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Alberto Fernández busca apoyo interno para intentar fortalecerse frente a las incesantes críticas del kirchnerismo

POLÍTICA 02/07/2022 Joaquín Mugica Díaz*
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Hace dos semanas que las señales políticas y económicas que recibe Alberto Fernández en el país no son positivas. Ni para presidencia, ni para la coalición que integra, ni para la gestión de gobierno. Desde el último discurso de Cristina Kirchner en Avellaneda, hasta el que tendrá lugar hoy en Ensenada, el derrotero de noticias pálidas marcó la agenda política.

El discurso de la Vicepresidenta generó una explosión interna en el Gobierno. Hartazgo, cansancio, optimismo, aceptación y efervescencia electoral. De acuerdo desde dónde se lo mire. Fue el inicio de una larga cadena de hechos que volvieron a sobresaltar la vida interna de la gestión peronista.

Las repercusiones no terminan. Sobre todo porque iniciaron un nuevo tiempo de conflicto entre La Cámpora y el Movimiento Evita por la administración de los planes sociales. Emilio Pérsico, líder de la organización, se lanzó a los micrófonos para presentarle batalla a Andrés “Cuervo” Larroque, que está semana le inyectó un poco más de ánimo al operativo clamor para que Cristina Kirchner vuelva a competir por la presidencia.

El Evita empezó a jugar su partido dentro del Gobierno, muy pegado a la figura de Fernández y apuntando, con nombre y apellido, contra la Vicepresidenta. Están decididos a consolidar su poder armando un partido político y compitiendo en las próximas elecciones en todos los distritos que puedan. No es una buena señal para el kirchnerismo, que tiene como reducto principal de poder la provincia de Buenos Aires.

Durante la semana hubo distintas reuniones entre integrantes del Movimiento Evita y el kirchnerismo. Fernando “Chino” Navarro, uno de los líderes de la organización social, mantuvo un encuentro con el Jefe de Gabinete bonaerense, Martín Insaurralde, hombre apegado al núcleo de poder K, y con Eduardo “Wado” de Pedro, mientras que el diputado Leonardo Grosso se reunió con Máximo Kirchner.

Ambas reuniones fueron gestos de buena voluntad para escucharse, bajar la tensión existente y poner las cartas sobre la mesa. Pese a esos intentos, la pirotécnica verbal sigue existiendo y es probable que continúe. El enojo que hay dentro del Evita es muy grande y no se sanará por algunas pocas reuniones políticas.

El último jueves, sus legisladores, en conjunto con otros que también pertenecen a organizaciones sociales, se abroquelaron y plantearon hacia adentro del bloque oficialista la necesidad de tratar con prioridad proyectos como el monotributo productivo, el salario Básico Universal y la prórroga de la ley de Emergencia Territorial Indígena. Fue un mensaje de independencia dentro de la batalla interna.

La interna es solo una parte del problema. Esta semana la economía fue un polvorín que despertó rumores guardados y proyecciones sobre el futuro del titular del Palacio de Hacienda, Martín Guzmán. Arriba el riesgo país y el dólar blue. Abajo los bonos en dólares y las reservas. Cumplido el objetivo del canje de bonos.

Tanto Guzmán como Fernández le bajaron la espuma a la alteración de las variables. Dijeron que eran esperable como consecuencia del endurecimiento del cepo cambiario. El Presidente volvió a sostener al ministro de Economía en una semana que estuvo plagada de rumores sobre una posible salida y la llegada de Sergio Massa para conducir una superestructura económica.

En las últimas horas desde el massismo aplacaron los rumores. “No hay que menear más nombres. Lo que hay que ver es cómo se fortalece el Gobierno”, deslizaron. Lo cierto es que en los pasillos del Gobierno se sigue hablando de la posibilidad de que el presidente de la Cámara de Diputados cambie su actividad si Guzmán no logra estabilizar la situación en un plazo relativamente corto.

