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Alberto Fernández oscila entre el llamado al diálogo con la oposición para lograr acuerdos clave y la confrontación con fines electorales

POLÍTICA 11/10/2021 Brenda Struminger*
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Compelido por la proyección de una distribución de poder en el Congreso que, si se repiten los resultados de las PASO, obligará al Frente de Todos a negociar con Juntos por el Cambio, Alberto Fernández, que antes de las PASO apuntó de lleno a la polarización, oscila en el nuevo tramo de la campaña electoral entre los llamados al diálogo y los discursos de ataque a la oposición. La contradicción, aseguran en la Casa Rosada, responde a dos necesidades: preparar el terreno político para lograr aprobar temas clave en el ámbito económico y el judicial; y, en paralelo, hablarle a los votantes propios, luego de que unas elecciones primarias donde un importante porcentaje del electorado mostró desencanto con la gestión nacional.

La fluctuación entre la moderación y los embates contra la oposición en los discursos del Presidente quedó en evidencia más que nunca esta semana. Con diferencia de días, Alberto Fernández pasó de un llamado al diálogo, el acuerdo y el fin de la “confrontación” ante empresarios en el foro de la Cámara Argentina de la Construcción; a un cuestionamiento directo a Juntos por el Cambio y, en especial, al expresidente Mauricio Macri, en un acto militante en el estadio de Nueva Chicago, donde cambió por completo el tipo de mensaje.

“Mientras ellos sonreían en Miami, yo sigo acá peleando con el FMI, porque el año próximo vencen 19.000 millones de dólares que condicionan nuestro crecimiento y el desarrollo. Acá estamos los mejores, los que damos la pelea, los que seguimos de pie, los que seguimos creyendo en nuestra gente”, dijo el primer mandatario ante miles de seguidores, rodeado de los candidatos bonaerenses, referentes de La Cámpora y de los movimientos sociales.

Tras registrar que en las PASO un importante porcentaje que había elegido al Frente de Todos en 2017 y 2019 evitó ir a votar en las PASO o se volcó hacia otras opciones, el Presidente necesita más que nunca dirigirse en términos duros contra la oposición, como señal para el electorado afín. Pero al mismo tiempo, no puede dejar de lado cierto pragmatismo. Si se repiten o empeoran los resultados de las PASO en noviembre, el oficialismo se enfrentará a un escenario aún más difícil del que tuvo hasta ahora para lograr el quórum en Diputados, y perderá el número para sesionar en el Senado.

En la agenda de temas cruciales para el Gobierno están listados el postergado acuerdo con el FMI, el nombramiento de la sucesora de la jueza de la Corte Suprema, Elena Highton de Nolasco -que renunció el martes para pesar de Alberto Fernández-; la sanción definitiva del Presupuesto; y el avance de medidas centrales para la reactivación económica.

Un primer atisbo de lo que vendrá en términos legislativos quedó evidenciado el martes, en la sesión convocada en Diputados por el oficialismo, cuando el titular del interbloque del FDT, Máximo Kirchner, se quedó sin quórum para tratar la ley de etiquetado de alimentos. La negativa de Juntos por el Cambio a dar apoyo al debate de la iniciativa, de todos modos, les sirvió como caballito de batalla para lanzar con más fuerza la “campaña del Sí” que ya había esbozado Alberto Fernández la semana anterior en la Casa Rosada junto a Cristina Kirchner. La afirmación, que el Frente de Todos asocia con el propio espacio, lleva inherentemente, como contraparte, la negación, que vinculan directamente a Juntos por el Cambio.

En la Presidencia consideran que ambos tipos de discurso no son incompatibles. “Van por carriles distintos. La oposición entiende que Alberto tenga una postura más dura en los actos y en los medios y que al mismo tiempo quiera acordar en temas importantes”, dijo un asesor. “Nos matamos en el plano discursivo, pero tratemos de acordar en la política macro”, agregó un funcionario.

En la Casa Rosada confían en la necesidad de la oposición por llegar a sendos acuerdos en los temas económicos, como las medidas para frenar la inflación, los incentivos a la industria del conocimiento, a la inversión en Vaca muerta y la promoción de la la industria del litio, estas últimas iniciativas destinadas a atraer divisas.

