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OPINIÓN 10/08/2021 Nelson Castro*
Nelson-Castro

Los medios presentaron como un escándalo algo que resulta bastante natural. La actividad presidencial no se podía paralizar con la pandemia. El grueso de los visitantes de Olivos fue por temas de gestión”, aseguró una fuente con despacho en la Casa Rosada manteniendo a rajatabla el libreto oficialista.

Esta obviedad no hace más que resaltar la verdadera dimensión del escándalo de las visitas que, sin dudas, está afectando tanto al Presidente como a su gobierno.

Esa perturbación quedó expuesta en la entrevista radial que le concedió el viernes a Víctor Hugo Morales. El problema no lo representan las reuniones de trabajo de Alberto Fernández, sino las otras no relacionadas con su tarea específica. Recuérdese que muchas de las reuniones de la agenda presidencial –por ejemplo, las que se mantenían con los gobernadores– se hacían vía Zoom para evitar al máximo la posibilidad de contagio, teniendo en cuenta que, además, el Presidente padece trombofilia, una patología que es considerada de riesgo para el covid-19. A Florencia Peña la pudo haber atendido por Zoom. Y lo mismo se puede aplicar para tantos otros de los que visitaron la Quinta de Olivos. Estas críticas del presente –que tanto mortifican a AF y a sus invitados– ya habían sido hechas desde esta y otras columnas a propósito de diferentes encuentros sociales que el jefe de Estado se encargó de hacer circular por las redes. Entre ellos, uno de los más recordados fue el que mantuvo con varios miembros de la familia de Hugo Moyano. Son muchos los momentos en que, tanto AF como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, acusaron de agentes de la muerte a quienes hacían lo mismo. Esta doble moral del jefe de Estado le ha generado críticas severas no solo desde la oposición y sectores independientes, sino también dentro del mismo gobierno.

Entre las profundamente disgustadas con esto está Cristina Fernández de Kirchner. “Después de casi un año y medio de esta maldita pandemia… Volver al PATRIA, el lugar que más me gusta. La primera reunión con @lewnarosario, @sacnum, @mirabellarob y @MastalerMagui”, posteó la ex presidenta en funciones el jueves pasado.

El texto y la foto fueron torpedos dirigidos a la línea de flotación de dos destinatarios: el primero, AF, en implícita crítica a sus encuentros sociales sin límite; el segundo, Agustín Rossi, inexplicablemente ausente en esa reunión entre CFK y candidatos a legisladores por el “Frente contra Todos” en la provincia de Santa Fe. Cuando CFK quiere ser mala, lo hace y con alevosía. 

En el entorno presidencial se hace el siguiente análisis: “Nosotros vamos a seguir hablándoles a nuestros votantes. Ellos saben quiénes somos, y este tipo de telenovelas les importan muy poco. Y no es una determinación únicamente del FdT, en la oposición están haciendo lo mismo, hablan para su grupo. Todos sabemos que a esta altura es muy difícil pescar en aguas ajenas”. La pregunta, entonces, es qué se espera del votante independiente –que será quien defina la elección– que les puso un voto de confianza apostando a algo distinto. “Ese es el votante blando que nunca lo consideramos nuestro. Esos votos van y vienen. Hoy nos sostenemos por el voto genuino, de fidelidad ideológica”. Esta es la respuesta cruda que emana desde las entrañas del oficialismo. Este pensamiento –bastante radicalizado– es el que surge del ala dura del oficialismo, que mira con cierto desprecio los intentos de una parte del gabinete de cooptar al votante moderado.

En Juntos, por su parte, las aguas empiezan a calmarse. La propia lógica de la campaña hizo de catalizador para ubicar a cada uno en su tarea.

“Las PASO van a ordenar los ánimos, calmar los nervios y domar los egos”, dijo una fuente de la Ciudad de Buenos Aires que conoce lo que se piensa en Uspallata.

Mauricio Macri, que vuelve el martes de Zurich y para quien, a través de las redes, se está convocando a partidarios a concurrir a Ezeiza para recibirlo, ya anunció que va a participar de la campaña en la provincia de Buenos Aires a favor de Diego Santilli. “No tan Juntos” enfrenta una elección muy difícil tanto en PBA como en CABA. En la Capital Federal debería obtener casi el 60% de los votos para retener la cantidad de legisladores y en Provincia debería acercarse al 40% para no perder las bancas que pone en juego.

Al día de hoy, la mayoría de las encuestas muestran que gana el oficialismo pero con un porcentaje que no es suficiente para alcanzar el control absoluto del Congreso.

Esa debilidad electoral es la que en las últimas horas ha llevado al Gobierno a flexibilizar prácticamente todas las restricciones vigentes de la extendidísima cuarentena. De repente, parece como que la pandemia no existiese más. Esto es lo que se desprende del DNU que el Gobierno emitió el viernes pasado.

La marcha del día de ayer de las organizaciones sociales con críticas al Gobierno por la falta de trabajo y el episodio sucedido con la búsqueda laboral de Toyota, que no pudo ser satisfecha porque muchos de los aspirantes no solo no completaron el secundario sino porque tampoco pudieron comprender textos de artículos de los diarios, representan el drama del país. Supóngase que, fruto de un milagro, en la Argentina se abriesen decenas de miles de puestos de trabajo, ¿cuántos de los que ayer marchaban estarían calificados para ocuparlos? Es decir, ¿cuántos de los que ayer marcharon terminaron el secundario?; ¿cuántos tendrían la formación suficiente para comprender un texto?

En el acampe que otras organizaciones sociales realizaron esta semana frente al Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación, se reclamaba por computadoras y por conectividad en muchas zonas del conurbano profundo dejadas a la mano de Dios. Hace unas semanas, CFK, junto a Kicillof y el intendente Martín Insaurralde, hablaba en un acto de entrega de computadoras del plan. L-Gant puso en claro las mentiras de los anuncios de la ex presidenta en funciones.

El acampe frente al Ministerio, también. Otra evidencia de que la mentira es la base del kirchnerismo.

El drama de la Argentina es la involución social permanente. La mayoría de la dirigencia política –con honrosas excepciones– riñe. Ha perdido la capacidad de discutir ideas.

Lo que hay es una abundancia exasperante de lugares comunes y frases hechas cuyo resultado final es conocido: la nada misma.

 

 

* Para Perfil

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