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Adelanto exclusivo: Esto va a pasar en Argentina el 15N, el día después de las elecciones

POLÍTICA 07/11/2021 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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Le preguntaron a Juan Schiaretti cómo se termina con la inflación: respondió que hay que acabar con el déficit fiscal y abrir la economía para que haya competencia. El fragor de la campaña le restó bocina a esta afirmación que descalifica, en boca del gobernador más poderoso del peronismo, la doctrina de Estado sobre la economía. Pero taladró los muros de Olivos y en menos de 24 horas, el peronismo del AMBA armó una brigada anti-Schiaretti que inició hostilidades en el CCK y en el territorio de Córdoba. 

El debate adelanta una división formal del peronismo que puede precipitarse si pierde las elecciones del 14 de noviembre. Se dice “formal” porque la división “real” es vieja, viene del fondo de los tiempos.

La métrica de los votos aporta estos escenarios: el principal, el estallido del cristinismo. En el fondo es sincerar una dialéctica que anima a esa fuerza desde la transición democrática.

Por un lado, el peronismo federal de las provincias; enfrente, el peronismo del AMBA. Como highlanders, vienen peleando a través del tiempo, desde los ’80.

Hoy el peronismo de Olivos expresa lo que fue el duhaldismo de los ’90, esa provincia alambrada para que nadie entrase, pero que impidió que nadie saliese. Ningún gobernador de Buenos Aires pudo ser elegido presidente. Ese distrito ponía el candidato, pero arrastraba a la derrota al peronismo nacional.

Esa fractura ha vuelto a exponerse como efecto de un gobierno al que abandona su electorado. En Buenos Aires los focus groups concentran la bronca en tres cuestionamientos: la suspensión de las clases presenciales, el vacunatorio VIP y la gráfica de las fiestas en Olivos. Un castigo al proyecto de la sociedad del control que encarnó este gobierno. El soberano marca la diferencia y reclama: dejen de decirme cómo tengo que vivir. Quien entiende esto, entiende todo.

El desfiladero del voto compartido

Schiaretti imaginó en voz alta que los gobernadores van a volver a alzar banderas de federalismo en el reparto de los recursos, como apoyaron antes que las eléctricas y AySA pasasen de jurisdicción – y subsidio – nacional a Buenos Aires y CABA. Repitió, en un largo reportaje que dio a La Voz del Interior, el discurso del 12 de mayo de 2019, cuando marcó la agenda del otro peronismo, el no cristinista.

Esta vez dijo que quiere “un peronismo progresista, democrático, republicano, plural, que respete las libertades y la división de poderes”. Estas afirmaciones las repite en las intervenciones de una campaña que ha asumido como propia sin ser candidato. Responde a la necesidad de encontrar identificación con un electorado que comparte con el que vota, en el orden nacional, a los candidatos de Cambiemos.

“Le hemos votado leyes a Macri como a este gobierno”, dijo para allanar las rispideces en los bordes con ese electorado. No es nuevo porque es el desfiladero por el cual deben compartir padrón los partidos mayoritarios. Ha sido una de las matrices electorales de Scioli o de Massa, que también comparten en el área metropolitana con Macri. De la misma manera que a nivel provincial, Massa comparte en el corredor norte del conurbano el padrón que sostiene a un Gustavo Posse en San Isidro o a Jorge Macri en Vicente López.

Un brindis a los republicanos

Una circunstancia personal hizo que Miguel Pichetto y Ramón Puerta suspendiesen el viaje a Córdoba que tenían previsto para esta semana. Esperan cumplirlo en el último tramo de la campaña.

Estas palabras de Schiaretti parecen dedicadas a esos visitantes que recorren el país con la lámpara encendida reclutando para la marca Peronismo Republicano. Schiaretti es quien más aporta, objetivamente, a ese armado. Aunque debe alimentar la competencia con Juntos por el Cambio en las elecciones.

La fórmula Juez-De Loredo tiene en estas horas el mismo porcentaje de intención de voto en las encuestas del que sacó Schiaretti cuando ganó la reelección el 2019. Aquella victoria fue festejada por el peronismo republicano de la mesa de los 4+ (Massa, Schiaretti, Pichetto, Urtubey + Lavagna).

