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Miguel Kiguel: “Nos mata el prontuario y una tendencia a resolver los problemas en forma compulsiva y sin soluciones de mercado”

ECONOMÍA 16/05/2022 Daniel Sticco*
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Superado el proceso de reestructuración de los plazos de vencimiento de la deuda pública heredada, primero con los inversores del sector privado y últimamente con el Fondo Monetario Internacional, el Gobierno en general, y el equipo económico en particular, no lograron recrear la confianza entre las empresas, las consultoras y las familias en general, porque más allá del natural rebote de la actividad tras una drástica caída previa, el escenario está lejos de clarificarse y de generar una tendencia positiva, más allá del discurso del ministro Martín Guzmán.

Con ese cuadro, agravado por el enrarecimiento del clima político, principalmente en la coalición del oficialismo, pero también en la mayor fuerza de oposición hasta el presente, Infobae entrevistó a Miguel Kiguel, licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires y Ph.D en Economía de Columbia University, director Ejecutivo de Econviews, asesor académico de FIEL, ex Subsecretario de Financiamiento en el Ministerio de Economía, y uno de los economistas que consultan las empresas, quien siempre recuerda los costos que paga la Argentina por aparte de las leyes del mercado y buscar atajos que solo han conducido al estancamiento crónico, alta pobreza y elevado descrédito internacional.

— Transcurrido el primer tercio del año, e ingresado en la segunda mitad de la presidencia de Alberto Fernández ¿Cómo ve la situación macroeconómica sus efectos sobre las empresas y familias?

— La economía argentina sigue en modo disfuncional, con una inflación que se mantiene en niveles preocupantes, el riesgo país que supera los 1.850 puntos básicos que nos excluye del financiamiento externo, con la brecha cambiaria que ronda el 70% y que conspira contra un aumento en las reservas internacionales que a duras penas cubren 3 semanas de importaciones, con alto nivel de pobreza y con el PBI per cápita por debajo del de hace una década. Nada para festejar. Es cierto que la economía ha aumentado en 2021, pero fue más que nada por el rebote luego de la pandemia. Sin inversión, sin posibilidad de aumentar importaciones por falta de reservas, sin los “animal spirits” de los que hablaba Keynes que generan inversión y sin acceso a crédito externo la economía seguramente tenderá a seguir estancada.

— Con un tipo de cambio oficial que se mantiene rezagado respecto de la inflación y también de la tasa de referencia de política monetaria, el agregado de Notaliq y Pases del Banco Central crece en forma sostenida en el equivalente en dólares ¿Cuál es el límite?

— Los pasivos remunerados del Banco Central en muchas ocasiones han sido una amenaza. Uno recuerda la Cuenta Regulación Monetaria de los 80 que llevó a que los encajes bancarios subieran en forma exponencial, o los malos recuerdos que nos traen las Lebac que aceleraron la crisis cambiaria con una furiosa salida de capitales. También se habla en el mundo de los problemas que pueden traer las altas tasas de interés que se usan para frenar la inflación y que llevan a un aumento que puede amenazar la sostenibilidad de la deuda pública de corto plazo. Los pases, las Leliq y Notaliq, que son los pasivos remunerados del Banco Central, hoy están creciendo en dólares, pero más importante están bajando como porcentaje del PBI, principalmente porque pagan tasas de interés que están muy por debajo de la inflación. No veo que esto sea un problema hoy. De hecho, nosotros estamos proyectando que el stock de estos pasivos va a caer de 8,7% a 7,3% del PBI. Tampoco creo que sea un problema en el año próximo, pero hay que monitorearlo por si en algún momento la dinámica cambia, porque es cierto que el pasado nos condena.

— ¿Cómo cree termina ese proceso? ¿Ex inexorable esperar una suerte de Plan Bonex, cuando en 1989 se convirtieron compulsivamente colocaciones en peses a plazo fijo de corto plazo en bonos en dólares a 10 años de plazo con 4 de gracia?

— Me gusta englobar el problema del Banco Central dentro del contexto de las preocupaciones y temores que existen con la deuda pública, donde también se habla muy livianamente de una restructuración o de un reperfilamiento. La realidad es que Argentina no tiene un problema de solvencia tradicional. La deuda pública neta ronda el 42% del PBI y la del Central el 8% del PBI. Con esos números nadie se asustaría. Pero esto es Argentina, con restructuraciones en el 2005 y 2020, plan Bonex en el 89, plan Brady en los 90 y reperfilamiento en el 2019. Lo que nos mata es el “prontuario” y una tendencia a resolver los problemas en forma compulsiva y sin esfuerzo en buscar soluciones de mercado.

