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Daniel Arroyo: “Lo mejor que tiene el Estado es el Ministerio de Desarrollo Social”

El funcionario nacional defendió a los movimientos sociales e hizo una autocritica sobre la dirigencia política

POLÍTICA 20/12/2020 Mariana Dahbar*

El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, asume que su cartera es de las más necesarias y significativas ya que implica entender el dolor del otro. Y en eso se siente respetado por Cristina Kirchner.

A pesar de su recargada agenda, el ministro de Desarrollo Social recibió a Infobae en el Salón de la Memoria, el más grande que hay en el Ministerio, ubicado en el piso 14, donde también tiene su despacho.

La entrevista se extendió más de lo pautado. En un año sacudido por la pandemia, Arroyo se explayó con agenda abierta. Habló sobre la denuncia por sobreprecios, de los movimientos sociales e hizo una autocritica sobre la dirigencia política: “Me parece que la política ve poco a los que sufren y tiene poco contacto con la vida cotidiana”.

Asegura que su cartera es el mejor lugar que tiene el Estado Nacional -gracias a toda la gente que lo integra- , y a los trabajadores que le ponen el cuerpo.

—Para la gente común, que no está familiarizada con la política, ¿cuál es su función?

—Yo soy ministro de Desarrollo Social de un país que tiene 44% de pobreza, que tiene 60% de pobreza en los niños, que tiene serios problemas de trabajo y de informalidad laboral. Yo tengo tres tareas: una es generar condiciones para la movilidad social, para que le vaya mejor a la gente, para que al que estudia y trabaja le vaya mejor. Mi tarea es crear condiciones para generar trabajo. Oportunidades de mejoras de vivienda. Oportunidades educativas. Soy el ministro del 40% de los que están afuera de todo. Entonces, soy el ministro de la producción para los que tienen problemas de trabajo y de producción. Soy el ministro de trabajo para los que tienen informalidad. Soy el ministro de educación para los que se quedaron afuera de la escuela secundaria. Esa es una tarea, generar movilidad, mejorar la situación. Segundo, es un ministerio muy federal. Nosotros somos veinticuatro provincias, 2.200 municipios. Articular con cada una de las siete regiones del país qué políticas, qué acciones generar. Y, finalmente, mi tarea es reducir la pobreza en la Argentina en un contexto durísimo; en el medio de una pandemia, mi tarea es que haya menos pobreza, que haya más oportunidades de trabajo y más movilidad social ascendente.

—¿A qué clase de peronismo pertenece?

—Mi llegada al peronismo es más una cuestión de, no quisiera decirlo, de clase. Yo nací en calles de tierra, pero no nací en un barrio pobre. Nací en un barrio con una calle de tierra. Y el colectivo llegaba hasta el asfalto y doblaba en el asfalto, como todos los colectivos del Conurbano. Y asociaba más el peronismo con los que la pasaban peor. Fue una cosa más sentimental. Yo asocio al peronismo con la justicia social, con que a uno le duela el dolor del otro. No sé de qué tipo de peronismo formo parte, pero para mí el peronismo histórico y el kirchnerismo tienen una misma línea, y es que les duele el dolor del otro. Es una mirada sobre los que menos tienen, es una cosa de equilibrio, es una cosa de poner prioridad en el trabajo. Es el tema de la movilidad social. Eso para mí es el peronismo, yo formo parte de ese colectivo.

— ¿Recuerda cómo le ofreció su actual cargo el Presidente?

—Yo fui viceministro de acá, del Ministerio, de 2003 a 2007. Luego fui ministro en la Provincia de Buenos Aires, de 2007 a 2009. Me fui del gobierno, volví a la actividad académica, yo estoy en la Universidad, en el ámbito más académico. Volví a la política en el 2013, cuando se conforma el Frente Renovador. En 2015 fui candidato a vicegobernador, Felipe Solá iba como candidato a gobernador. Fui electo diputado, y empiezo el 10 de diciembre de 2017. El 14 de diciembre, cuatro días después, se da esa sesión que no se lleva a la práctica con conflicto en las calles por el tema de la reforma previsional, que propuso el Gobierno de Macri, en la que hubo tanto lío en la calle, represión. El 18 se vota esa ley, yo voto en contra, creía que era un error muy grande. Me voy esa noche muy preocupado, con la idea de la unidad… la unidad, un diputado que forma parte del Frente Renovador. Yo me voy con la idea: “No puede ser, esto así no va, va a ser un desastre…”. Y me llama Alberto esa noche. Alberto, que no era candidato a presidente ni nada por el estilo. Y me dice: “La unidad, la unidad”. Y ahí conformamos un grupo que llamamos Grupo UMET, porque estábamos en la Universidad Metropolitana del Trabajo, que eran dos personas que venían del kirchnerismo, que eran Filmus y Rossi, dos que habían formado parte del randazismo en esa elección que eran Alberto y el Chino Navarro y dos del Frente Renovador, que éramos Felipe y yo. Y ahí se empezó a conformar ese espacio de unidad. Cuando vuelve de España, me plantea el tema de ser ministro. Bueno, siempre soñé con ser ministro de Desarrollo Social, nunca pensé que iba a serlo en medio de la pandemia. Me preparé para esto, básicamente.

