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Analia Pasantino, la policía trans que fue echada dos veces por el peronismo: “La diversidad de la que se vanagloria el Gobierno es solo palabras”

POLÍTICA 27/11/2022 Mariana Dahbar*
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Analía Pasantino, la primera comisaria trans de la Argentina y del mundo, fue echada dos veces de la Policía durante gobiernos peronistas. Primero fue eyectada de la fuerza durante la gestión de Nilda Garré y la Presidencia de Cristina Kirchner. Ahora volvió a ser desplazada por Aníbal Fernández y denunció que fue víctima de discriminación. “Gracias, Cristina. Gracias, Aníbal y, claro, gracias, Alberto por demostrar la basura que son y lo poco que les interesan los DDHH”, disparó recientemente en redes sociales.

La abogada recibió a Infobae en su casa de Caballito para contar su verdad. Café de por medio y con una angustia que no puede disimular, Pasantino afirmó que creía que lo sucedido había quedado atrás: “La verdad pensaba que se había terminado y veo que recién empieza de vuelta. Otra vez estamos en la batalla”.

Dolida, afirma que este Gobierno se perdió la oportunidad de hacer historia y que la Policía Federal atrasó 30 años: “Mi propósito en este momento es demostrar que una persona trans es tan capaz como cualquier otra para el puesto que sea. No importa dónde estés”.

— Mara Reynoso Pérez, al asumir en el Ministerio de Seguridad, se encontró con un expediente firmado por Nilda Garré, en el cual decía que echaban a una policía porque sufría de un trastorno de la identidad de género equivalente a un 10% de discapacidad. ¿Esa policía era usted?

—Y me tornaba irrecuperable para la función policial… así continuaba el famoso dictamen ese. Lo hizo la junta médica de Policía Federal en el año 2010 y con él culmina todo lo que veníamos haciendo, tratando de revertir la situación y de volver al servicio activo. Ese dictamen fue lapidario y a raíz de eso se produce mi separación de la fuerza.

—¿Se acuerda cómo fue ese día?

—Sí, lo leía y no lo podía creer. Estuve dos años yendo a la junta médica. El día que te evalúan te hacen ir temprano, esperar. Me hacían pasar a una junta de tres médicos. Que en realidad no hacen nada, tienen un montón de expedientes y te dan, básicamente, los estudios, si es que se hicieron estudios, pero, normalmente no me hacían nada y me recomendaban tres meses más de licencia médica. Y me iba. Y así sucesivamente, nunca me daban menos de tres meses. Así pasaron los años, desde el 2008 hasta el 2010. Y en marzo del 2010, después de estar dos años de licencia médica y en una evaluación más de rutina, de esa tediosa rutina, a los días me llaman para notificarme de este dictamen.

Me cita personal para que vaya, voy, me ponen el papel delante y me dicen: notificate. Lo leía y no podía creer lo que estaba leyendo. En ese mismo momento le pido copias, pero me dijeron que no me las podían dar, que tenía que pedirlas formalmente e hice a mano alzada un pedido de fotocopias y vistas de todo el expediente. Cuestiones administrativas.

El tiempo fue pasando, presenté un recurso, ese recurso se convirtió en un reclamo, lo deniegan, vuelvo a otro, apelo. Llego a la máxima autoridad que en ese momento era la ministra Garré. Pasa el tiempo, llega diciembre del 2011, me llama un amigo que me dice: “Mirá lo que acaba de publicarse”. La ministra Garré había firmado la Resolución 1181 que aceptaba a las personas trans en la fuerza. Bueno, aleluya, pensé, se me abrió todo. Se acabó todo este sufrimiento. Presento el pedido de adecuación conforme lo que decía la Resolución 1181. Recién los primeros días de enero del 2012 me notifican que se iba a dar curso a mi pedido, pero que era imposible asignarse destino porque ya estaba retirada con fecha 30 de octubre del 2011. Es decir 25 días antes de que Garré firmara la 1181.

—¿Y qué hizo?

