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¿Esta vez es diferente?

OPINIÓN Ivan Carrino
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En el año 2009, dos profesores de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, saltaron a la fama al publicar el libro “Esta vez es distinto”. Allí argumentaban que, más allá de las más reciente innovaciones financieras, los ciclos de optimismo siempre llevaban a un endeudamiento irresponsable que terminaba con una crisis financiera, o una crisis de la deuda pública, o una crisis inflacionaria.

Su posición era que por más que las autoridades creyeran que “esta vez era diferente”, no había argumentos suficientes para pensar que las cosas iban a salir bien.

En Argentina, 15 años después, un nuevo gobierno ha implementado medidas económicas que van destinadas –en primer lugar– a estabilizar la macroeconomía. El gobierno de Javier Milei sinceró parcialmente el dólar en diciembre, ajustó las tarifas de servicios públicos, aumentó el impuesto PAIS, redujo subsidios y licuó muchas partidas del gasto público en aras de equilibrar las cuentas del estado.

Tras un fuerte shock inicial (materializado en el salto de la tasa de inflación y una contracción de 4,2% del PBI entre noviembre y abril), la economía hoy comienza a recuperarse y la inflación cayó por debajo del 3% mensual. Además, el dólar en el mercado paralelo se encuentra estable a tal punto que la diferencia con el oficial está en sus niveles mínimos desde el inicio del gobierno.

¿Será distinto, esta vez, para Argentina? Hay quienes vaticinan que, nuevamente, todo terminará muy mal, probablemente con una nueva crisis económica donde salte el tipo de cambio, la inflación y la pobreza.

Justificado pesimismo

Argumentos para ser pesimistas no faltan. En 9 de los últimos 15 años el país estuvo en recesión. Es decir, que predecir una contracción económica conlleva un 60% de probabilidades de acertar. Por otro lado, el país tiene uno de los currículums más extensos en materia de default de la deuda pública. Además, durante las últimas dos décadas, mientras todos los vecinos reducían exitosamente la inflación, acá nos dedicamos a incrementarla.

¿Por qué ahora las cosas van a salir bien?

En otro orden de cosas, el gobierno actual cuenta con solo 35 diputados propios (si es que no echaron a algunos) y 6 o 7 senadores, con lo que las reformas necesarias encuentran numerosos obstáculos legislativos para ser aprobadas.

Otro argumento reza que, dado que el gobierno sigue con el cepo cambiario, será inevitable ir hacia una nueva devaluación. En línea con esta idea están los que consideran que el mayor problema que se está gestando es el del atraso cambiario, que afectará negativamente a la industria, a las exportaciones, y terminará en una fuerte crisis más adelante.

Por último, están los que dicen que “cuando se acaben los dólares”, el ocaso vendrá, como siempre ha pasado en un país que está preso de la “restricción externa a su crecimiento”.

Variables omitidas

Todos los argumentos expuestos anteriormente son atendibles y tienen sus justificaciones teóricas y empíricas. No obstante, en casi todos ellos falta un ingrediente esencial. Es que al mirar el pasado y transpolar esas experiencias negativas hacia el futuro, omiten algunas variables que en su momento estuvieron ahí, pero ahora ya no.

Me refiero fundamentalmente a la cuestión fiscal. Durante las últimas crisis económicas de Argentina (o, sin llegar a crisis, episodios de contracciones en el crecimiento) el gobierno mantuvo un sendero insostenible para las cuentas públicas. No importa si es en la híper del 89, o en la crisis de la convertibilidad, o en la imposición del primer cepo cambiario, o en la crisis cambiaria de Mauricio Macri, o en la brecha del 190% de Fernández y Massa… en todos estos episodios existió o bien un déficit fiscal insostenible, o bien un resultado fiscal percibido como insostenible en el futuro cercano.

Esta es la variable omitida de todos los escenarios apocalípticos que se lanzan desde los más variados espacios ideológicos. Pero hoy el Gobierno no solo mantiene un superávit primario, que consiguió gracias a un plan deliberado para tal fin, sino que da pasos en la dirección de mantenerlo, a pesar de la importante minoría que tiene en ambas cámaras.

Es este sendero fiscal, y no un optimismo basado solo en expectativas, el que está haciendo que baje el riesgo país y caiga la brecha cambiaria.

Si Rogoff y Reinhart vieran lo que está ocurriendo en Argentina hoy, tal vez advertirían que no debe usarse este nuevo contexto de mayor entusiasmo de los mercados para embarcarse en un ciclo de endeudamiento irresponsable. Pero Milei no quiere hacer nada de eso. Su plan consiste en achicar el gasto público para poder pagar la deuda y, si se puede, bajar impuestos con la diferencia.

En el plan del Gobierno –a pesar de incrementos iniciales, si se miran solo los números del Tesoro– no está contemplado un aumento de la deuda pública, porque no está contemplado un aumento del déficit fiscal.

Es eso lo que hace que esta vez, al menos con alguna mayor probabilidad que en ocasiones anteriores, sí pueda ser diferente en la historia argentina.

Esperemos que el resto de la dirigencia política esté a la altura de las circunstancias. Nos jugamos el crecimiento económico sostenible, que es el único camino científicamente demostrado para mejorar el nivel de vida y reducir los niveles de pobreza.

 

 

* Para www.infobae.com

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