—Cuando comenzó su gestión recibió una denuncia por sobreprecios. ¿Qué fue lo primero que se le vino a la cabeza en ese momento?

—Lo sufrí mucho. Sufrí absolutamente mucho, mucho, mucho. Estuve como veinte días, un mes, grogui, no entendía qué era lo que pasaba.

—¿Cómo se enteró de la denuncia?

—Leyendo los medios. Leí la nota que salió y empezó a viralizarse. Salió una nota en un medio y luego se empezó a viralizar en las redes. Me enteré ahí directamente. Trataba de entender de qué se estaba hablando. Ahí empecé a investigar, básicamente. En ese momento había un procedimiento de compras, que es el mismo que hacía veinte años que estaba en este Ministerio. No existían todavía los Precios Máximos como procedimiento para las compras, sino el precio testigo de SIGEN. Empecé a averiguar qué había pasado, qué era lo que se había dado. Estaba, además, muy preocupado, porque habíamos pasado de tener ocho millones a once millones de personas que recibían asistencia alimentaria, era un momento de mucha crisis y de mucha tensión. Anulé las compras, esas compras no sucedieron, no se hicieron. Eran siete productos, yo volví todos para atrás directamente. Visto en perspectiva, me ayudó a acelerar los cambios que yo pensaba hacer, pero la verdad es que me impactó mucho.

—¿Pensó en algún momento que lo podían correr del cargo?

—No, no, porque yo tengo claro el panorama, conozco el Ministerio, sé cómo funciona. Sé lo que había que cambiar. Y tomé la decisión, enseguida, de volver para atrás. Hace muchos años que estoy en el ámbito público, nunca había tenido ningún inconveniente de ningún tipo. Me angustió mucho. Sí, sí. Lo sufrí.

—¿Aprendió algo de eso?

—Sí, pero yo soy un tipo que me propongo ser feliz llevando adelante la gestión pública. Esta es un área muy compleja, muy difícil, y este año es durísimo. Durísimo, absolutamente durísimo. Pero soy un tipo que siento que esto hay que hacerlo con alegría. Entonces me puse muy mal en un momento, pero después, hablando mucho con mucha gente, sobre todo con mi mujer, dije: “Yo tengo que recuperar la alegría, tengo que estar contento”. A mí me gusta. O sea, yo creo que es un lindo lugar, que es un lugar para modificar la situación social. Hoy a la distancia digo: “Bueno, la verdad que cambiamos el sistema”. Había que cambiarlo, nos vino bien.

—¿Cómo es su relación con el presidente?

—Yo chateo mucho, hablo permanentemente, y tengo una relación muy afectuosa con Alberto; y permanentemente le digo: “Estoy haciendo esto, ¿qué te parece? ¿hacemos así, asá?”. Alberto es un hombre de gestión, o sea, se engancha mucho con los temas. Uno interactúa y entonces él dice: “Fijate, por qué no vas por acá, por qué no vas por allá”. Tengo una relación así, permanente, y cuando tengo que consultar, consulto. Pero tengo una relación muy afectuosa. Es una muy buena persona Alberto, realmente. Él claramente es una buena persona.

—¿Qué quiere destacar cuando dice que es una buena persona?