En el ministerio de Economía parecen estar acostumbrados a enfrentar los rumores sobre la posible salida de Martín Guzmán. No es la primera vez y no será la última. “Convivimos con la idea de que se va todo el tiempo. La presión que el kirchnerismo y el massismo ejercen sobre él es permanente”, aseguraron en los pasillos de Casa Rosada.

Quienes trabajan día a día con Guzmán aseguran que está enfocado, que sabe de donde proviene cada una de las operaciones en su contra, pero que su única vocación es gestionar. Le pasan las balas por el lado, pero no se inmuta. Su estado de tranquilidad es absoluto.

Un funcionario del Palacio de Hacienda puso en palabras el sentimiento de Guzmán, pero también de su equipo de trabajo, que se mantiene sin quebrarse desde hace dos años y medio, y una crisis política entera: “En este ministerio no hay emociones”.

Guzmán no tiene planeado irse. Siente que aún tiene mucho para aportar para el crecimiento, y el orden, de la economía argentina. Está claro que su vocación es llegar al final del mandato. Será una tarea difícil. La única mano que tiene estirada es la del Presidente. No es poco, pero es imposible saber si le alcanzará.

Fernández se apoya en el ministro de Economía y en los movimientos sociales en este tiempo complejo de su gestión. Las dificultades están a la vista. Corrida del dólar paralelo, necesidad imperiosa de contener el escape del dólar oficial, falta de expectativas, dificultades para generar confianza, crisis política permanente. Pero son esos actores la base de sustento político de esta etapa.

También lo hace en un sector de la CGT, que pese a que le marcó la cancha cuando le suspendió el acto de ayer por algunas horas, se muestra alineada a su gobierno, que no es lo mismo que su conducción política. Fernández no tiene conducción sobre el peronismo. No la aplica y no la puede expresar. Nunca tuvo la decisión de hacerlo.

Pese a transitar una semana llena de obstáculos y a la espera de una nueva cachetada discursiva de la Vicepresidenta, Alberto Fernández midió su jugada de fin de semana y le respondió a Cristina Kirchner con la misma frase que utilizó durante los discursos que dio en los 100 años de YPF y en Avellaneda junto a la CTA. Pareció ser un intento para fortalecerse después de tantas críticas de los propios.

“El poder no pasa por ver quién tiene la lapicera, el poder pasa por ver quién tiene la capacidad de convencer”, aseguró el Presidente en la sede histórica de la CGT. Además, respaldó a los movimientos sociales, cuestionados por la Vicepresidenta. Críticas que generaron un nuevo estallido en la interna peronista.

“Hay que reconocer que hay una economía naciente, no conocida hasta el tiempo de hoy, que es la economía popular, a la que tenemos que darle vida porque si no, la vamos a dejar al margen”, sostuvo Fernández. Es un tema que ya trató en varios actos, pero que en esta oportunidad tuvo un contexto distinto.

Fernández tiene en claro que él no va a ser el que rompa la coalición. Por eso no hará ningún movimiento sorpresivo que pueda generar la ira final de Cristina Kirchner. Pero en el acto de este viernes dejó en claro que no dejará pasar, en forma permanente, cada uno de los dardos de su compañera de fórmula y los principales jugadores del kirchnerismo.

Se encargó en persona de responderle. Incluso, con la misma ironía que suele utilizar la Vicepresidenta. Ese detalle quedó expuesto en el momento que afirmó: “No hago grandes actos, ni doy grandes discursos”. Un mensaje directo al ego de la ex mandataria.

Por ahora son solo palabras. Pero quizás aparezca algún movimiento más que le de a Fernández algunos gramos de autoridad. En el peronismo les cuesta proyectar el futuro del espacio con el Presidente como bandera. Ha defraudado a muchos. Algunos pocos aún resisten con expectativas.

El futuro de Fernández es incierto, respecto a la relación con la Vicepresidenta y su conducción sobre el peronismo que está en la vereda de enfrente del kirchnerismo. Pero tiene en claro quiénes juegan en su equipo y cómo quiere jugar. Aunque muchos, incluso de su círculo político, no compartan o no entiendan los motivos de sus decisiones.

 

 

* Para www.infobae.com

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