que duraron muy poco tiempo y se desinflaron antes de entrar en competencia, y otros terminaron convertidos, por ejemplo, en presidentes de los Estados Unidos.

El mismo Donald Trump, quien actualmente pugna por volver a la Casa Blanca, es uno de los casos más notorios de outsiders políticos. Conocido por la sociedad estadounidense en su rol de inversor inmobiliario multimillonario y luego como estrella televisiva de su show en la cadena NBC El aprendiz, de manera inesperada ganó la candidatura principal del Partido Republicano y superó en la elección general a Hillary Clinton en 2016.

Antes de la irrupción de Trump, Estados Unidos había tenido otro presidente a primera vista insólito. Ronald Reagan asumió como mandatario en 1981, en plena Guerra Fría, siendo que el país lo conocía más por sus roles como actor secundario de Hollywood y por sus apariciones en programas de televisión. También fue presidente en representación del Partido Republicano.

En la política de Estados Unidos también se usó el término outsider con un sentido geográfico para referirse a aquellos candidatos que se proponían para altos cargos nacionales sin tener una carrera previa en la ciudad de Washington.

Más cerca de la Argentina, el vecino Brasil se encuentra gobernado por Jair Bolsonaro, quien llegó a la presidencia como abanderado de la antipolítica, de la anticorrupción y con un discurso de extrema derecha.

Excapitán del Ejército, racista y homofóbico, había sido legislador durante 28 años, en representación de ocho partidos distintos, y pese a esa función siempre había mirado la política desde afuera. Rechazado por los principales partidos, se presentó como candidato de un partido minúsculo, con una gran presencia en redes sociales y con un discurso de odio que sintonizó con las mayorías brasileñas que lo eligieron presidente en 2019.

En Perú, en 1990, Alberto Fujimori sorprendió a buena parte del mundo cuando fue elegido presidente en el mismo año en que comenzó su carrera política. Sus antecedentes previos, como autoridad universitaria y presentador de un programa de televisión, no hacían prever que alcanzaría la máxima autoridad nacional en su primera candidatura.

El mismo país, en la actualidad, es gobernado por el dirigente rural y sindical José Pedro Castillo, quien se hizo conocido por su rol en una huelga docente en 2017 y, sin antecedentes en cargos políticos, en su primera postulación presidencial alcanzó el sillón mayor peruano en 2021.

Los también denominados candidatos “ciudadanos” o “alternativos” ya tienen su historia en países como España, Uruguay y Gran Bretaña.

TAPADOS Y “PERROS DESVALIDOS”
Vinculado con el concepto de outsider, también en la política se suele utilizar la expresión turfística dark horse. En este caso, para referirse a candidatos tapados que, cuando pocos los esperaban, cuando no estaban en el radar de las atenciones principales, se terminan imponiendo en los comicios.

Diferente es otra expresión, también con resonancias animalescas y usada en la política anglosajona, que tiene que ver con los underdogs. Es un término que proviene del mundo de las peleas de perros, y hace referencia al perro desvalido, al que no tiene todas las de ganar.

En la política, la expresión underdog señala a los candidatos que, por aquella razón, generan simpatía entre el electorado. Los votantes saben que, muy probablemente, no ganarán la elección, pero igual deciden entregarles su apoyo, que ven como una moneda lanzada a favor de una causa perdida.

Es lo contrario del llamado efecto bandwagon (el carro donde va la banda), por el cual muchas personas optan por dar su voto al candidato que se supone va a ganar para ser parte de la mayoría que alcanzará el triunfo.

También suele hablarse de la estrategia del underdog, adjudicada a candidatos, no solamente en el ámbito de la política, sino también aplicada a equipos deportivos o a competidores en certámenes artísticos que se victimizan y se muestran como presas de conspiraciones o situaciones que los superan. Se trata, además, de un término conocido por los apostadores deportivos: jugarle al underdog, al que no es favorito.

Milei, que sí es un outsider y que además es conocido por ser dueño de cinco mastines ingleses a los que malcría como si se tratara de seres humanos, podría ser visto también como el underdog, el perro desvalido, si una parte del electorado decidiera, el año próximo, no votar por los candidatos más favorecidos de las principales alianzas.

Manes, por el contrario, aspira a ser un candidato del mainstream. Quiere encabezar la oferta de uno de los principales partidos políticos argentinos y, quizá, de la alianza de Juntos por el Cambio que hoy sigue integrando el radicalismo.

Ambos son outsiders, ambos aspiran a usufructuar el cansancio de la ciudadanía con los políticos tradicionales. Pero lo hacen con estrategias y apoyos muy distintos.

Con información de La Voz del Interior, sobre una nota de Sergio Carreras

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