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El altísimo costo de domar al dólar blue: vuelven a escasear bienes importados en Argentina

Crece la preocupación por la "fuga" del BCRA, que no logra engrosar reservas porque las sacrifica en la venta de bonos. La importación, variable de ajuste

ECONOMÍA 13/03/2021 Fernando Gutiérrez*
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"En la vida hay que elegir", decía el eslogan de campaña del kirchnerismo en las elecciones legislativas de 2013. Y seguramente sus creativos nunca creyeron que esa declaración de principios, años más tarde, se le pudiera volver en contra de una forma cruel.

Hoy mismo, el Gobierno está sufriendo en carne propia la necesidad de determinar qué se prioriza y qué se posterga, ante la crónica falta de dólares que sufre la economía.

Y lo irónico del caso es que en un año electoral, luego de cuatro años de recesión y cuando se espera un fuerte rebote de la economía, todos los actos del Gobierno están contradiciendo una de las principales definiciones de Alberto Fernández, aquella que decía: "Los dólares no son para guardar, sino que son para producir".

Aquella frase, como ya había ocurrido durante la gestión de Cristina Kirchner, tenía por objeto justificar la aplicación del duro cepo cambiario, que prácticamente deja a los ahorristas sin posibilidades de atesorar dólares billete, porque éstos deben ser utilizados preferentemente a la compra de insumos para la industria, sin los cuales la economía no puede crecer.

Hoy, sin embargo, el Gobierno vive la contradicción de pelear día a día con los importadores -supuestamente los que están en el primer lugar de la lista por pertenecer al "grupo de riesgo" de la economía- cada permiso de compra en el exterior.

Ya en enero el Banco Central había publicado una resolución que limitaba las importaciones "suntuarias" de bienes, entre los que se encontraban una lista de 70 posiciones arancelarias que incluía, por ejemplo, equipamiento para la actividad agropecuaria.

Y luego, en las mesas de diálogo sectoriales, los funcionarios explicaron a los directivos de las empresas industriales que, ante la preocupación por el rápido deterioro del saldo positivo en la balanza comercial, se empezaría a aplicar un esquema clásico: la aprobación discrecional, empresa por empresa, según la cantidad de dólares disponible y según el comportamiento de cada uno.

Así, se les explicó a los importadores que no habría mayor problema en los casos de empresas que exporten por mayores cantidades de las que importan, es decir que le representen al BCRA un ingreso neto.

Pero que la cosa se complicaría para quienes tuvieran que pedir mayores cantidades que las solicitadas en 2020. Teniendo en cuenta que se trató de un año con una recesión de 10%, esto deja "en falta" prácticamente a la mayoría de las empresas importadoras, que en febrero presentaron sus planes de producción para este año, todas previendo un incremento de la producción.

La otra "fuga" de capitales

Lo cierto es que el Gobierno se vio obligado a elegir. Y, en contra de lo que había anunciado sobre el impulso a la producción, priorizó el uso de los dólares para consolidar la estabilidad cambiaria.

En otras palabras, que muchos de los dólares que les son negados a los importadores terminan gastándose en la pérdida que produce la operación de venta de bonos, y cuyo resultado fue la celebrada caída en la brecha entre el tipo de cambio oficial y el dólar paralelo.

Hablando en plata, esa estrategia costó en en lo que va del año unos u$s700 millones. Y es lo que explica el aparente "misterio" de por qué, en un momento en el que Miguel Pesce puede darse el lujo de comprar dólares -casi u$s1.400 en lo que va del año- apenas puede retener menos de u$s400 millones de esas divisas para engrosar sus reservas.

Es un tema que está preocupando a los economistas, que ven cómo los bonos se desploman y el riesgo país alcanza niveles récord del último semestre. Por caso, un bono con vencimiento en 2035 vale u$s32, cuando su valor nominal es u$s100. Implica una tasa de retorno de 17% anual, insólitamente alta para los valores que se manejan en el mundo.

Irónicamente, muchos lo asimilan a la "fuga de capitales" que por estos días el Gobierno denuncia respecto de lo ocurrido en la gestión macrista.

El ex ministro Hernán Lacunza lo puso en términos claros. "La brecha (entre el tipo de cambio oficial y el dólar paralelo) se contiene con el mercado de bonos. Eso es sacrificio de reservas, unos u$s700 millones en lo que va del año. Eso es una medida de emergencia, no una política cambiaria".

Lo peor es que empieza a generalizarse en el gremio de los economistas la idea de que los buenos resultados en términos de paz cambiaria no podrán sostenerse por mucho tiempo.

"Es que si el Gobierno persiste en destruir el valor de los bonos, nunca se darán condiciones para volver a los mercados, no podrán ‘rollearse’ las deudas (ni con bonistas ni con FMI) y nos acercaremos a nuevos default de deuda soberana. Y si se persiste en vender reservas que no se tienen, podrían generarse nuevos momentos de inquietud financiera (y suba de brechas)", apunta el economista Gabriel Rubinstein.

¿Alcanza con la super soja?

Pese a todo, el Gobierno cuenta con el gran elemento a favor del boom agrícola, que le aportará una suma adicional a la prevista -algunas consultoras ubican el excedente en u$s5.600 millones para este año-.

Aun así, el Gobierno cuenta con un ambicioso objetivo de lograr un superávit comercial de u$s15.000 millones para este año. Para ello necesita que las exportaciones crezcan casi u$s10.000 millones -algo así como un 18%- o que las importaciones moderen su ritmo de crecimiento, que en los últimos meses del año pasado venía todos los meses creciendo por encima de las ventas, a un ritmo en torno del 20%.