—Presento una denuncia al INADI, denunciando a la junta médica, al jefe de policía y a la ministra Garré. Esa denuncia se convierte en el famoso caso Pasantino, el expediente de la foto. Que tramité durante muchos años, porque el INADI se lo dio al Ministerio de Seguridad para que haga un expediente y revise el caso.

—¿Alguna vez tuvo la posibilidad de hablar con la ministra Garré?

—No, jamás hablé con ninguno de los tres ministros que le sucedieron. Lo que sí tuve era un supuesto visto bueno de Garré para llevar adelante el expediente a buen puerto. Pero Garré dejó de ser ministra y se hundió todo. No sé si fue verdad o no. Lo que sí te puedo decir es que nunca se produjo una reincorporación en esa gestión.

—¿Cómo continuó su vida?

—Yo seguí con ese expediente durante los siguientes años. Fue toda una batalla administrativa. Papeles van, papeles vienen. Pero llegó a un punto muerto, se acabó el gobierno de los derechos humanos en realidad, con lo cual a mí se me acababan las esperanzas. Imaginate, si la gente que levantaba la bandera de los derechos humanos, la gente que te defendía, que decía “Nosotros estamos por esto” no resolvía mi expediente, no lo iba a resolver lo que venía después, que era el macrismo, la oligarquía, la gente que no respetaba, la casta que no respetaba la diversidad. Ese era el lenguaje. Entonces, empecé a trabajar en el expediente judicial y me citaron de la Coordinación de Diversidad y no Discriminación, creada en ese momento, en el 2016. Me cita Pérez Reynoso para conocerme, conocer el caso, ver qué era lo que pasaba porque se había encontrado con un expediente a medias. Como yo tenía copias pude proporcionarlas y se reconstruyó. Y bueno, se armó todo. Tardaron casi dos años hasta que volví al servicio efectivo.

—¿Recuerda cómo fue el día de su regreso?

—Muy fuerte. Muy, muy fuerte. Hay dos fechas de vuelta, la fecha documentada y real es el 20 de abril de 2017. Y lo resalto porque coincidió con el aniversario mío de bodas con mi esposa. Es una fecha importante para nosotras. Y ese mismo día me citó Pérez Reynoso en su despacho para anoticiarme que la ministra había firmado mi reincorporación.

Te lo puedo relatar como si fuera hoy. Tenía la hoja delante mío, leo: Buenos Aires, 20 de abril 2017. Tres veces leí la fecha. No podía seguir leyendo. Era la resolución que había firmado la ministra reincorporándome. De más está decir que fue shockeante, emocionante, muy fuerte.

—Además del trabajo, ¿qué siente que volvió a recuperar?

—Mi dignidad. Lo que yo siempre quise. Mi trabajo, ser policía. El reconocimiento. El demostrar que una persona trans no tiene por qué dedicarse a la prostitución o, sin desmerecer, a la peluquería o a tareas hogareñas o de cuidados. El demostrar que todos los años que me profesionalicé no fueron en vano.

—¿Por qué decidió ser policía?

—Es una vocación. Hay dos formas de ser policía. Vos podés ser policía por el empleo o por la vocación. La vocación policial se hace en el trabajo del día a día. En el amor por la institución. Pero tengo esa vocación, ese valor de justicia, ese valor de servir a la sociedad, de dejar algo. Como le decía el otro día a un amigo, de marcar la diferencia. Hacer la diferencia. Dejar la huella.

Algo te tiene que impulsar a ser policía. No es un trabajo para cualquiera, es complicado. La escuela, por lo menos la que yo hice, era muy dura. Fueron tres años internada. Una exigencia física importante. Una vuelta, cuando recién entramos, un instructor dijo: “Algo los trajo acá, ya sea que les guste el ruido de la sirena del patrullero o el hecho de vestir uniforme. Algo los trajo acá”. Parte de una arenga. Y yo siempre me quedé con eso, algo me impulsó a ingresar. Después, la vocación la terminás armando.

—¿Cómo vivió su reincorporación?