A los cuatro días, el peronismo del AMBA lanzaba como respuesta la fórmula Fernández & Fernández, era el aporte a la unidad de un peronismo que le escapaba a cualquier relación con el gobierno de Macri, que ya navegaba en la cubierta del FMI hacia el muere.

Schiaretti vs. Manzur pelean el cetro federal

Quienes especulan con que el peronismo que viene es esta versión territorial que expresan Schiaretti, los gobernadores e intendentes y el propio Juan Manzur, creen que este relanzamiento repite el de 2019. La diferencia es que Schiaretti hace ademanes de fractura con el peronismo del AMBA. Busca que no lo arrastre una eventual derrota del ala de los milicianos de PBA y CABA; quiere estar lejos del cristinismo.

Como Manzur, Schiaretti no tiene reelección a gobernador. A diferencia del jefe de gabinete, no tiene querellas con su vice y mantiene el liderazgo en el peronismo de Córdoba.

Forzó gestos del AMBA como la reunión de intendentes de Córdoba en el CCK con Alberto y la incursión de Manzur del viernes en su territorio. Es una batalla mayor dentro del peronismo que gobierna.

Lo más importante que ocurre en estas horas en el oficialismo, que revisa protocolos a la luz de un año malo por donde se lo mire. Hacia adelante muchos señalan al intendente de la capital de Córdoba, Martín Llaryora, como el delfín.

Pero siguen las dudas sobre si Schiaretti va a jugar a fondo como precandidato a presidente del peronismo territorial. En 2019 no quiso, y eludió el pasamanos de la historia. Sobre su anticristinismo nadie tiene dudas, como nadie las tuvo jamás de José Manuel de la Sota.

Quienes arman carpas por allá se preguntan si Llaryora está ungido de la misma fe, o declinará alguna vez por necesidad. Frente al fracaso del kirchnerismo y Cambiemos, que miran todo desde el puerto de Buenos Aires, la solución – especuló – va a venir del interior. Ante ese empate de debilidades, Córdoba es la capital del interior profundo.

Especulaciones canallas

Estas evidencias tienen un nuevo rostro a la luz de las instancias personales de Cristina. Los médicos le programaron una cirugía mansa, desde ya indeseable para cualquiera, justo cuando viene una elección más que chiva. Muy prudente cuando el peronismo puede perder el quórum en la cámara de Senadores. Especulaciones canallas de los malpensados, que ven oscuridades donde hay luz, y viceversa.

Estar lejos de los escenarios desgraciados está en el manual de los políticos. Pero la declinación de liderazgo, si es seguida de debilidades personales, les trae malas ideas a los ambiciosos. ¿Cómo se sentirá en estas horas Sergio Massa, que integra la cadena de sucesión presidencial, ante este episodio de la vicepresidenta?

La salida episódica de Cristina del teatro de operaciones, la disculpa de prometer victorias en el cierre de campaña, y de llorar disculpas con la apertura de las urnas. Después de todo, los socios en la trifecta presidencial – Alberto, Sergio – no la han sacado del corralito judicial. No era lo acordado, se queja.

Macri en la foto de familia del Pro

Los episodios de superficie, como la salud de los enfermos, despiertan el ingenio y la audacia. Como la que encarna Mauricio Macri para subirse a la última tarima: compartirá una reunión de la mesa nacional del PRO el próximo sábado 13, cuando haya veda, con todos los caciques de su fuerza.

La cancelación del proselitismo convertirá esa cita en una foto muda en la que nadie podrá pedir disculpas. Estará junto a Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Cristian Ritondo, María Eugenia Vidal, Humberto Schiavoni y, si pone el quincho, Jorge Macri.

Esa reunión será un banderazo de unidad para mostrarla a los socios de la UCR, que sacan pecho como los fogoneros de una victoria a la que apuestan todos los opositores. Se lo cantan las encuestas, aunque el peligro de error está tan generalizado en todo el mundo, que no faltará alguno que apueste en contra de esos pronósticos. El envión personalista del expresidente para aprovechar la ausencia escénica de Cristina, lo hizo postergar un viaje de la FIFA a Qatar y Arabia Saudita.

