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Los silencios de Cristina Kirchner y la duda: ¿para qué sirve un vicepresidente?

OPINIÓN 28/02/2022 Walter Schmidt*
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El silencio es un estilo de conducción política. Eduardo Frei Ruiz-Tagle, expresidente de Chile lo ejercía con letalidad. Cuando uno de sus ministros estaba en falta, lo hacía llamar a su despacho y lo recibía sentado en su escritorio. Quien llegaba permanecía de pie sin que Frei bosquejara una sola palabra. El silencio cortante y el rostro inmutable del mandatario tornaban insoportable la situación, obligando al funcionario a preguntarse qué había hecho para estar ahí y, cuando encontraba la respuesta, blanqueaba su error. 

Hay otro tipo de silencios que lejos de conducir generan incertidumbre, división y debilidad política. Las reiteradas “ausencias” de Cristina Kirchner horadan la posición del Gobierno. Pasaron cuatro días desde la usurpación rusa a Ucrania, y la vicepresidente recién se pronunció este domingo, sin condenar la "invasión" ni la agresión bélica de su aliado Vladimir Putin. Antes, Cristina tampoco evaluó importante explayarse o generar conciencia respecto de los incendios que arrasan Corrientes, pese a que en Honduras habló de la explotación irracional que provoca desastres naturales. Jueguito para la tribuna.

Más grave es que un mes después del anuncio ni siquiera se haya pronunciado, siendo la número dos del gobierno de Alberto Fernández, sobre el entendimiento con el FMI. Está claro que su silencio evidencia el rechazo y que avaló la jugada de Máximo Kirchner de renunciar a la jefatura del bloque de diputados del Frente de Todos. Pero ese silencio también es una admisión de que habrá un ajuste y de que ella no quiere pagar el costo político sobre algo que era evidente iba a ocurrir.

“Si nosotros hacíamos por un año asambleas en Plaza de Mayo contra el FMI, con millones de personas decididas a no pagarle, bueno. Pero si no lo hicimos y tampoco lo dijeron Alberto, Cristina, Máximo o Kicillof en campaña para no ahuyentar a los votantes de centro. ¿Venís a decirlo ahora justo cuando hay que firmar y encima renunciás? ¿No te avivaste antes?”, reclama un experimentado dirigente oficialista.

Lo que está claro en la Casa Rosada es que el acuerdo es el único posible, que es razonable y que si se llega a crecer entre 4 y 5 puntos se puede cumplir con la meta fiscal. “Eso sí, no se puede hacer lo mismo que hicimos con la vacunación, creyendo que con la vacuna ganábamos la elección”, advierte un funcionario.

Hasta el ex ministro de Economía griego Yanis Varoufakis, un ícono de la centroizquierda y cuyo mensaje fue difundido en un mitin de los ultra K “Soberanos” con Amado Boudou y Alicia Castro, elogió al Gobierno pese a rechazar un acuerdo con el FMI. “El acuerdo que Guzmán y el resto de los funcionarios alcanzaron con el Fondo Monetario es probablemente el mejor acuerdo que se pueda alcanzar, por ello deberían ser felicitados”, afirmó. Sin embargo, el cristinismo agravia al ministro.

En el poroteo del FdT, los que están a favor calculan que conseguirán unos 80 votos, con unos 30 en contra o de abstenciones del cristinismo. “Para los compañeros nuestros es una incomodidad porque le podrían decir a Máximo: ‘Vos tenés un discurso crítico, entonces el boludo soy yo. El que va a votar en contra del pueblo, según vos, soy yo’”, describe un diputado K.

Aseguran que lo mejor que podría pasar es que el debate sea tranquilo, sin agresiones ni descalificaciones contra Alberto o Guzmán. Sobre la oposición, creen que debería votar a favor para presentarse como garante si quieren volver al poder y porque a ningún empresario le va a convenir que no haya acuerdo.

Cerca del mandatario analizan que, de arribarse a una aprobación, Alberto Fernández saldría fortalecido. Pero evalúan que Máximo K. quedará debilitado porque pasó de presidir un bloque de 115 diputados a uno de 30 y además su renuncia no tuvo ningún efecto significativo. Es decir, a diferencia de Cristina, sus decisiones no tienen gran impacto en la sociedad.

“Lo de Máximo es una situación muy difícil porque para que a él le vaya bien, le tiene que ir mal al Gobierno y a la Argentina. Por ejemplo, que se firme el acuerdo y en unos meses Alberto anuncie el recorte de las jubilaciones”, interpreta un albertista.