—Mi reincorporación se dio en dos momentos. Uno fue ese día, el día de la firma. Y el otro el día del acto oficial, que fue el 5 de mayo. Ese 5 de mayo, después de estrecharle la mano a la ministra, al jefe de policía y a la subjefa, que fueron quienes me dieron formalmente la bienvenida. Luego fui a mi destino, me presenté a tomar servicio. Hablé con el comisario que estaba en ejercicio en ese momento. Me presenté con el personal. La bienvenida fue muy buena.

Lo que sí te tengo que decir, o sea presté mi servicio bien ahí, todo. Y, sin embargo, ese año me postergaron el ascenso por un pequeño vericueto policial. En lugar de ascenderme, como correspondía, con mi promoción ese año, como no habían pasado seis meses, a órdenes del señor Fabian Reimer, hizo un informe que decía que no estaba en condiciones de evaluar mi trabajo y me postergaron un año más. Ahí empezaron los primeros problemas. En realidad eran los resabios institucionales de la Policía Federal, que siguen algunos hasta hoy.

—Cuando dice “resabios” ¿a qué se refiere?

—¿Podemos llamarlos dinosaurios? Se entiende a qué me refiero. Gente con mentalidad cerrada y que por mantener su lugar o ascender ese año firmaban lo que les pedían. No tengo nada contra ese oficial jefe, pero fue el que dijo que no estaba en condiciones de evaluarme cuando llevábamos trabajando casi todo el año. A ver, no habían pasado seis, habían pasado cinco meses. La realidad es que tiempo después me enteré que un oficial superior de la fuerza, te lo digo con nombre y apellido porque me lo dijeron y el que me lo dijo lo va a ratificar si lo tiene que hacer, se jactaba por los pasillos diciendo que había volteado mi ascenso: el comisario general Francos. Hoy retirado. Fue superintendente de comunicaciones. El mismo que cuando cambia la gestión y el ministerio me echa y me devuelve a la Policía Federal, dio la orden de que no me vean en los pasillos y me pusieron a trabajar en el horario de 18 al cierre para que la gente no me vea.

—La quiso cancelar.

—Sí, totalmente.

—¿Cómo continuó su trabajo con el cambio de gestión?

—Cuando cambia el gobierno permanezco en el mismo destino. Hasta que se produce un incidente con la derogación del protocolo sobre actuación para detención y requisa de personas del colectivo LGBT, una norma para respetar los derechos de las personas de los colectivos. El protocolo era una guía de cómo tenía que trabajar el personal policial ante cuestiones de diversidad. Era una guía de trabajo, una guía de instrucciones si querés decirle. Como no era producto de ese gobierno deciden la derogación y se produce un cruce importante, porque dejaba en indefensión al personal policial y lo ponía hasta en riesgo de vida.

—¿Por qué?

—Por ejemplo, lo que decía el protocolo, lo trabajé yo y lo escribí yo, lo primero que tenía que hacer el personal policial, sea quien sea la persona detenida, es la medida de seguridad de cacheo superficial sobre las ropas en busca de armas o elementos peligrosos para sí o para terceros. Con esa derogación de la norma no querían que el personal policial actúe hasta que no llegue personal femenino, por ejemplo, en el caso de una persona trans, una mujer trans, para hacer el cacheo. Es decir que vos podés estar frente a un presunto delincuente o no, no sabés, es un acto de prevención, no sabés a quién tenés adelante, si no hacés una medida de seguridad preventiva y no sabés si esa persona puede tener o no un pedido de captura activo, puede ser una persona peligrosa o no. Entonces, vos no podés verificar si tiene o no tiene armas.

Una ridiculez porque estás exponiendo la vida del policía o de quién sea.

Y no lo entendían. No entendían de qué se trataba. Lamentablemente eran personas muy eruditas en lo técnico, pero con un desconocimiento total de lo que implica trabajar en la calle. Jamás estuvieron, ni siquiera se molestaron en averiguar de qué se trataba. Bueno, tuve un cruce muy fuerte de palabras y les dije, textuales palabras: “Con mi firma no van a matar a un policía. Esto hay que trabajarlo, reverlo bien”. Esto fue un viernes, creo que era fin de semana largo, cuando vuelvo ya no estaba más en el Ministerio de Seguridad. Me mandaron a comunicaciones de nuevo, el Comité de Seguridad de la Información, que es donde estaba revistando hasta hace una semana atrás.

