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El consumo privado está en el nivel más bajo desde 2010 y en marzo volvió a caer el nivel de actividad

ECONOMÍA 08/05/2022 Sergio Serrichio*
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En sus últimos encuentros con empresarios, con los que busca reforzar el apoyo presidencial a su continuidad como ministro, cuestionada por el kirchnerismo, Martín Guzmán enfatizó que la Argentina vive “una muy fuerte recuperación económica”. Sin embargo, los datos más recientes no solo desmienten que la economía se esté expandiendo. También plantean dudas de que pueda crecer de aquí en más. Y un reciente estudio cuestiona incluso el alcance del rebote del año previo.

Ante el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (Cicyp), Guzmán se jactó que el año pasado el PBI creció 10,3%, se crearon casi 1,2 millones de empleos, se redujo a 7% la desocupación y aumentaron fuertemente inversiones, importaciones y exportaciones, amén de afirmar que la economía “sigue pujante” y que sus fundamentos “vienen mejorando”.

Pero, ¿Qué tan sostenible es la recuperación que se inició en 2021?, se pregunta el último tracking de actividad económica de PwC, elaborado por el equipo del economista jefe de la consultora, José María Segura. Es cierto, dice el informe, que en 2021 todos los componentes del PBI mostraron una variación interanual positiva, pero aunque el consumo privado avanzó 10,2% aún se encuentra en los niveles más bajos desde 2010.

La más reciente información del Indec muestra a su vez que el rebote se frenó en el primer trimestre del año. La comparación interanual sigue dando positiva, pero en marzo la producción industrial cayó 1,2% y la construcción 4,1% respecto de febrero, y en abril se estancó en esos niveles, ya más bajos.

“El techo de generación de riqueza parecería haber caído estructuralmente a un nivel inferior al que existía en 2011/2018, cuando el nivel de actividad reptaba en torno a un nivel superior al que repta en 2018/2022. El actual nivel de actividad presenta una tendencia polinómica con forma de víbora, pero dentro de un marco de tendencia lineal descendente”, precisó en su último informe el economista Diego Giacomini. Ese reptar hacia abajo se refleja aún más claramente en la evolución de las ventas minoristas registradas por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).

Uno de los principales sectores industriales, el automotriz, cayó en abril un 10,1%. Se trata del mismo sector de cuyo nivel de actividad el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, se envaneció hace apenas una semana diciendo que en 2022 duplicará la producción de 2019, en el contexto de una recuperación industrial que calificó de “muy contundente”.

Rebote selectivo

El último GPS económico de la oficina local de PwC revisó los datos de 2021 y cuestionó su robustez. Si bien la economía creció 10,3% respecto del 2020, precisa, el PBI se situó 1% por debajo del de 2019, y es el segundo más bajo (después de 2020) desde el año 2010.

Es cierto que en 2021 todos los componentes del PBI mostraron una variación interanual positiva, pero eso se debió básicamente a la bajísima base de comparación. Y del lado de la oferta el comportamiento fue muy desigual. Si bien respecto de 2020 el único que retrocedió fue el sector que el sistema de Cuentas Nacionales describe como “Agricultura, ganadería, caza y silvicultura”, la comparación con 2019 arroja resultados decepcionantes.

No solo el PBI fue menor, sino que de los 16 grandes sectores listados por el Indec la actividad superó los niveles de 2019 en solo 4 (Industria Manufacturera, 7%; Comercio mayorista y minorista y reparaciones, 7%; Suministro de Electricidad y Agua, 5%; y Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler, 2%), lo empardó en 1 (Intermediación financiera) y fue entre muy inferior en los restantes 11, con 4 casos donde la brecha fue de dos dígitos negativa: Restaurantes y Hoteles, cayó 37%, “otras actividades de servicios sociales, comunales y personales” 20%; Hogares con Servicio Doméstico, 16%; y Transporte, Almacenamiento y Comunicaciones, 11 por ciento.

No parece ser una base amplia o sólida. Los datos de 2021 dejaron, eso sí, un “arrastre estadístico” de 4% para 2022, pero enero empezó con la sequía, que afectó la actividad agrícola y la provisión de energía, y el efecto Omicrom, que generó mayor ausentismo laboral. Y luego de la pausa de febrero, en marzo volvieron los datos negativos que, de continuar, jalonarían un crecimiento inferior al “arrastre”.