Una de las frases célebres del eximio artista Salvador Dalí, precursor del marketing personal, era: “Que hablen bien o mal; lo importante es que hablen de mí”. Para el pintor español valía todo con tal de mantenerse en el centro de la mirada pública. Ese concepto luego sería incorporado por los asesores políticos. Y Cristina Kirchner lo aplica, aunque no siempre con el mismo éxito.

“El rol de Cristina es como el de una auditora y garante ideológica del ala más radicalizada. Con un poder de veto, como el que ejerce desde la Secretaría de Energía respecto del aumento de tarifas”, describe el consultor político Carlos Fara.

La dudosa trascendencia del cargo de vicepresidente lo refleja la propia Constitución nacional. En las atribuciones y funciones, lo único que dice es que presidirá el Senado pero sin tener una función legislativa ni poder votar, salvo ante un empate. Luego indica cómo se lo elige, qué requisitos debe tener, duración del mandato, su eventual sucesión del presidente y que el sueldo se lo paga el Tesoro. Su rol es ínfimo, contrastado con la larga lista de atribuciones que tiene el Presidente.

Si no fuera porque renunció al transitorio sueldo de vicepresidenta para asegurarse para siempre las pensiones como expresidenta y esposa de Néstor Kirchner por más de $800 mil, la remuneración de Cristina por el cargo superaría los $400 mil. A lo que se suma la inmensa cantidad de privilegios -vale decir, no pagar nada de su bolsillo-, que ostenta ser el 2 del Ejecutivo. En su caso, además de gozar de un ejército que la custodia, tiene una agenda secreta que desarrolla en el Instituto Patria con una estructura cuyo costo se desconoce y el privilegio de viajar asiduamente a Santa Cruz en avión oficial o privado. El costo de esos viajes, en miles de dólares, de seguro le saldría muchísimo más al erario que si ella cobrara el sueldo de vicepresidenta y los pagara de su bolsillo. Ergo, ¿es útil la figura del vicepresidente o trae más problemas y gastos que soluciones?

La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador ha publicado el informe “El Vicepresidente: una figura conflictiva en el binomio presidencial”. Su autora, Sofía Lazzari, se basa en la experiencia reciente y sostiene que “la renuncia anticipada de Carlos “Chacho” Álvarez (vice de Fernando de la Rúa) en el gobierno de la Alianza o el voto de desempate del Julio Cobos (vice de Cristina) contra el proyecto del oficialismo forman parte de varios ejemplos donde el vicepresidente incide tajantemente en el desenvolvimiento de las relaciones en el Poder Ejecutivo, y además, en la estabilidad política del país”.

No menor fue la tensión política que generó Eduardo Duhalde, vice de Carlos Menem, en desacuerdo con las políticas de gobierno. Salvo que Duhalde optó por evitar la eclosión interna y se fue a la provincia como gobernador.

En consecuencia, podría decirse que Duhalde, “Chacho” Álvarez, Cobos y Cristina tienen algo en común: han generado situaciones, en distinto grado, desestabilizantes para los presidentes de los gobiernos que formaron, debilitándolos. ¿Qué habría ocurrido si Alberto hubiera hecho con Cristina, lo mismo que hizo ella con Cobos?

Fara recuerda que “no todos los países presidencialistas de América Latina tienen vicepresidente, como México”. Y respecto a la figura en la Argentina sostiene que “uno podría decir a la luz de estos 38 años de democracia que parece ser problemática. Ahora, también es cierto que son compensaciones de poder que le permiten llegar a un candidato a la Presidencia. Pero cuando llega al poder, tiene mayores posibilidades de conflicto que de transformarse en una fórmula como equipo de trabajo”.

Más allá de las críticas al cargo, los cuestionamientos internos hacia la figura de Cristina van en aumento, denunciando deslealtades y un sálvese quien pueda de cara al 2023.

Lo que en su momento fue interpretado como una movida política brillante de parte de Cristina Kirchner para ganar las elecciones contra Mauricio Macri, hoy empieza a ser reconceptualizado por el kirchnerismo puro como un gran error. Como cuando Cristina eligió a Boudou como vicepresidente, y luego terminó condenado por corrupción.

“Ella lo eligió a Alberto, no lo elegí yo. Y Alberto es el mismo tipo que la puteó durante diez años. En vez de habilitar las PASO para ver dónde estábamos parados, un sábado tuvimos que enterarnos de su decisión por un video. Ahora está Alberto y no le gusta”, se ofusca un ex funcionario K. ¿De qué sirve tener un vicepresidente?

 

 

* Para Clarín

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