Fui a buscar mis cosas al Ministerio, mi taza, mis cubiertos, hacía dos años que estaba trabajando en el mismo lugar, y eso me costó cinco días de sanción disciplinaria por ir sin previo aviso.

Lo que implica, si sabés leer y querés perdurar en el puesto, quedate callada y no hagas más nada.

—Dijo “hasta hace una semana”, ¿qué pasó hace una semana?

—Este año me trataban para el ascenso, hice el curso, lo aprobé para la jerarquía de comisario inspector. Y el jueves me entero que el resultado de la junta que me había evaluado: era prescindible para el servicio. Es decir, no estaba apta para acceder a la jerarquía, y por ende debía pasar a retiro obligatorio.

Se me vino el mundo abajo porque no me esperaba, la verdad, ese baldazo de agua fría. Entiendo que no todos están en condiciones de ascender. Que es difícil. Que a veces no hay lugar para todos. Pero la decisión también es una decisión política y entiendo que estaba muy capacitada para donde estaba.

Paso a retiro, porque arbitrariamente una junta arma una orden de precedencia y me saca del orden de mérito número 1 y me pone no sé en qué número,pero fuera de los que habían ascendido. Ahora bien, se dice o dijeron que para acceder al puesto o al cargo, en realidad, es requisito ser ingeniera y no abogada. Pero sé que ascendieron a gente que ni siquiera tiene título universitario. Ni de ingeniero, ni de abogado, ni de arquitecto ni maestro mayor de obra. Y los han ascendido igual al grado de comisario inspector. Y han ascendido a grados superiores a gente sin título universitario.

—Cuando dice están “ascendiendo gente que no tiene título universitario”, ¿a usted le consta? ¿Tiene algún nombre y apellido?

—Tengo los nombres porque, como te dije, es gente con la que yo compartí años. Los conozco desde la escuela de cadetes. Los que ascendieron ahora son de la promoción que viene atrás mío. Hace 33 años que los conozco. Entonces, no me podés mentir en la cara diciéndome: “No, para el puesto se requiere ser ingeniero”. Fijate lo que firmaste a quiénes ascendiste entonces.

—Le mintieron en la cara.

—A mí no, le están mintiendo a la gente en la cara. Cuando se publicó hoy en un medio esa declaración le están mintiendo a la gente en la cara porque no saben lo que firman entonces.

—¿Se contactó con Aníbal Fernández?

—Sí, lo conozco en realidad, pero no creo que él se acuerde de mí. Cruzamos algunas palabras hace unos siete, ocho años atrás. En otra situación, trabajando yo para el Colegio de Abogados y estando todavía con mi trámite en camino.

—¿Cómo evalúa la gestión del actual Ministerio de Seguridad?

—Desde el punto de vista técnico policial me parece una gestión bastante prolija. Mucho más prolija que, perdonen la palabra pero soy natural, que el mamarracho que estaba antes Sabina Frederic. Frederic podía ser una excelente teórica al igual que sus equipos, pero eran totalmente inoperantes en la práctica. No conocían nada de lo que era manejar un Ministerio de Seguridad. Aníbal Fernández sí es una persona idónea. Me merece mucho respeto. Lamentablemente en cuestiones de diversidad demostró ser también un dinosaurio más.

—Si tuviera la posibilidad de hablar con Aníbal ¿qué le diría?

—Que se perdió la oportunidad de hacer historia. De demostrar, reafirmar lo que estaba pasando. De toda esta política de diversidad que tanto se vanagloria el gobierno de turno, son solo palabras. Perdieron la oportunidad de demostrar que la diversidad verdaderamente es una política de Estado y no es la foto para la campaña. O solo se hacen folletos poniendo la palabra todes y ya está. Y lo que más lamento es que no es una cuestión de ser Analía Pasantino, hay otras chicas trans en la institución, pero son ayudantes. Para que lleguen a la posibilidad que tengo yo de acceder al grado de oficial superior tienen que pasar, por lo menos, 30 años.