Incertidumbre y comercio exterior

En cuanto al futuro inmediato, prima la incertidumbre sobre la disponibilidad de importaciones y de energía y un contexto internacional que -más allá de las explicaciones oficiales- hasta el primer trimestre favoreció al país (como evidenció el economista Andrés Borenstein en un tuit en el que graficó cómo la evolución de exportaciones, importaciones y “términos de intercambio” jugó para la Argentina), pero se complicará con la llegada del frío, por el costo de las importaciones de gas y probables faltantes de energía, el aumento de la tasa de interés en EEUU, que fortalecerá el dólar, contrarrestará el valor de las materias primas agrícolas y enfriará una economía mundial ya complicada por la invasión rusa y la guerra en Ucrania.

¿Cuánto importa y cómo afecta esto a la economía? Los últimos datos de comercio exterior del Indec precisan que en marzo la Argentina tuvo un superávit de USD 279 millones, gracias al aumento de los precios de los bienes exportables. La consultora ACM calculó que si en vez de los precios de marzo 2022 se toman los de 2021el intercambio arroja un déficit de USD 223 millones. Sin el “contexto internacional adverso” que invocan los funcionarios del gobierno, el país estaría ya en déficit comercial, lo que ahondaría la escasez de dólares, alejaría aún más la meta de aumento de reservas netas del BCRA comprometida con el FMI y, por vía del tipo de cambio, probablemente provocaría una presión inflacionaria aún mayor.

En el mismo sentido, un informe de Juan Manuel Garzón, especialista del Ieral en el sector primario recuerda que los precios internacionales vienen favoreciendo a la Argentina desde fines del 2020. “Por distintos motivos los granos se han hecho más escasos, impulsando una competencia entre consumidores que derivó en una importante mejora en las cotizaciones internacionales”. Para dimensionar ese beneficio, Garzón precisa que “una cosecha de 22 millones de toneladas de trigo, 43 millones de soja y 50 millones de maíz, volúmenes aproximados del ciclo agrícola 2021/2022, vale USD 51.000 millones a los precios actuales, pero se reduce a USD 31.000 millones a los precios de 2020.”

Una yapa de USD 20.000 millones que se achica a USD 16.000 millones porque no todos los granos se exportan. En lo fiscal, el grueso de esa yapa es para el Estado, que se queda con el 100% de la mayor oferta de divisas.

En adelante tampoco jugarán a favor los ingresos locales, limados por la inflación. El GPS de PwC recuerda al respecto que la mejora en el empleo a lo largo de 2021 “no tuvo su correlato en los ingresos” y precisa que la remuneración promedio de los trabajadores formales (Ripte, sigla de Remuneración Imponible Promedio del Trabajador Estable) declarados en forma continua los últimos 13 meses está en términos reales en el nivel más bajo desde 2007; ergo, en el piso de los últimos 15 años.

La aceleración de la inflación (a 16,1% en el primer trimestre) pone en duda que en 2022 los ingresos le puedan empatar a la inflación. Ingresos que deberán enjugar además el primer aumento significativo de tarifas de los últimos tres años. Más allá de los estímulos que intente el Gobierno, concluye PwC, cabe esperar una desaceleración del consumo, hasta ahora sostenido por la decisión de gastar cuanto antes el dinero que llega a los bolsillos. Esto es, huir del peso.

El deprimido valor del Ripte explica la dilución de los ingresos salariales, previsionales y de los planes sociales que financia el Estado y permite entender, por caso, la efusiva felicitación de Cristina Fernández de Kirchner al jefe de la Asociación Bancaria, el diputado kirchnerista Sergio Palazzo, por acordar en la paritaria salarial un aumento del 60% anual, sujeto a revisión, e iniciativas como la de Máximo Kirchner, de adelantar el aumento del salario mínimo, y de un grupo de senadores K de otra moratoria previsional, que costaría entre 450.000 y 500.000 millones de pesos al año.

En definitiva, todas apuntan al posicionamiento político del kirchnerismo y le complican a Economía cumplir las metas fiscales del acuerdo con el FMI y evitar una nueva vuelta de tuerca inflacionaria.

Pese a sus palabras optimistas sobre el desempeño de la economía, el ministro Martín Guzmán sigue atrapado entre lo malo y lo peor.

 

 

* Para www.infobae.com

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