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Entre la improvisación y una interna feroz, ¿el Gobierno tendrá margen para ordenar la economía?

ECONOMÍA 16/04/2022 Daniel Artana*
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Siempre es más fácil aumentar el déficit que reducirlo. Por ello, el responsable de la hacienda pública debe ser extremadamente prudente, sobre todo en los momentos favorables del ciclo.

Pero esa no fue la decisión del Presidente y su equipo económico durante 2021. La excepcional mejora en las condiciones externas, con precios de exportación aumentando al doble que los de importación, fue un aporte sustancial a la recuperación de la actividad económica y de la recaudación.

En lugar de aprovechar la coyuntura excepcionalmente favorable para cerrar más rápido el desequilibrio fiscal, en el segundo semestre se toleró un aumento notorio en el gasto público, que fue parcialmente "tapado" por ingresos excepcionales que no se iban a repetir en 2022.

Y se demoró innecesariamente el acuerdo con el FMI a pesar de que se sabía que había que firmar un nuevo convenio, porque el Gobierno había fallado en lograr una restructuración exitosa de la deuda que le permitiera acceder a los mercados voluntarios de crédito externo para renovar los vencimientos de capital.

Dólar e inflación reflejarán los desajustes

Los efectos de los desajustes fiscales y monetarios demoran en reflejarse en el tipo de cambio oficial y en la tasa de inflación. Pero, tarde o temprano, ello ocurre. La necesidad de reducir el déficit fiscal para cumplir con la acordado con el FMI se choca hoy contra la aceleración de la tasa de inflación y la restricción política de una parte de la coalición de gobierno que sólo pretende aumentar el gasto público, financiándolo si es necesario con emisión monetaria porque eso "es bueno para el funcionamiento de la economía".

Esa visión no es novedosa. Por ello, el Presidente y su equipo económico debieron anticiparse y evitar el aumento de gasto del segundo semestre. No lo hicieron y el Gobierno cruje hoy ante la necesidad de encarar una modesta mejora fiscal.

Uno de los problemas del ala más radicalizada es que no aporta una idea viable sobre cómo resolver el problema. Aumentar retenciones debería pasar por el Congreso y los votos no parecen estar disponibles; más controles de precios se sumarían a los fallidos actuales o impulsarían un desabastecimiento más acentuado. En resumen, pretender gobernar con más látigo con un poder político licuado es tan ilusorio como pretender hacer populismo sin plata.

¿Qué nos espera en los próximos meses?

La tasa de inflación del mes de marzo (6,7%) anualizada da alrededor de 100%. Pero aun si se pudiera volver al 4% mensual, estaríamos en un nuevo escalón de 60% al año. El modelo parece cerrar sólo con tasas de inflación muy altas. Para poder estar en la banda inferior es necesario que la coalición de gobierno se encolumne detrás del programa con el FMI, y trate de cumplir con las metas fiscales y monetarias a pesar del shock en los precios de la energía importada. Ello podría resultar en una menor tasa de inflación en la segunda mitad del año, dados los rezagos habituales y la necesidad de recomponer algunos precios relativos.

La alternativa de aumentar los desequilibrios puede asustar a la demanda de pesos y hacer que la tasa de inflación aumente varios escalones. Debe recordarse algo que es obvio para estudiantes de economía: la inflación es consecuencia de un desequilibrio entre la oferta y demanda de dinero. Se acelera por un aumento desmedido en la oferta y también por una caída inusual en la demanda.

En el medio, con tipo de cambio controlado por el Banco Central, se pueden demorar las consecuencias sólo si se tienen muchas reservas para perder. Ese no es el caso hoy, ni parece que vaya a serlo en el futuro inmediato.

A pesar del récord de liquidaciones del complejo agrícola en el primer trimestre del año de algo más de u$s7.900 millones, el BCRA debió vender divisas. En el mismo período de 2021 se liquidaron u$s6.700 millones y compró más de u$s2.200 millones. Habrá que ver qué ocurre en el segundo trimestre con la presión puntual de las importaciones de energía que se concentran en ese período y en el siguiente.

En resumen, el Gobierno tiene cada vez menos espacio para ordenar la economía y empieza a sufrir las consecuencias de las improvisaciones y errores pasados: demorar la ampliación del gasoducto y las compras de barcos de gas licuado (LNG), postergar aumentos de tarifas, aumentar el gasto en el año electoral en forma desmedida, quemar los instrumentos heterodoxos que pueden acompañar a un programa de estabilización pero no suplirlo, demorar la renegociación del acuerdo con el FMI, reestructurar innecesariamente la deuda con el sector privado. Y la lista sigue…

 

 

* Para www.iprofesional.com

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