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La recesión acecha a Estados Unidos, pero también tiene un lado bueno

INTERNACIONALES 08/08/2022 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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Por lo general, predecir una recesión mundial significa desmarcarse de la multitud. Hoy son los que dicen que la economía mundial evitará una recesión los que se juegan el pellejo. La Reserva Federal de Estados Unidos inició una extensa campaña de endurecimiento de la política monetaria y aumentó las tasas de interés dos puntos y cuarto desde marzo.

Se espera que imponga otro punto de endurecimiento en diciembre. Europa enfrenta escasez de gas natural debido a la caída de los suministros de Rusia. El crecimiento de China se ha frenado de manera brusca a consecuencia de los bloqueos derivados de su política de cero casos de COVID-19 y aumenta la preocupación por sus frágiles mercados inmobiliarios.

El ambiente es tan pesimista que muchos inversionistas se preguntan si ya estamos en una recesión. Es una pregunta difícil de responder. La pandemia ha causado estragos en los indicadores económicos. La inflación ha hecho caer la confianza de los consumidores, pero cuando se les pregunta por sus finanzas personales y no por la economía en conjunto, la gente se muestra mucho más optimista. Las decepcionantes cifras del PIB de Estados Unidos no coinciden con otras medidas de producción ni con las nóminas crecientes de los empresarios.

Las encuestas sobre el sector manufacturero registran sus resultados más débiles desde los primeros días de la pandemia, pero eso puede deberse a que los consumidores todavía están reequilibrando su gasto tras la peor fase de la pandemia (hay menos compras de equipos para hacer ejercicio en casa, pero más filas en los aeropuertos). Hasta la desaceleración de China podría ayudar un poco a Europa, al reducir la demanda mundial de gas natural licuado.

Sin importar si las economías ya se están contrayendo, es difícil ver cómo pueden evitar una recesión durante el próximo año, a medida que el endurecimiento monetario cause efectos y Europa se adentre en un invierno sombrío. El lado positivo es que tanto el aumento de las tasas de interés como el impacto energético traerán ganancias que deberían fortalecer la economía mundial a largo plazo.

Algunas recesiones se alimentan de sí mismas cuando los hogares endeudados recortan su gasto o los impagos se propagan en cascada por un sistema financiero frágil. Salvo algunas excepciones, como es el caso del mercado artificialmente inflado de la vivienda de Canadá, las grandes economías actuales adolecen de pocas vulnerabilidades de este tipo. De hecho, los hogares y las empresas parecen fuertes.

Los saldos bancarios de los hogares estadounidenses más pobres son un 70 por ciento más abundantes de lo que eran en 2019. Ni siquiera la amenaza de una crisis financiera en los mercados emergentes (la preocupación habitual cuando la Reserva Federal sube las tasas de interés) es lo que era antes. Eso se debe en parte a un cambio hacia deudas en monedas locales en lugar de dólares.

La principal falla económica mundial es la inflación. Por suerte, todavía es reciente. La última vez que la Reserva Federal endureció la política monetaria de manera tan drástica, a principios de los años ochenta, los precios se habían más que duplicado en comparación con la década anterior. Hoy la cifra es de solo del 29 por ciento, porque la inflación no arrancó sino hasta el año pasado.

Aunque la economía estadounidense se ha recalentado mucho, las expectativas de inflación a largo plazo siguen siendo moderadas. Quizá la mejor analogía histórica no sea la prolongada batalla contra la estanflación de los setenta, sino el estallido de los precios al consumidor después de la perturbación masiva de la Segunda Guerra Mundial. La desaceleración que puso fin a esa inflación fue poco profunda y dejó pocas cicatrices. Esta vez, una recesión leve también debería evitar un aumento de precios en la economía. Los mercados ya apuestan por un aumento de los precios en Estados Unidos de alrededor del 3,8 por ciento durante el año próximo, menos de la mitad de la tasa de inflación actual.

En otros lugares, la inflación se ve alimentada principalmente por el aumento de los precios mundiales de los alimentos y los energéticos y la interrupción de las cadenas de suministro, que están aumentando el precio de los productos importados. La escasez está disminuyendo en algunos casos. Los precios del trigo han bajado casi un 40 por ciento desde su reciente punto máximo de mayo. Los precios del petróleo también han se han reducido en fechas recientes. Las cadenas de suministro se están recuperando.

Por desgracia, la escasez de gas en Europa está empeorando. Aunque los gobiernos están haciendo todo lo posible para proteger a los consumidores de las consecuencias, en caso de que sea necesario el racionamiento, la producción industrial y, por tanto, el PIB, caerán, tal vez de forma pronunciada en economías expuestas como la alemana. Aunque la producción se reduzca, la inflación seguirá creciendo.

Sin embargo, del mismo modo que una recesión debería purgar a la economía estadounidense de su problema de inflación, Europa podría salir de la recesión tras superar su confianza en el suministro de energía. Los encargados de las políticas públicas se dieron cuenta tarde de que un cambio cuidadosamente gestionado hacia la energía limpia también alivia su dependencia en los regímenes autocráticos.

En todo el mundo está aumentando la inversión en energías renovables y los gobiernos que antes se mostraban escépticos con respecto a la energía nuclear (parte esencial de una red energética con bajas emisiones de carbono) están reconsiderando su oposición a ella. Incluso Japón, que sufrió la catástrofe de Fukushima en 2011, espera volver a poner en marcha más reactores nucleares. Si el mundo sale de la próxima recesión con la inflación bajo control y en la ruta hacia un suministro energético más ecológico y seguro, el dolor no habrá sido en vano.

Fuente: TN

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