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Las repetidas alucinaciones kirchneristas, ahora con el FMI

OPINIÓN 26/01/2022 Eduardo van der Kooy*
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Nadie conoce de verdad, salvo una intensa corriente de rumores y ciertas declaraciones públicas contradictorias, en qué punto de acercamiento o divorcio están las negociaciones del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El reflejo de los mercados alterados no asoma como señal auspiciosa. La permanente escalada del dólar blue, tampoco. 

Apenas pueden rescatarse, entre tantas turbulencias, un par de cosas. Descubrirían parte del juego del Gobierno. Es muy factible que el viernes se abone, pese a las escuálidas reservas del Banco Central, un vencimiento por U$S731 millones. En simultáneo, el oficialismo espolea políticamente su hostilidad contra la entidad financiera internacional.

En las últimas horas se verificaron dos gestos. Alberto Fernández, en una exposición pública, prefirió utilizar el vocablo “pelea” en lugar del tradicional “negociación” con el FMI. Correo interno para el Frente de Todos, donde los sectores radicalizados, que comanda Cristina Fernández, resisten el acuerdo por la deuda. El Procurador General del Tesoro, Carlos Zannini, habilitado por un decreto presidencial, solicitó a la Justicia que cite a declarar a los funcionarios del FMI que convalidaron el multimillonario crédito que recibió Mauricio Macri en el último tramo de su gestión.

El pedido encaja en una causa que sustancia la jueza María Eugenia Capuchetti en la cual están imputados por administración fraudulenta y defraudación el ex presidente, sus ex ministros de Hacienda, Nicolás Dujovne, de Finanzas, Luis Caputo y los ex titulares del Banco Central, Federico Sturzenegger y Guido Sandleris.

Capuchetti es la jueza que, durante el macrismo, cubrió la vacante que en Comodoro Py dejó el renunciado Norberto Oyarbide. Que falleció el año pasado por COVID. Instruye causas de mucha sensibilidad. Por ejemplo, la del Vacunatorio VIP que terminó con la renuncia del ex ministro de Salud, Ginés Gonzáles García. La de la “mesa judicial macrista” que figura en el vértice de los intereses kirchneristas. Fue también quien sobreseyó a Félix Crous, titular de la Oficina Anticorrupción y a los empresarios K Cristóbal López y Fabián De Sousa en la causa por la supuesta venta ilegal del Grupo Indalo, del cual continúan siendo propietarios.

Quizás convenga correr ahora de la escena a Capuchetti. O circunscribir su importancia a la imputación con que tiene jaqueado a funcionarios macristas por el préstamo del FMI. Vale reparar en la acostumbrada sobreactuación kirchnerista cada vez que le toca afrontar una encrucijada. Zannini pidió a la magistrada que haga comparecer a los técnicos Joyce Cheng Wong, Paolo Dudine, Yan Carriére Swallow, Romain Veyrune, Jeta Menkulasi y Marcos Souto.

¿Alguien se imagina a alguno de esos funcionarios viajando a la Argentina para comparecer ante Capuchetti? Se trata de una mínima parte del staff burocrático del FMI que hace años, de modo directo o indirecto, está vinculado a los avatares financieros que conmueven a la Argentina.

Yan Carriére-Swallow fue economista del Banco Central de Chile. Trabaja en el Departamento del Hemisferio Occidental del FMI. Siempre ligado a los mercados emergentes. Dudine ya estuvo en la Argentina brindando asesoramiento fiscal. Tuvo además recorrido por Bulgaria y Angola. Veyrune es un especialista de la Universidad de Columbia. Si no vinieran, ¿podría Capuchetti indagarlos fuera del país? Suena muy extravagante. Demasiado.

La demanda, de nuevo, podría engrosar el relato que siempre construye el kirchnerismo cuando está en apremios. Apunta a saldar las diferencias permanentes en la coalición oficial y a intentar consolidar una clientela permeable a las invocaciones épicas. Sería imposible capturar algún sentido práctico en la última maniobra que ayude a la Argentina a salir de su atolladero.

La historia kirchnerista está regada de ejemplos. Lejanos: cuando en 2012 el Gobierno de Cristina estatizó la petrolera YPF, Axel Kicillof, entonces ministro de Economía, arriesgó que la empresa española Repsol no sólo no sería indemnizada. Debería pagar un resarcimiento al Estado nacional. Casi dos años después el ahora gobernador de Buenos Aires abonó U$S5 mil millones. Un valor superior, pasado y presente, a lo que cotiza Yacimientos Petrolíferos Fiscales.

Hace dos semanas el Gobierno quedó desairado cuando en la reasunción de Daniel Ortega en Nicaragua estuvo presente el vicepresidente de Economía de Irán, Mohsen Rezai. Acusado y con alerta roja de Interpol por el atentado en la AMIA que dejó 85 muertos. En la ceremonia estuvo como representante oficial el embajador Daniel Capitanich. Tardíamente el Gobierno adujo que había pedido la captura del iraní. Managua no habría respondido. ¿Podía esperarse otra cosa? Ortega estuvo abrazado con Rezai y lo elogió. El visitante declaró que las elecciones en la nación de Centroamérica habían sido limpias. Con los candidatos de la oposición encarcelados.

El grotesco se repitió con Rusia, donde Alberto se encontrará en pocos días con Vladimir Putin. La Cancillería informó que se había pedido la detención de Rezai en Moscú. Ocurrió que no se trataba de la misma persona que había estado en Managua. Aunque la hubiera sido: ¿Alguien supone que Putin hubiera entregado a un jerarca de Teherán, país clave en su ajedrez internacional?

Esas simulaciones o alucinaciones kirchneristas no poseen inhibiciones. La más sorprendente correspondió a Cristina. En 2013 firmó el Memorándum de Entendimiento con Irán por el atentado en la AMIA. Contemplaba la cándida posibilidad que el ahora ex juez Rodolfo Canicoba Corral interrogara en Teherán a los inculpados por el atentado en la mutual judía. ¿Se iban a declarar culpables? Es ese caso, ¿Iban a ser deportados a la Argentina?

Nada de todo eso, por supuesto, sucedió. Como secuela trágica se produjo la misteriosa muerte del fiscal Alberto Nisman. Que en su investigación sostenía que el Memorándum había sido rubricado a cambio de futuros favores comerciales y nucleares de nuestro país con Irán.

La vicepresidenta siempre rehusó dar explicaciones. Escribió en su libro “Sinceramente”, a modo de autocrítica, que la presunta idea de ver a un juez argentino interrogando a los culpables en Teherán le había hecho perder dimensión del error cometido. Justificación aberrante e indigna.

 

 

* Para Clarín

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