—Una buena persona para mí es alguien a quien le duele el dolor del otro y que se alegra porque al otro le va bien. Hace un tiempito hicimos un Zoom con Alberto y con personas que habían ganado todo el tema de máquinas y herramientas. Personas que se habían quedado sin trabajo y que se presentaron, por ejemplo, para poner una carpintería y tenían la sierra circular, o para el tema de jardinería y tenían una motosierra. Y yo ahí le veía la cara a Alberto en el Zoom, cómo se ponía contento cuando el otro decía: “Mirá, estoy haciendo esto, mira que estoy laburando”. Yo creo tener capacidad para darme cuenta de a quién le duele el dolor del otro y quién se pone contento cuando al otro le va bien, y Alberto es así.

—¿Tiene contacto con Cristina Kirchner?

—Poco. Yo no estuve en el gobierno de Cristina porque fui viceministro de acá, de este Ministerio. Y luego me fui como ministro con Scioli, a la provincia. He tenido algunos diálogos con ella, claramente…

—¿ Actualmente tiene contacto?

—Sí, sí, sí. He hablado. Con Alberto fuimos a verla a ella, te estoy hablando antes también de que fuera candidato. Hablo cada tanto con ella de la situación social. Sí, para mí Cristina tocó el corazón de muchísima gente en la Argentina, y eso muy poca gente lo logra, y es un valor impresionante.

—¿Pero habla?

—Sí. Para empezar, en América Latina es muy poquita la gente que tocó el corazón de las personas y de las personas más humildes. Cristina es una de esas personas. Con lo cual, para mí es un honor hablar con ella, o escuchar, básicamente, porque estamos hablando de una persona no solo que fue dos veces presidente y que hoy es vicepresidente, sino que ha tenido un vínculo con la sociedad que casi nadie tiene.

—¿Y por qué cree que la mayoría de los ministros o de los políticos no hablan con ella?

— No, eso no lo sé. Sinceramente, eso no lo sé.

—Según la primera carta que publicó Cristina, ¿todo indicaría que usted es uno de los funcionarios que “funciona”?

—A ver, no sé tampoco… Yo toda vez que Cristina escribe algo le presto mucha atención, pero por esto, porque realmente para mí es una persona distinta y presto mucha, mucha, atención, y siempre escucho los distintos comentarios que hace sobre distintos temas. En algunos temas conozco más, en otros, menos. Pero si uno quiere evaluar la gestión nuestra, hay un dato, para mí, clave: yo arranqué con un presupuesto de 84.000 millones de pesos, y termino con 240.000, nosotros ejecutamos el 300% del presupuesto anual. Eso claramente habla de un funcionamiento, pero que no es solo mío, sino de un montón de gente que le pone el cuerpo. Lo mejor que tiene el Estado es el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, lo dije siempre, porque combina gente que tiene garra, corazón y vida. Por eso, para mí, este lugar es el mejor lugar que tiene el Estado nacional.

—¿Cómo se lleva con La Cámpora?

—Bien, muy bien. Muy bien, realmente. Muy bien. Yo incentivo que la gente participe en la política, siempre. Y la verdad es que La Cámpora ha incorporado un montón de gente joven que luego fue creciendo: fue incorporando a otra gente para que participe activamente en la política. Y los que se definen yo los respeto mucho; es decir, aquel que toma una postura, que no está en la situación tibia.

—Para usted que habla con Cristina y con Alberto, ¿cómo es la relación entre ellos hoy?

—No tengo ninguna capacidad para opinar de eso.

—¿Existe la rosca política?

—Yo no soy muy de rosca política, de verdad. Soy un tipo más de laburo, en el sentido de que me apasiono por la gestión, me apasiono con hacer.

—¿Cómo ve a la política hoy?

—Yo aprendí, estuve dos años solamente como diputado en el Parlamento, pero aprendí que el diálogo político es importante. Y en ese momento, Monzó, que era el presidente de la Cámara, reivindicaba la rosca, él decía que reivindicaba la rosca; y a mí me parecía que estaba bien en el sentido de los diálogos, del debate, de los intercambios. Y vi que el Parlamento es un lugar para hacer eso. Estoy viendo una serie, ahora, que se llama Borgen. Y básicamente es eso: están todo el tiempo viendo, yendo, viniendo, conversando. Reivindico mucho la charla política, el intercambio.

—¿Por qué todos lo quieren, Arroyo?

—No lo sé.

—¿Pero usted percibe ese cariño?