Los fueros, el cielo protector

La decisión tiene raíces tácticas. La citación en Tribunales por el juicio de residencia a que lo somete la oposición le ha hecho entender que el mejor escudo es moverse como candidato a volver a las grandes ligas. No importa si lo cree o no, si podrá o no, si su partido y los aliados querrán o no. Basta con que lo crea la opinión pública, los jueces y fiscales, los espías y demás pesquisas.

Tiene su sabiduría este intento de protegerse con los fueros de quien no abandona la pelea. En la Argentina el drama del político es perder poder. En 1999 Carlos Menem dejó la presidencia de la Nación y bajó al llano. No quiso ser legislador ni gobernador de La Rioja, cargo que hubiera conservado por el resto de su vida. Creyó que el poder era de él y que se lo llevaba la casa. Poco más de un año más tarde, estaba preso.

Cristina está en libertad porque tiene fueros de senadora. Recurso al que apeló Menem para no ir preso después de una condena cuya confirmación le disculpó una demora intencionada de la justicia. Macri, si fuera candidato a diputado nacional en estas elecciones, no hubiera podido ser citado por el juez de Dolores. La inmunidad de detención le corre a los legisladores, pero también a los candidatos a serlo (fallo Servini sobre el senador Horacio Massaccesi).

Néstor Kirchner decía que la política es un oficio al cual es fácil entrar, pero muy difícil salir. La tradición virreinal del juicio de residencia late en la burocracia criolla y cada gobernante es esperado, cuando deja el cargo y pierde el poder, por los jueces y los abogados. En esas horas Rafael Correa, el tercerista ecuatoriano, se quejaba de lo mismo: “Tengo 46 juicios penales y trabajo hace tres años solo para pagarle a mis abogados”.

Valores al cobro: conservadores vs. socialdemócratas

En un orden táctico más críptico, este énfasis de Macri en mostrarse en acción persigue además probar su liderazgo en el PRO. Hoy está siendo observado por Larreta y su proyecto de ampliar la coalición por fuera de los límites tolerables de su electorado original.

La diferencia la ilustran la disidencia sobre el rol del peronismo. Macri cree que fue un error de su gestión confiarle al ala peronoide de Cambiemos – Frigerio, Monzó, etc. – las relaciones con los gobernadores peronistas.

Para Larreta, hay que imaginar que si Cambiemos vuelve a ser gobierno, debe representar al 70% del arco partidario. Es decir que hay que buscar un entendimiento con todos los peronistas.

Los “livings” de campaña de los candidatos de PRO discuten si debe reivindicarse como un movimiento en torno a “valores”, o estos deben flexibilizarse en busca de amigos de otras querencias.

Patricia Bullrich y María Eugenia Vidal militan la vereda de una centroderecha como el espacio de confort de esa fuerza. Señalan a Larreta y sus socios radicales como una infición socialdemócrata que malversa los valores originarios del PRO. En esta geografía ideológica, el macrismo señala al peronismo fernandista como una contaminación socialdemócrata.

En esos diálogos las dos dirigentes se sienten con los mismos derechos a disputarle poder al jefe porteño y le reprochan su alianza unidimensional con los radicales en la CABA.

“No soy de Mauricio ni de Horacio” se cansa de decir Mariu. Teme para ella un destino machirulo en esa entente: que aprovechen su valor como producto electoral en punta de góndola – y después mandarla a la casa. Como le ocurrió a Michetti.

Por eso Vidal cobra por adelantado con nombres en el nuevo gabinete pos-14-N en la ciudad, adonde ingresará Gustavo Ferrari como ministro de Justicia. De ese loteo también participa Mauricio. Respaldó las condiciones del primo Jorge para respaldarlo a Diego Santilli en la provincia: un ministerio para él, algunas cabezas de listas en distritos de la provincia y alguna recompensa más.

Lo más valioso es el ministerio porteño, que le permitirá renunciar antes del 10 de diciembre a la intendencia de Vicente López. Como deja antes de los dos años de mandato, puede imaginar un nuevo mandato, sin vetos, en 2023. Lo reyes magos siguen siendo los padres.

Ignacio Zuleta

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