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En Córdoba es más dañiña la inseguridad que la pandemia

OPINIÓN 08/08/2021 Gonio FERRARI*
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GONIO FERRARI Por Gonio FERRARI

En términos cabales y con matemático sentido de la realidad, no es aventurado sostener que para la sociedad cordobesa, por el tiempo que llevamos sumergidos en la inseguridad, sus consecuencias y los fracasos evidentes que aporta el no haberse ocupado de combatirla, vienen provocando más daños que la mismísima y odiada pandemia.
   Decenas de muertes se hubieran evitado con la sola aplicación de una coherente e integral política de seguridad, que no es una vacuna como la que inmuniza contra la peste, sino un mecanismo legal que protege el valor más apreciado que es la vida, aunque todo indica que esa meta es secundaria y tiene fundamento, entre otros, en la falta de respeto por las prioridades que demanda la situación emergente del crecimiento del hampa y los vacíos existentes en cuanto a lo legal, pero especialmente por la ausencia casi total de prevención.
   Una fuerza de seguridad no profesionalizada sino convertida en bolsa de trabajo para el signo político gobernante de turno no es -y está comprobado- ninguna garantía de eficiencia en su cometido de proteger a la sociedad de una delincuencia que ha logrado el absurdo de andar suelta, libre y a sus anchas, mientras son los honestos quienes deben estar encarcelados en sus casas, en sus comercios, en las escuelas…
   Y que agradezca el Sr. Ministro del área el bajo porcentaje de denuncias por hechos delictivos violentos cuyas víctimas ni siquiera denuncian por la inutilidad del trámite. Y que lo sepa y asuma el mismo funcionario más inclinado por las comparaciones ridículas que por la urgente acción que reclama la situación de crisis que vivimos los cordobeses.
   Recorra Sr. Ministro la ciudad; aproveche el barbijo que a todos nos transforma en seres anónimos y merodee no muy lejos del centro cuidándose de los hampones, arrebatadores, asaltantes, etc. como por ejemplo en las adyacencias del viejo Hospital de Niños donde está una comisaría, o en los alrededores de la plaza de Alta Córdoba, en la zona que rodea al Arco de la Ruta 9 donde se viven nocturnos festivales de imparable venta de sustancias prohibidas y sería patético que se defendieran diciendo no saber nada de eso; por Alto Alberdi, en fin, por cualquier zona de esta Córdoba, liberada para el hampa y castigada por la inoperancia  de sus autoridades que prefieren hacer caminos, ampliar avenidas, achicar el centro y poner “estatuas vivas” en los puentes, creyendo que así están combatiendo a la delincuencia que, como viene ganando por goleada, demuestra mayor inteligencia que los dueños del poder.
   No nos compare Sr. Ministro con otras ciudades, porcentaje de habitantes, estadísticas de hechos contra la ley ni similares elementos distractivos que para nada nos sirven, dentro de la angustia cordobesa de no saber en qué momento cada habitante pasa de su inhumana condición de temeroso, a la de víctima posiblemente fatal aunque ese desenlace se pudo haber evitado.
   Y si se hurga en la realidad y de estadísticas hablamos, hay sectores donde de cada dos viviendas, al menos una ha sido escenario de algún evitable hecho delictual. ¿A eso lo ignoran las autoridades o prefieren mirar hacia otro lado?
   Cuando se les ocurra a las autoridades pensar y obrar en serio para beneficio comunitario, tendrán que ponerse de acuerdo el poder y su permanente enfoque político de la realidad con miras a elecciones, la Justicia atacada de pachorra siestera y mucho de indiferencia y las fuerzas de seguridad que deben estar no tan sólo para la foto cuando presentan patrulleros, camionetas, motos con sidecar o cosas parecidas, que después no funcionan en plenitud porque falta combustible, porque el personal es poco idóneo, o porque hay “amigos” a quienes no les conviene que seamos felices sintiéndonos seguros.
   Y si nos gobiernan con las estadísticas y las comparaciones, alguna vez trabajen para establecer qué males provocaron más víctimas fatales: los últimos 20 años con el crecimiento incontrolable de la delincuencia y su elevada letalidad o la pandemia que nos azota sin misericordia ni vacunas suficientes desde un año y medio atrás.
   Terminemos alguna vez con esa maldita cultura de la dispersión de esfuerzos, dejen los funcionarios de mostrarse prioritariamente y sonrientes para las campañas proselitistas e instrumenten inquietudes y acciones positivas y no como ahora lo vienen haciendo, que llevan a pensar que aquellos que meten sus narices en todo, acaban por no saber dónde está el mal olor.

*gonioferrari.org

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