La última restructuración de la deuda no funcionó y nos dejó con un riesgo país digno de una economía que está en la antesala de un default, porque no se hizo un plan económico que la hiciera realmente sustentable. La deuda no es sustentable si no hay reservas. No es sustentable con un gasto público y una presión tributarias fuera de control. No es sustentable cuando se ponen impuestos que espantan la inversión. No es sustentable cuando el único que crea empleo es el sector público. Se seguimos por ese camino vamos a chocar de nuevo. Pero hay otros caminos, y si se logra generar credibilidad se pueden despejar los fantasmas.

— ¿Por qué en medio de un clima político de tensión en el seno del oficialismo -con duros cuestionamientos a la gestión del ministro Martín Guzmán- los dólares financieros se estancaron, en el nivel de un año antes?

— Es una buena pregunta y la respuesta no es obvia. Sin duda ayudó a bajar la brecha cambiaria que se lograra el acuerdo con el FMI, porque a pesar de que no es el programa integral que incluya reformas estructurales y baje la inflación, al menos se evitó el peor de los escenarios, que incluía default, un tipo de cambio descontrolado y una economía a la deriva. Con el programa tal vez la situación no mejore, pero al menos no empeora. En segundo lugar, también ayuda la suba de tasas de interés, que en lo que va del año ya lleva 11 puntos porcentuales. Esto estimula el carry trade y evita que aumente la demanda de contado con liqui. Por último, y en menor medida, también influye la expectativa de que se perciba un fin de ciclo y un nuevo gobierno que implemente políticas más razonables que favorezcan la inversión y la estabilidad macroeconómica. Es cierto que falta mucho y que hay incertidumbre en el camino, pero algo ayuda.

— Si en plena etapa de liquidación de divisas del agro y persistencia de restricciones a las ventas dólares a las empresas para la compra de insumos de uso intermedio en el proceso productivo el Banco Central apenas logra acumular el 10% de las divisas que el año anterior, ¿Qué cabe esperar para el segundo semestre?

— Tal vez las expectativas de que las cosas mejoren en el segundo semestre choquen contra la realidad, como le pasó a Mauricio Macri cuando soñaba con una mejora en el tan mentado segundo semestre. El primer semestre es en general el bueno para las reservas, porque se liquida el grueso de la cosecha de soja y maíz, pero por ahora no viene bien a pesar de que el campo está liquidando exportaciones a un ritmo más alto que los últimos años. En el segundo los dólares escasean y encima, hay que pagar las importaciones de gas licuado, que este año van a ser más más altas como resultado de la guerra en Ucrania. En resumen, la cosa viene mal y no se sabe como se va arreglar. El gran problema es la brecha cambiaria que hace que los dólares no entren y un cepo que cada vez queda que es un colador, y que lleva a que unos pocos se beneficien con dólares baratos para importar o que escondan la realidad de lo que exportan. La brecha tampoco ayuda a que entren capitales y por el contrario favorece la salida. En la medida en que la brecha cambiaria siga en estos niveles, el Banco Central seguirá sufriendo y buscará dólares por todas partes, aunque sean de “cara chica”.

— ¿Qué factores explican más hoy la aceleración de la inflación: la emisión pasada, con el “Plan Platita” y financiamiento del déficit fiscal con emisión; las expectativas por los ajustes de tarifas que se avecinan; el costo que genera la falta de dólares para la economía real; las expectativas de devaluación…?

— La verdad es que no hay una única explicación. Lo raro de esta aceleración inflacionaria es que está pasando a pesar de que el Banco Central no devaluó y mantiene la tasa de depreciación de la moneda muy por debajo de las subas de precios, y a pesar de que los precios regulados siguen “pisados”. Sin duda influyó el “Plan Platita” y los ingresos adicionales que recibieron sectores que tienen alta propensión al consumo. También gravitó el endurecimiento del cepo cambiario, en la medida que llevó a que hubiera faltantes en las góndolas y por ende mayores precios a lo que se suma un programa con el FMI que no tiene metas para la inflación. En realidad, es un programa que no ancla la inflación, pero pide que no haya atrasos de tarifas ni del tipo de cambio, con lo cual no hay un ancla para la inflación y las expectativas se mueven al compás de los últimos datos, que por ahora vienen mal.

— ¿Qué efectos cabe esperar sobre la actividad productiva y comercial por la aceleración de la inflación?

— La inflación y la brecha cambiaria son dos variables que distorsionan la economía y que llevan a que las empresas prefieran reponer inventarios en lugar de aumentar la producción. La inflación en particular, complica la actividad productiva porque las empresas pierden control de sus costos, tanto salariales como de insumos, con lo cual también les cuesta saber a qué precio vender y conocer su rentabilidad. Si a esto le sumamos la incertidumbre que genera vender a 90 o 180 días, muchos prefieren producir menos con un margen más alto, lo cual es malo para la sociedad en su conjunto.