—Yo percibo que soy una persona querida, en términos generales, por los que participan de la política. Yo me propongo dos cosas en la cabeza todo el tiempo: claridad y coherencia. Tengo que ser claro, se tiene que entender lo que digo. Eso para mí es muy fuerte. Yo tengo una cosa pedagógica, para mí se gestiona contando, también, y siendo claro. Y lo otro es la coherencia, lo que hago tiene que ver con mi historia, con las políticas que fui llevando adelante, con lo que pienso. En ese sentido, el tema de mantenerse con claridad y coherencia hace que uno pueda dialogar con todos. La política, en términos generales, está llena de buena gente, gente que le pone el cuerpo. Pero la política no son solo las diez personas que conocemos, es en un barrio, en la sociedad de fomento, una mujer, un hombre, poniendo el cuerpo, laburando, sacando de su bolsillo lo que no tiene, como en el club de barrio.

—¿Cómo se lleva con los movimientos sociales? Hay muchos prejuicios sobre ellos, como que lo único que hacen es pedir plata.

—Los movimientos sociales son el reflejo del nivel de deterioro social que hay en Argentina. Surgen porque muestran y visibilizan lo que nadie ve. Ese es el rol de los movimientos sociales: primero es darle visibilidad a los que no se ven en la Argentina. Los movimientos sociales son parte de la solución. No hay solución al problema social argentino sin un rol activo de los movimientos sociales. Hay más críticos del Gobierno y menos críticos. Yo hablo con todos. Con todos los dirigentes sociales tengo respeto y con los dirigentes que viven en los barrios tengo doble respeto. Hay tensiones, hay dificultades, pero me llevo bien. Y en los barrios no hay grieta, los movimientos sociales estuvieron a la altura.

—El Presidente dijo que vino a cerrar la grieta. Como ciudadano le pregunto, ¿no siente que la grieta está más abierta que nunca?

—Sí. El grueso de los argentinos no le da un rol central a la política, es asumida como cotidiana. Todos los argentinos tienen opinión sobre la política, porque somos un país, en términos generales, en el que hay mucha opinión sobre la política. Pero la vida cotidiana va por otro lado. Una persona está caminando por la calle y está pensando en sus hijos, en sus dificultades, en el laburo, en un montón de cosas. La paran y le preguntan qué piensan sobre el Gobierno o sobre tal cuál político, dicen que bien o mal. Llega a la esquina y no siguió con esa pregunta, sino, de vuelta, con sus hijos, con las dificultades. En la vida cotidiana no hay grieta.

—En la vida cotidiana no, pero ¿en la política hay grieta?

—Hoy, políticamente, hay grieta.

—¿Por qué?

—Porque el debate político es muy en términos de blanco y negro. Pero la sociedad no se engancha con eso. La sociedad está tres pasos delante de la política.

—¿Hay algo que lo avergüence o que crea que debería corregir la dirigencia política?

—A mí me parece que la política ve poco a los que sufren y tiene poco contacto con la vida cotidiana. Sí, eso sí tengo que decirlo. Yo en eso siempre he hecho un esquema de vínculo permanente. Yo vengo de la cultura católica culposa, con lo cual siempre siento culpa, y siempre digo: “No, pero me está faltando esto, lo otro”. Eso lo tiene Alberto, lo tengo yo, lo tiene mucha gente. Pero le falta más a la política: tiene poco contacto con la vida cotidiana...

—¿Proyectos para 2021?

—Yo tengo tres objetivos: generar 300.000 puestos de trabajo; urbanizar 400 barrios y crear 800 jardines de infantes, tenemos más del 60% de la pobreza en los más chicos, para que todos los chicos vayan a sala de 3, 4 y 5 años. Son los tres grandes objetivos. El IFE llegó a 9 millones de familias, se pagaron tres IFE en Argentina. El IFE marcó el verdadero nivel de informalidad. Hoy el eje central pasa por un programa de jóvenes de 18 a 29 años que pusimos en marcha. Los jóvenes presentan proyectos productivos, educativos, culturales, y tienen una beca de 8.500 pesos de hasta un año. Por otro lado, el Programa Potenciar Trabajo, por el que la gente cobra la mitad del salario mínimo, 9.400 pesos. Esa es la mitad del salario. Tiene que contraprestar cuatro horas en la construcción, en el sector textil, en la producción de alimentos, en la economía del cuidado de personas o en el de reciclado. Si trabajan más tiempo, si alguien los contrata, del sector público o del sector privado, tienen que completarles el ingreso.

—¿Qué nos deja la pandemia?

—La pandemia a mí me parece que dejó mucha angustia, mucha dificultad.

