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Segundo semestre: ¿qué podemos esperar para la economía argentina?

ECONOMÍA 07/08/2021 Julián GRANCHAROFF
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Los últimos datos dan cuenta de una clara recuperación económica contra los niveles registrados un año atrás -cuando regían fuertes restricciones a la circulación- pero presentan, a su vez, signos de estancamiento o retrocesos mensuales en el marco de la segunda (o tercera) ola del covid-19.

Si bien esta desaceleración se presenta más leve de lo esperado, enciende señales de alarma que nos obligan a pensar los desafíos del segundo semestre de cara a comenzar a transitar la pospandemia e intentar recomponer cierto nivel de vida perdido en los últimos años.
A modo de ejemplo, en abril del 2021 el empleo registrado se encontraba aún 89 mil puestos de trabajo por debajo de la pre-pandemia y el salario real en mayo aún arrojaba una caída de 2,8% interanual.

En este sentido, si bien la estrategia oficial de atrasar el tipo de cambio comenzó a surtir cierto efecto sobre la inflación -con cuatro meses consecutivos de desaceleración- el piso continúa todavía muy elevado y dificulta la recomposición de ingresos.

Así, luego de un 2020 donde el crawling peg del Banco Central mantuvo el tipo de cambio real relativamente estable a lo largo del año, para el 2021 la depreciación del tipo de cambio oficial se desaceleró fuertemente. De esta manera, surge el interrogante de hasta cuándo y en qué magnitud se podrá utilizar esta herramienta sin sobresaltos.

El primer semestre contó con factores que permitieron fortalecer las reservas internacionales: meses de liquidación de cosecha gruesa, precios internacionales al alza, aumento en los ingresos fiscales y muy poca asistencia del BCRA al Tesoro. Los dos primeros se tradujeron en una liquidación récord del complejo agroexportador lo cual permitió al BCRA hacerse de una importante cantidad de divisas en el MULC. Por su parte, la consolidación fiscal contribuyó a apaciguar la brecha cambiaria durante el primer semestre del año.

Sin embargo, es evidente que el escenario no será el mismo para lo que queda del año.

La estacionalidad del agro es históricamente peor, los precios internacionales se encuentran estabilizados, las elecciones de medio término y la estacionalidad fiscal harán un segundo semestre fuertemente deficitario y la incertidumbre electoral seguramente implicará mayor dolarización de carteras y mayores dificultades para el Tesoro de fondearse/renovar vencimientos vía colocación de deuda en moneda local.

Esto posiblemente aumente la asistencia monetaria del BCRA al tesoro y presione sobre la brecha cambiaria. A esto se suma un exitoso plan de vacunación que, junto con mejoras de los ingresos reales, se traducirá posiblemente en cierta recuperación de la actividad económica y, con ello, de la demanda de divisas para importaciones.

Como si esto fuera poco, se suman riesgos importantes del contexto internacional. La inflación de Estados Unidos en particular y del mundo en general se han acelerado y aparece la incógnita sobre un endurecimiento de la política monetaria (y fiscal) de los países centrales. En efecto, la política monetaria norteamericana ya está comenzando a ser menos laxa dado que, si bien no subió la tasa de referencia, subió la tasa de Reverse Repurchase Agreement, lo cual permitió retirar liquidez de los mercados mayoristas.

Así, una política monetaria más contractiva podría repercutir en caídas en los precios de los commodities y en el famoso “flight to quality”, lo que conllevaría fuertes tensiones financieras para países en la base de la jerarquía financiera internacional como la Argentina.

En este escenario, aún con el BCRA mejor posicionado que un año atrás (en el primer semestre el BCRA compró USD 6.456 millones y USD 3.050 efectivamente se sumaron como reservas), las reservas netas son escasas y no dan mucho margen de acción, sobre todo de cara a un 2022 que puede ser altamente demandante de divisas.

Aquí aparece una variable muy desdibujada en el último tiempo pero que podría ser elemental para transitar estos meses turbulentos sin tantas presiones cambiarias: convalidar pequeños aumentos en las tasas de interés de los bonos del Tesoro que permitan apaciguar la dolarización de carteras y reducir la asistencia monetaria del BCRA.

Por otro lado, aparece la necesidad de cerrar un acuerdo con el FMI que permita despejar los vencimientos de corto plazo, morigerar expectativas y aportar cierta certidumbre sobre el futuro económico de la Argentina. Si bien luce difícil concretar un acuerdo previo a las elecciones por el poco tiempo disponible, al menos debería haber indicios de que el acuerdo está encaminado y que será beneficioso para la Argentina.

Economista (UBA), Magíster en Finanzas (UTDT) y miembro del OCEPP.

Fuente: Ámbito

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