Es por eso que el dato de la importación de febrero será clave: confirmará su el saldo positivo de enero fue un mero accidente -causado por la puesta al día en la venta de cereales, luego del paro portuario- o si la tendencia al deterioro comercial continuará.

Si fuera así, esto implicaría que el Gobierno se vería ante la disyuntiva de reforzar su "mano dura" para habilitar compras. Los economistas todavía no llegan a un consenso sobre qué tan alcanzable será la meta oficial. Por caso, Ecolatina prevé un superávit comercial de u$s14.000, gracias a una suba exportadora de no menos de 15%. También se mostró optimista Abeceb, que espera una suba de 185 en las exportaciones y de 16% en las importaciones, lo que dejaría el saldo en casi u$s16.000 millones.

Pero otros analistas, como la consultora LCG, tienen expectativas más modestas y creen que las exportaciones subirán al 9% y dan por descontado que, aunque las importaciones también subirán desde su bajo registro del año pasado, estarán sujetas al escrutinio permanente del Banco Central.

La impronta de la fórmula Moreno

A juzgar por la actitud de los importadores, no son optimistas sobre una apertura en la política comercial del Gobierno. De hecho, se está produciendo una especie de "judicialización" del comercio exterior, con una ola de medidas cautelares para liberar importaciones. En comparación con el año pasado, la cantidad de casos se cuadruplicó.

La situación está llegando al punto de que, entre los funcionarios, una de las preocupaciones centrales es que los recursos no caigan en juzgados excesivamente predispuestos a fallar en favor de los importadores, y ya hay acusaciones sobre prácticas de "fórum shopping".

Lo cierto es que, entre la judicialización de las importaciones y las amenazas veladas de cuotificación de exportaciones al campo para "desacoplar" precios, muchos empresarios están viviendo un "deja vu" de los días en que Guillermo Moreno era secretario de comercio y se llegaba a situaciones anecdóticas como la de una automotriz que tuvo que exportar maní para que "compensar" los dólares con los cuales importar.

De hecho, Moreno, hoy devenido un duro crítico de Alberto Fernández y que todavía cuenta con presencia mediática y cierta prédica en un sector del peronismo, comenzó a dar consejos a los que los funcionarios parecen tomarse en serio.

Por ejemplo, no cerrar exportaciones compulsivamente como se intentó hacer con el maíz sino establecer mesas sectoriales en las cuales se acuerde sobre cantidades específicas que se podrá exportar y cuántas irán al mercado interno.

Su prédica es "una sana administración del comercio", sobre la que viene editorializando desde hace meses. Su concepto central es que el Gobierno debe intervenir para transferir recursos. Por ejemplo, subsidiando la energía y costos logísticos a los productores de alimentos.

Respecto de las últimas medidas, Moreno que fue un error del Banco Central haber limitado la adquisición de dólares para los importadores en el mercado. Su visión es que, ya que el dólar es el bien más escaso, la forma inteligente de regular las importaciones antes de que éstas se realicen, y no la de condicionar sus pagos, perjudicando a las empresas.

En parte, estos consejos ya empezaron a ser aplicados por el Banco Central. De hecho, la práctica que se está dando en estos días, de reclamarle a las empresas una proyección anual de importaciones y luego, con criterio discrecional, comunicar cuánto de la solicitud será aprobado, tiene una inconfundible impronta morenista.

La condena del "tres por uno"

Todos saben cuál es el riesgo de apelar a una represión de las importaciones como forma de asegurar la estabilidad cambiaria: la variable de ajuste termina siendo el crecimiento económico, porque hay menos dólares para invertir.

Es célebre entre los empresarios y economistas la siguiente ecuación: por cada punto de crecimiento del PBI que se quiere lograr, se necesita que aumenten tres puntos las importaciones.

Si, como afirma Sergio Massa, la economía podría este año rebotar hasta un 7%, eso implica que las importaciones deberían subir más de un 20% este año. Algo que parece un objetivo imposible, no porque la industria carezca de la pujanza para ello, sino porque el Central difícilmente pueda cumplir simultáneamente con dos objetivos que parecen contrapuestos.

De hecho, en el arranque del año, todos los rubros de importación mostraron avances en la comparación interanual. La mayor suba fue la de vehículos de pasajeros, con 41,1%. Los bienes de capital avanzaron 12,2% y los bienes intermedios, 14,2%.

Hoy el dilema del Central es cómo proveer a los importadores y, al mismo tiempo, sostener una tasa de devaluación promedio del 1,3% mensual (para cumplir la "tablita que lleve al dólar a $102 a fin de año) sin que se produzca una escapada del dólar paralelo.

El riesgo: que los dólares vayan al lugar equivocado -es decir, no a ayudar al crecimiento-. Entre los economistas ortodoxos, más que ponerse la lupa en el resultado de la balanza comercial, lo que se reclaman es que aumente la masa total del comercio. Ese indicador, más que el saldo, suele ser el que se asocia a la velocidad de crecimiento de la economía.

Por caso, Marcelo Elizondo, ex presidente de la fundación Exportar, destaca que Argentina está entre los países con menores importaciones respecto de su PBI. "Estamos en un 13%, cuando el promedio mundial es 30% y el de la región un 23%", afirmó en una videoconferencia.

 

 

* Para www.iprofesional.com

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