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El mensaje tácito en el recambio de Gabinete: Alberto resiste la embestida K y retiene áreas "calientes" de la gestión

POLÍTICA 11/10/2022 Fernando Gutiérrez*
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Alberto Fernández encontró una oportunidad para dar un gesto de autoridad: ante la salida de tres ministros, resistió las presiones para nombrar figuras de las alas kirchnerista y massista, y eligió tres personas de su confianza.

Claro que las aspiraciones del Presidente son cada vez menores. De insinuar su postulación a la reelección en diciembre pasado -cuando se había entusiasmado por la "remontada" oficialista en las legislativas- pasó a un segundo plano desde que Sergio Massa, con la venia de Cristina Kirchner, asumió como "superministro". Y en ese contexto, Fernández resiste los recortes de poder con los que periódicamente lo amenazan desde el kirchnerismo.

Los ministerios de Desarrollo Social y de Trabajo están desde hace tiempo en el centro de las críticas internas del Frente de Todos. Y fue por eso que habían circulado versiones sobre nombramientos que implicarían un giro a las políticas que venían manteniendo, respectivamente, Juan Zabaleta y Claudio Moroni.

Sin embargo, la señal tácita que envió el Presidente con el recambio es que no está dispuesto a ver recortado su margen de decisión y que dará la pelea interna por mantener cierto estilo de gestión.

Victoria Tolosa Paz no solamente es su amiga, sino que simboliza uno de los momentos de rebeldía que el Presidente tuvo hacia el kirchnerismo, cuando el año pasado se definieron las candidaturas para las elecciones legislativas. En ese momento los estrategas del kirchnerismo habían resistido los planes de Fernández: impulsaban a Santiago Cafiero, con lo cual pretendían diluir el componente "albertista" del gabinete. Por eso la elección de Tolosa Paz para encabezar la lista de candidatos oficialistas por la provincia de Buenos Aires había significado el intento de mantener un círculo de leales.

Algo similar ocurre ahora, con el recambio en la cartera de Desarrollo Social. Implica una ratificación de la política que ha venido impulsando el Gobierno, pese a haber sido fustigada tanto por la oposición como dentro de la propia coalición.

Con protestas piqueteras casi cotidianas y con los cortes de la avenida 9 de Julio ya formando parte del paisaje habitual de Buenos Aires, el ministerio es uno de los más "calientes" de la gestión. Y de cómo se maneje la relación con las organizaciones sociales depende si se completará el final del mandato con la situación social controlada o en un clima de caos.

Tolosa Paz y la bienvenida piquetera

La bienvenida para la nueva ministra de Desarrollo Social no promete ser amable. La gestión de Zabaleta fue problemática y estuvo caracterizada por un grado de protesta ascendente, denuncias por el sistema de intermediación en la ayuda social y críticas "por izquierda" por la falta de una respuesta más eficaz en un país donde aumenta la indigencia.

La frase "Basta de polenta", escrita con polenta en el hall de entrada del ministerio por activistas que reclamaban una ampliación del plan Potenciar Trabajo y una ayuda más importante para los comedores comunitarios fue la marca que simboliza el clima en el que trabajó el ex ministro, que regresó a la paz de su sillón en el municipio de Hurlingam.

Zabaleta se lleva como logro político el haberse mostrado más firme que su antecesor, Daniel Arroyo, también fuertemente fustigado por las organizaciones sociales -además de denunciado por irregularidades en la compra de alimentos-. A pesar de las presiones, Zabaleta nunca cedió ante el principal reclamo piquetero: ampliar la nómina de los beneficiarios del Potenciar Trabajo, que asciende a 1,2 millón de personas.

Pero su promesa sobre avanzar en la conversión de planes en trabajo genuino no tuvo el resultado esperado, según denuncian los propios integrantes de las cooperativas y agrupaciones que están recibiendo los planes.

Y el mayor golpe político a su gestión lo había dado la propia Cristina Kirchner, que cuestionó duramente el sistema de intermediación hecho por líderes piqueteros que se quedan con un porcentaje de los planes.

La propuesta de Cristina en el sentido de sustituir el Potenciar Trabajo por un salario básico universal fue uno de los momentos más tensos en la relación con Alberto Fernández, quien salió personalmente a hacer una reivindicación del rol que habían jugado los líderes piqueteros.

Como el Presidente dejó en claro, en un momento de gravedad social como fue el de la cuarentena, las organizaciones sociales se convirtieron en el verdadero garante de la paz social y la gobernabilidad. En otras palabras, pasaron a ocupar el rol que en otros tiempos cumplían los "punteros" del conurbano que respondían políticamente a los intendentes, hoy algo opacados y deseosos de recuperar su legendario mote de "barones" y volver a controlar la caja de la ayuda social.

Ese es el clima en el que debe asumir Tolosa Paz: piqueteros que se quejan de que la ayuda es insuficiente, kirchneristas que cuestionan el funcionamiento del sistema y una oposición macrista que pone el dedo en la llaga de una política asistencial clientelar.