—¿Aprendimos algo de la pandemia? Porque hay gente que afirmaba que tras la pandemia íbamos a salir mejores.

—Yo creo que sí. Yo creo dos cosas, uno que hay más revalorización del espacio individual, de la familia. De los trabajos esenciales. Los trabajos esenciales son los peores pagos en el mundo, y son los más necesarios. La gente que está en los comedores, los médicos, los enfermeros, los docentes. Y a la política, espero que le deje una enseñanza de que hay que hacer cambios estructurales. Hay cosas que están mal en la Argentina, y hay que hacer cambios profundos estructurales, y esa es nuestra tarea.

Algo personal

—¿Cómo se define?

—Yo soy una buena persona que realmente quiere que mejoren las cosas en Argentina, que participo de la política para que las cosas mejoren de verdad. Y soy un tipo que está dejando todo. Este año fue durísimo. Estoy dejando todo, como un montón de gente, y gente en los barrios, en distintos lugares. Soy un tipo que está dejando todo para que las cosas mejoren.

—¿Cómo se maneja con el tema de las críticas? Ahora me vino a la mente Chiche Duhalde cuando dijo que no tenían huevos, que se fueran.

—Durante la primera etapa que estuve en el Gobierno como viceministro, como ministro de la Provincia de Buenos Aires, me impactaban mucho las críticas. Sinceramente no tenía, es decir, no soy una persona que recibió muchísimas críticas, pero cada vez que salía algo en ese momento, una notita así en el diario y yo me sentía mal. En general trato de sacar algo. Pero no psicopateo con las críticas, hoy no me psicopateo.

—¿Cómo es un día suyo?

—Me levanto todos los días, clavado, a las 4.30 de la mañana. Vivo en Olivos. También me levanto sábados y domingos a las 4.30. En general, cuando voy a los barrios, voy a la mañana. Entonces, yo salgo de mi casa 7.30 de la mañana u 8. La mayoría de las veces hago recorridas y después vengo al Ministerio. Y en general muchas veces a la noche voy a programas de televisión, así que a las 23, más o menos, termino llegando a mi casa.

—¿Con quién vive?

—Vivo con mi mujer, mis hijos son grandes, no viven con nosotros, vivo con mi mujer, Alejandra. Me levanto a las 4.30, y mi mujer me dice “pará”, porque prendo la radio para escuchar.

—¿ Y su esposa qué le dice?

—Me dice “pará, apaga esa radio”. Sigue durmiendo un rato más. Más o menos a las 6, porque ya quedé despierto, o a las 6, me termino de despertar. En general hablo con las radios a la mañana.

—¿Qué es lo primero que hace cuando se levanta?

—Agarro el teléfono. Cuando fui ministro de la Provincia de Buenos Aires tenía los Institutos de Menores, y por eso siempre tenía que tener el teléfono a mano por las dudas de que hubiera algún conflicto. Y me quedó eso. Yo tengo dos teléfonos, hay uno que lo tengo en la mesa de luz, me despierto y está prendido, y cuando uno mira el reflejo se hace dificilísimo volver a dormir. Pero miro, miro.

—¿Le da importancia a la imagen?

—Hay que estar en forma. En realidad antes de venir al Ministerio yo adelgacé bastante, y lo hice bien, yo soy de la idea de que acá hay que estar bien físicamente. Que es mucho desgaste físico esta tarea y que hay que estar bien físicamente. Ahora tengo que volver a hacer dieta.

—¿Qué desayuna?

—Ahora estoy desayunando galletas de arroz, porque justamente estoy tratando de no comer harinas, me va bien o mal depende el día. Estoy con las galletas de arroz a la mañana, una fruta. Hay unas barritas de arroz también que como a media mañana. Después al mediodía como ensalada y después derrapo a la tarde o no, depende el día. Cuando ya estoy muy cansado y no doy más termino comiendo un sanguche al mediodía, y arruiné todo lo que hice durante el día.

—¿Lo cambió el poder?

—No, a mí el poder no me va a cambiar nada. Eso no. Tanta tensión de tantas dificultades me hacen malhumorado durante el día, entonces yo trato de siempre volver a tener buenos modos. Hay muchos problemas acá permanentemente, es una situación social muy crítica, todo el tiempo estallan distintas dificultades, más lo natural de un país que tiene tanta pobreza, tantas dificultades. Eso va tensionando todo el día.

 

 

* Para www.infobae.com

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