Es decir que la Policía Federal atrasó 30 años ahora para marcar la diferencia.

—¿Piensa que hay alguna forma de que se revierta su situación?

—No sería lo esperable, pero me encantaría que se revierta. No quisiera ilusionarme en vano. Ojalá esto de alguna forma llegara a las autoridades y en un acto administrativo, que está dentro de las capacidades, yo todavía sigo perteneciendo a la fuerza de alguna forma, estoy en disponibilidad, se subsanara. Como lo dije desde el primer momento, el hecho de ascenderme o no es voluntad política. Es una decisión política. Yo demostré, a lo largo del 2022, estar a la par o a la altura de las expectativas.

—¿Qué es lo que más le duele?

—Que me cortaron el sueño de llegar a comisario inspector. La carrera de oficiales arranca de cadete cuando hacés los tres años de escuela. Pasás a ser oficial subalterno. Como oficial subalterno te formás en los distintos lugares de trabajo. Llegás a oficial jefe, que es la jerarquía de subcomisario, comisario, que me tocaba ahora. Y el último escalón es ser oficial superior de la fuerza. Integrar la plana mayor. Integrar la conducción de la fuerza. Era a lo que aspiraba, lo que anhelaba. Decir: llegué y les demostré que todos los años de capacitación no fueron en vano. Que tengo material de sobra para dar.

—Cuando dice para demostrarles, ¿es para demostrarles a ellos o para lograr su sueño?

—A ver, en el momento que inicié la transición yo quería demostrar que podía y me puse el doble de esfuerzo. Yo siempre dije que para una persona trans no sé si la vida cuesta más, pero nosotras mismas nos ponemos la vara más alta de lo que debería ser.

—¿Por qué?

—Porque tenés la necesidad de demostrar en todo momento que estás calificada para lo que estás haciendo. A mí no me bastó con hacer una especialización, una diplo. Si vos te fijás mi currículum está lleno de cursos.

La realidad es que una siempre se exige más, y no parás de estudiar y de perfeccionarte porque querés demostrar en todo momento de qué estás hecha.

Que sos una persona como cualquier otra. Y que podés dar tanto o más que otras personas.

—¿Cómo sigue su vida a partir de ahora?

—Y ahora volver a lo académico. Yo soy abogada. No sé si voy a retomar el estudio, hace ya varios años que había dejado de ejercer precisamente por dedicarme de lleno a la Policía Federal. No sé si volver a abrir el estudio o a dedicarme a la faz académica, que es en lo que estoy involucrada.

— Una vez ganó la batalla. ¿No piensa que pueda ganar esta última?

—Yo pensaba que esto se había terminado y veo que empieza de vuelta. Otra vez estamos en la batalla. Otra vez estamos hablando acá con un medio. Parece que tenemos que estar dando a cada rato un empuje para recordar que la diversidad existe. Tengo fe en el país. Tengo fe en las instituciones. Está difícil. Estamos dando un paso para adelante, dos pasos para atrás. Son avances y retrocesos todo el tiempo. Pero bueno, convengamos que hace 15 años atrás era impensado. No existía ni siquiera la Ley de Género.

—¿Que evalúa hacer?

—Voy a ir hasta las últimas instancias que tenga para ir. A ver, esto ya produjo una lesión que la única instancia subsanable es la vía judicial. Porque no hay reparación administrativa posible una vez que se haga efectivo esto.

Yo siempre estoy abierta al diálogo y la esperanza es lo último que se pierde. Pero, lo percibo difícil y casi en vano. Pero bueno, como dije, siempre voy a estar abierta al diálogo.

—Para finalizar, ¿cuál es su propósito en la vida?

—En este momento es dejar y marcar la diferencia. Demostrar que una no pasó por la vida sin pena ni gloria sino que dejó huella, dejó marca. Mi propósito en este momento es demostrar que una persona trans es tan capaz como cualquier otra para el puesto que sea, ya sea para ser comisario inspector, para ser diputada o senadora. No importa dónde estés, lo que importa es la capacidad que tengas para dirigir y la influencia que tengas sobre la gente.

 

 

* Para www.infobae.com

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