Claro que no todo será negativo para la nueva ministra: por lo pronto, el presupuesto que está por aprobarse en el Congreso prevé fondos como para que se pueda atravesar el año electoral "haciendo peronismo". Más concretamente, se reforzará la partida presupuestaria de Desarrollo Social en $1,1 billón, una de las mayores del aparato estatal.

El primer test para Tolosa Paz será definir si continuará en su formato actual el cuestionado plan Potenciar Trabajo, consistente en el pago de medio salario mínimo, que a esta altura es cuestionado por los beneficiarios y por los críticos del Gobierno.

Moroni deja una herencia de tensión política

El otro gesto con el que Alberto Fernández resistió el embate del kirchnerismo fue la designación de Raquel "Kelly" Olmos al frente del ministerio de Trabajo, otra área políticamente caliente de la gestión albertista.

La salida de Claudio Moroni se da por problemas de salud, pero lo cierto es que también era una figura con un fuerte desgaste político. Las críticas a su accionar empezaron casi desde el arranque, cuando Máximo Kirchner expresó en público su desacuerdo con el hecho de que grandes empresas recibieran la ayuda estatal para pagar salarios durante la cuarentena.

Ya en 2020 se habían corrido fuertes versiones en el sentido de que sería sustituido por Mariano Recalde, una figura del kirchnerismo.

Moroni también tuvo choques con el moyanismo por el conflicto con Mercado Libre, por un diferendo sobre el alineamiento sindical del personal que hacía los repartos tercerizados.

Pero, en compensación, el saliente ministro siempre tuvo un apoyo explícito de la cúpula de la CGT, los llamados "gordos" que representan a los mayores gremios del área de servicios. Moroni garantizó siempre que se mantuviera el sistema de paritarias, que es el que ratifica el poder y la influencia de los dirigentes sindicales.

Esa actitud llevó a Moroni a rechazar siempre las presiones del kirchnerismo por pasar a un sistema de aumentos salariales con suma fija y por decreto, que es lo que había caracterizado el inicio de la presidencia de Néstor Kirchner.

Moroni argumentaba que esa propuesta no tenía sentido en un país en el que el sistema de paritarias representaba a casi todos los trabajadores y en el que, además, el salario lograba defenderse de la inflación gracias a los acuerdos de aumentos en cuotas.

Esa postura irritó al kirchnerismo, que afirmaba que el ministro era ajeno a la realidad, que el sistema de paritarias dejaba fuera a todos los trabajadores informales y también a muchos asalariados que, en un momento de alta inflación, veían sus ingresos retrasarse respecto de los gremios más poderosos.

Pero Moroni resistió en su postura y solamente cedió para que se implementara a comienzos de año el pago del bono extraordinario de ayuda para 7,5 millones de beneficiarios, en su mayoría desocupados.

En el kirchnerismo los bautizaron con el mote "Demoroni" y aumentaron la presión para su salida, que llegó a su punto cúlmine con el conflicto del gremio del neumático. Se le reprochó haber dejado que la situación conflictiva escalara y que se llegara a 36 reuniones sin que el ministerio hubiese podido ser capaz de encontrar una fórmula de acuerdo.

El test de Kelly Olmos en un ministerio caliente

Es en ese marco que Kelly Olmos deberá asumir en una cartera que promete esar en el epicentro de la tensión política durante todo lo que queda del período de gobierno. Con un escenario en el que sindicatos poderosos como el de camioneros ya están negociando aumentos de tres dígitos, la nueva ministra tendrá que dar señales claras sobre si mantendrá la línea de su predecesor o si buscará una nueva orientación a la política de ingresos.

El nombre de Kelly Olmos sorprendió en el ámbito político, luego de que circularon nombres más cercanos al kirchnerismo, como el del propio Carlos Tomada, que había manejado esa cartera durante toda la gestión de Cristina.

Con un pasado de fervorosa militancia menemista, la figura de Kelly Olmos es por ahora un enigma para el ala más radicalizada del Frente de Todos. Y su misión urgente es tejer un vínculo con la cúpula sindical, que dejó entrever malestar por no haber sido consultada antes de que la designación se hiciera pública.

En todo caso, lo que queda en claro es que se trata de una figura de confianza del Presidente y que le reportará directamente. Una forma de preservar su menguada cuota de poder ante un kirchnerismo que ha renovado las críticas hacia la gestión.

En cuanto al tercer recambio, el de Ayelén Mazzina al frente del ministerio de Mujeres, Diversidad y Género, el Presidente intenta oxigenar la gestión con un guiño hacia la juventud, luego de la precipitada salida de Elizabeth Gómez Alcorta, enojada por la represión a las ocupaciones de terrenos por parte de grupos mapuches.

Sin embargo, la estrategia podría generar un efecto boomerang. Ni bien trascendió su nombramiento, en las redes se hizo tendencia el recordatorio sobre la muerte violenta de Magalí Morales, en una cárcel de la provincia de San Luis durante la cuarentena. En ese momento, Mazzina conducía el ministerio de Mujeres en la provincia de los Rodríguez Saa.

 

 

* Para www.iprofesional.com

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