Pero las perspectivas son menos alentadoras en lo que respecta a lo estrictamente político, por ejemplo -o en especial- en el ámbito judicial. El Presidente aún no presentó el pliego de nombramiento para el quinto miembro del Máximo Tribunal tras la salida de Highton, pero cuando lo haga necesitará una mayoría especial para aprobarlo. “El acuerdo por la Corte está complicado. Sólo vemos la posibilidad de un pacto en lo económico, porque a ellos también les conviene. Si quieren gobernar en el 2023, les favorece que el país no esté parado. Pero en la Justicia las disputas van a seguir, sobre todo si quedamos abajo en las elecciones”, consideró un funcionario que trabaja en la Casa de Gobierno.

Mientras tanto, los otros referentes de la coalición mantienen el rol previo a las PASO. La Vicepresidenta Cristina Kirchner, fiel a su estilo, lanza dardos contra la oposición casi a diario, vía Twitter, en especial contra Macri. Mientras que el jefe del Frente Renovador, Sergio Massa, fortalece el papel de búsqueda de consensos que adoptó desde 2019. En su entorno dijeron que después de la derrota mantiene una “excelente y fluida relación política y personal” con referentes de la oposición. Nombraron al gobernador Gerardo Morales, al jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y a su predecesor en la presidencia de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó.

Giro en los discursos

En paralelo a la oscilación en el contenido de los discursos, el Presidente también modificó, no se sabe si definitivamente, el tono y el estilo. Estos cambios no son nuevos. Desde que asumió dio varios giros en el modo de expresar sus ideas y posiciones. El más importante tuvo lugar hace algunos meses, cuando decidió empezar a preparar y leer sus discursos. Ese modo de manifestarse no duró más que unas semanas.

La transformación más reciente fue después del golpe en las elecciones, cuando limitó al máximo sus apariciones públicas y se dedicó, en cambio, a visitar localidades del conurbano, cuaderno en mano, mientras desde la Presidencia aseguraban que empezaría a “escuchar”.

Esta última estrategia se alteró el jueves, cuando Alberto Fernández decidió participar del plenario del Movimiento Evita. Había postergado su decisión hasta último momento, mientras sopesaba ventajas y desventajas políticas. Finalmente se presentó y brindó un discurso altisonante, con un perfil muy distinto en comparación con sus alocuciones moderadas en la Casa Rosada junto a Cristina Kirchner y en el foro empresario.

La Cámpora, que le había pedido al Presidente que se “guardara”, respaldó la determinación del Presidente de encarnar nuevamente un papel de liderazgo con rasgos combativos. “El nivel de objeción sobre sus participaciones es relativa. Es el presidente del país, es difícil impedirle que participe de un acto”, consideró un funcionario del espacio.

El dato político de la jornada fue la presencia de Máximo Kirchner y Eduardo de Pedro. La Cámpora dudaba sobre acompañar. Después de todo, el acto había sido convocado por el Movimiento Evita, con quien tienen roces históricos que siguen vigentes. “El sentido original del Evita era hacer un acto anti Cristina, y si no, anti Cámpora. Lo lanzaron después de la renuncia de Wado, ‘para proteger la democracia’. O sea, en contra nuestro”, señaló un alfil de La Cámpora. La decisión de participar respondió a la intención de marcar la cancha. “Considerando que el objetivo inicial era hacer un acto pro Alberto, anti-Cristina o anti-Cámpora, la movida de Máximo de ponerse al frente los desarmó”, dijo el vocero de un importante armador.

Como en el caso de Alberto Fernández con la oposición, la presencia de los líderes de La Cámpora respondió, también, a la necesidad de ejercer el pragmatismo. La unidad, a pesar de las diferencias, es un bien necesario también para la organización de Máximo Kirchner de cara a las elecciones generales legislativas de noviembre y a su proyecto para las presidenciales de 2023. De todas formas, las dudas sobre la presencia del Presidente y de los referentes del camporismo dejaron en evidencia que las fricciones, aunque barridas debajo de la alfombra, aún están latentes.

Mientras tanto, en el entorno del Presidente no tenían explicación para el repentino cambio en el estilo de comunicación del Presidente. Por lo bajo, manifestaban pesadumbre. “Trabajamos en vano. Se está tirando por la borda todo lo que hicimos”, dijeron sobre la estrategia de la escucha y el perfil bajo para mejorar la imagen de Alberto Fernández ante la opinión pública, y evitar empeorar el humor social complicado que mostraron los resultados de las PASO, a cinco semanas de las elecciones de noviembre.

 

 

* Para www.infobae.com

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