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Moyano negocia con Alberto rescate para la obra social de camioneros y subsidio a empresarios

POLÍTICA 30/03/2022 Mariano Martín*
hugo-moyano

Los apremios financieros de la obra social de Camioneros (Oschoca) y un posible subsidio a favor de los empresarios del transporte para abaratar el costo laboral en la actividad fueron dos de los ejes de un encuentro que mantuvieron Alberto Fernández y el jefe del sindicato de choferes, Hugo Moyano. La reunión, que se produjo el lunes de la semana pasada fuera de agenda en la Casa Rosada, tuvo como vector común una preocupación mayor del dirigente que atraviesa las anteriores: la mala relación que tiene con su hijo mayor, Pablo Moyano, desde noviembre cosecretario general de la CGT.

El encuentro pasó casi inadvertido y sólo el diario Clarín dio cuenta del ingreso aquel día del jefe de la familia Moyano a la Casa de Gobierno luego de la derrota que el club que preside, Independiente, había sufrido ese fin de semana con Racing, el clásico rival. Según reconstruyó Ámbito entre varios integrantes del entorno más próximo del dirigente, acudió a la cita junto a Omar “Manguera” Pérez, su mano derecha en intereses del gremio, y a dos de sus hijos: el abogado laboralista Hugo Antonio Moyano y Jerónimo, el menor de todos y que funge en la actualidad como una suerte de secretario privado y ladero en cada una de sus actividades.

La ausencia de Pablo en el convite no fue casual. El mayor de los hijos de Hugo enfrió el vínculo con su padre en los últimos tiempos a la par de que crecía su rivalidad con Liliana Zulet, la esposa del líder camionero y madre de Jerónimo. La razón central para la distancia es, advierten cerca de la familia, el contraste entre el deterioro de los números de Oschoca y la aparente prosperidad de Iarai, la empresa que controla Zulet y que gerencia buena parte de las actividades de la obra social. La mujer de Moyano también es la responsable de una empresa constructora, Aconra, y de un taller textil, Dixey, todas con Camioneros como su principal cliente.

El primer indicio de una disputa intrafamiliar fue, a fin del año pasado, el rediseño del Consejo Directivo de la Federación de Camioneros ante la asunción de un nuevo mandato de Hugo como número uno. En esa estructura, y después de años, Pablo quedó al margen. Contrariamente a lo que había trascendido hasta ahora, este diario pudo saber que el hijo mayor quiso apartarse de ese organigrama para manifestarle a su padre su malestar por la inclusión de Jerónimo como responsable de la Secretaría de la Juventud. No se trató sin embargo de una impugnación a su hermanastro, de 22 años, sino a la concesión a favor de Zulet de otro espacio en el engranaje camionero.

De aquella tensión surgieron los dos ejes que abordó Hugo Moyano con Alberto Fernández el lunes de la semana pasada. El más acuciante, según las fuentes consultadas, es el déficit en las cuentas de Oschoca. Lejos de haber representado un alivio, el acuerdo que el camionero entabló con Axel Kicillof en el arranque de la pandemia para lograr la demorada habilitación del sanatorio Antártida a cambio de prestar las instalaciones para la atención de pacientes de coronavirus de la provincia de Buenos Aires, el desempeño financiero del establecimiento terminó por convertirse en una nueva sangría de recursos. En Camioneros admiten que en los últimos años se multiplicaron las protestas de los afiliados por el deterioro en la prestación de servicios.

Aunque el Presidente escuchó los reclamos del dirigente no hay resortes sencillos para que el Estado acuda en auxilio de una prestadora puntual. Los mecanismos de asistencia financiera de la Superintendencia de Servicios de Salud tienen criterios de aplicabilidad generales para todos los actores del sistema. El veterano dirigente espera una inyección de recursos que le permita mantener el –por ahora frágil- equilibrio en el gremio y la obra social entre las facultades de Pablo Moyano y de Liliana Zulet, que puso a su hija, Valeria Salerno, al frente de la administración de Iarai.

Donde pareciera que tendrá respuesta el camionero es en un subsidio para el transporte de cargas por automotor. La charla con Alberto Fernández fue más fructífera que los contactos que tuvo con el actual ministro de Transporte, Alexis Guerrera, delegado de Sergio Massa en el sector. La expectativa de máxima de Moyano era reeditar un mecanismo que creó junto a Néstor Kirchner y que rigió hasta 2012 mientras estuvo vigente la alianza con Cristina de Kirchner: el Régimen de Fomento para la Profesionalización del Transporte (REFOP), que les devolvía a los empresarios del rubro automotor de cargas el valor de las contribuciones patronales a cambio de que tuvieran a sus choferes regularizados y bajo el convenio 40/89, de Camioneros.

El jefe de Estado se comprometió a avanzar en esa línea, siempre de acuerdo a los colaboradores más estrechos del dirigente. El auxilio en estudio, sin embargo, no tendrá el caudal de fondos que llegó a desplegar el REFOP y tampoco contaría con el impuesto al gasoil como base para su financiamiento. Aquel beneficio recibió múltiples objeciones por parte de la oposición en tiempos de Néstor y Cristina de Kirchner por entender que se trataba de un impulso al transporte por carretera que de por sí concentra más del 90% de las cargas en la Argentina, en desmedro de otros medios de locomoción como el ferrocarril.

 

 

* Para www.ambito.com

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