— ¿La reapertura de paritarias, en algunos casos con revisiones periódicas y acuerdos de aumentos del 60% o más, puede derivar en un escenario como el de 1975, en el que luego se desbocaron todas las variables macroeconómicas?

— Es apresurado hacer ese tipo de predicciones. En el 75 no sólo había un gobierno que trataba de redistribuir el ingreso a través de subas de salarios, una fórmula que sabemos que no funciona, sino que también había un déficit fiscal que superaba el 10% del PBI y que se financiaba enteramente con la maquinita del Banco Central. Hoy es diferente. Pero no podemos descartar un aumento de la inflación en la medida en que se impulsen subas salariales que no estén en línea con la realidad argentina. Una de las preguntas que hacen muchos inversores es ¿Qué puede pasar si hay un cambio de ministro, quien vendría: un José Ber Gelbard que nunca entendió que hay un restricción de presupuesto o un Alfredo Gómez Morales que mantendría cierta racionalidad en la política económica?

— ¿Qué espera de la primera revisión de metas con el FMI?

— El programa del FMI es ciertamente light, y como ya dije, no buscó políticas que favorezcan el crecimiento y la estabilidad económica, sino que simplemente se conformaba con que la economía no se deteriore. Al aceptar este programa, quedó claro que el objetivo del FMI es mantener el diálogo y evitar que Argentina entre en atrasos con el organismo, lo cual tendría consecuencias preocupantes. Argentina difícilmente cumpla con las metas del programa, y de hecho ya se ven problemas para cumplir la meta de reservas, ya que en el mejor momento de las exportaciones el Banco Central no viene acumulando al ritmo deseado, también se vislumbran problemas para cumplir con la baja de subsidios al mismo tiempo que el tipo de cambio real se está atrasando respecto de los objetivos del programa. ¿Qué hará el FMI si Argentina no cumple? ¿Se animará a que Argentina entre en atrasos? ¿Hasta cuánto el gobierno de Alberto Fernández está dispuesto a ajustar para cumplir el programa, especialmente sin el apoyo de Cristina y la Cámpora? Todas preguntas difíciles de contestar. Lo que está claro es que las metas hoy no parecen cumplibles.

— A partir de ahí, ¿Qué escenario macroeconómico espera para el cierre de 2022 en términos de inflación, actividad, dólar y reservas en el Banco Central?

— El escenario económico luce complejo, en gran medida porque el Gobierno empezó con el pie izquierdo, con una inflación mucho más alta de lo que se esperaba, sin capacidad de aumentar reservas, y encima con una crisis política de final incierto. Los escenarios económicos en la Argentina tienen un margen de error enorme, porque los factores políticos, externos y los idiosincráticos constantemente nos sorprenden. No sabemos qué va a pasar el mes que viene y me pide que le diga qué puede pasar durante el año. De cualquier manera, en líneas generales la inflación debería tener un piso de 66% y el riesgo es que sea más alta, las reservas no creo que lleguen a la meta de aumento en USD 8.000 millones para fin de año y se quedarán en unos cuatro a seis mil millones. La actividad viene bien, por ahora, pero seguramente el crecimiento se va a desacelerar por las subas de las tasas de interés y algo de políticas restrictivas. La más difícil es el dólar. Parece una locura seguir atrasándolo, pero queda claro que el Gobierno no quiere devaluar, independientemente de que haga falta o no. Pero la necesidad tiene cara de hereje, y si las reservas no suben no va a ver forma de defender el atraso cambiario.

— ¿Una reflexión final?

— Hace más de cincuenta años que el país no encuentra el rumbo. Crisis, inflación, estancamiento, pobreza, desempleo, recesión, déficit fiscal, default, reperfilamiento, devaluación son palabras trilladas en el vocabulario argentino, y por ahora no parece que vayan a cambiar. Sin embargo, hay una sensación de fin de ciclo, no sólo para este gobierno sino para un tipo de política que ya no tiene consenso. Piqueteros que ya no quieren planes y pretenden un trabajo, gente que está harta de la inflación y está dispuesta a aceptar sacrificios para terminar con el flagelo, empresas que están dispuesta a competir, pyme que dicen basta a la presión impositiva y a los juicios laborales, y políticos que suben su imagen cuando denuncian un estado hiper-intervencionista. El año que viene hay elecciones y vuelve a aparecer la esperanza de que esta vez sea diferente. En el 2015 hubo una ilusión y terminó en desencanto. Pero los argentinos no perdemos la ilusión de que se tome el toro por las astas y que la política, la economía y la sociedad civil encuentren el camino para terminar con cincuentas años de decadencia.

 

 

* Para www.infobae.com

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